jueves, 31 de marzo de 2011

Los Jardines del Ex Congreso (Republicación del 11/06/09)


Los jardines del edificio del Ex Congreso Nacional en pleno centro de Santiago de Chile pueden ser el lugar ideal para tomar una buena fotografía, en especial con esa luz tenue propia de las tardes otoñales en alguna medida acentuada por el smog capitalino. Pero a pesar del marco ideal en la imagen hay una ausencia inquietante.
No se trata de modificar el ángulo de tiro, el tiempo de exposición, la abertura de diafragma o el ajuste del cilindro de enfoque, el elemento faltante es el insustituible factor humano. La presencia de al menos una persona desde un punto de vista práctico mejora la perspectiva de una fotografía porque permite dimensionar el real tamaño de edificios, monumentos y árboles, pero por sobre todo entrega calidez, cercanía, emociones, movimiento, en resumen se pasa de la captura de una imagen que pudo haber sido tomada mil veces a la captura de un instante único e irrepetible.
En una época de edificios inteligentes, lavadoras automáticas, mensajería instantánea y compras por internet pareciera que las personas han pasado a un lugar secundario. Nuestros niños y adolescentes juegan en línea con amigos virtuales, las salas de chat nos permiten conocer gente sin realmente tener que conocerla, hace poco me encontré escribiendo en el muro facebook de uno de mis mejores amigos un saludo por su cumpleaños en lugar de ir personalmente a saludarlo.
A veces se nos olvida que toda nuestra ciencia, tecnología y arte han sido desarrollados por personas y para el beneficio de las personas. Todos los software, computadores, servidores, kilómetros de fibra óptica, y satélites que hacen posible la existencia del espacio virtual en el que estoy escribiendo no tendrían ninguna significancia ni utilidad si ustedes, personas como yo, no estuvieran ahora leyendo estos caracteres cifrados en un código HTML.
El último modelo de teléfono celular no reemplaza lo exquisito de una conversación cara a cara, el comprar por la web puede ser cómodo pero no permite sentir el estrepitoso bullicio y los penetrantes aromas de un mercado, el más sofisticado sillón de masajes nunca nos hará sentir el cosquilleo que provocan las manos del ser amado, el mejor sistema de sonido 5.1 ni siquiera se aproxima a lo que es escuchar una buena tocata de jazz en vivo en algún pequeño local en los cerros de Valparaíso o en la ciudad que ustedes prefieran.
La fotografía hubiera sido perfecta si en medio del jardín hubiera estado un grupo de niños jugando.

viernes, 25 de marzo de 2011

El Patio de los Calla'os


Siempre recuerdo las palabras de mi padre cada vez que él me libraba de algún apuro: “Que falta te voy a hacer cuando esté en el patio de los calla’os (cementerio”, pues bien hace ya cinco años que se encuentra allí y ciertamente no hay día que no lo extrañe.
En mi cosmovisión de las cosas no tengo claro que realmente exista la vida después de la muerte pero si creo que la energía de las personas que han partido permanece con nosotros en la medida que los recordemos, por lo mismo su esencia está a nuestro lado y no en los fríos patios de un campo santo, es por esta misma razón que son contadas las ocasiones en el año en que visito la tumba de mi padre.
Pero aunque no me siento especialmente atraído a visitar el “patio de los calla’os” por motivos de aquellos que he perdido si es un lugar que me resulta enormemente atractivo en términos arquitectónicos y culturales. Es interesante recorrer los soberbios panteones entre los apretados callejones llenos con las historias de quienes mandaron construirlos. Cruces, vírgenes, ángeles, estrellas de David y demases se suceden en una procesión sin fin de símbolos mortuorios, algunos bellos, otros aterradores, pero todos cargados de un enorme simbolismo.
Hace algunos años que estos imponentes camposantos han sido reemplazados por los modernos parques en donde cada tumba es identificada tan solo por una sencilla lápida. Indudablemente más igualitario, menos discriminatorio y hasta cierto punto democráticos pero carentes de la magia cautivante de los viejos panteones repleto de mármol y rejas de fierro que rechinan al abrirse.

domingo, 20 de marzo de 2011

Turn On Side

Hay palabras o expresiones que son imposibles de traducir literalmente de un idioma a otro, este el caso de “Turn On Side” (textualmente sintonizar el lado). La primera vez que lo escuché fue en las transmisiones de los partidos de basquetbol de la NBA cuando mostraban una jugada desde cámaras situadas en el lado opuesto de la cancha y es que en resumen el término significa cambiar el punto de vista.
No me referiré a “cambiar el punto de vista” en términos motivacionales o de actitud frente a la vida, a fin de cuenta siempre me han resultado una tanto molestos los gurús de la autoayuda, pero si en el sentido de que algunas situaciones, personas y/o lugares se merecen una segunda oportunidad.
Hace años atrás estuve de paso por Arica en un viaje al Perú y la ciudad no me llamó para nada la atención. En las pocas horas que permanecí allí todos aquellos con quienes conversé me insistieron que no podía dejar de visitar el Morro de la ciudad cuya visión tampoco me resulto cautivadora por decir lo menos.
Unas pocas semanas atrás debí volver a la nortina urbe por razones laborales y la verdad es que la perspectiva de dicho viaje no me resultaba en ninguna forma llamativa. Igual que hace tres años deambulé frente al Morro y al igual que hace tres años no me llamo mucho la atención, pero como ahora disponía de algo más de tiempo opté por visitar el club náutico de Arica.
Les aclaro que el 99% de las fotografías y postales del mencionado morro están tomadas desde el noreste pero la ubicación de esta marina deportiva permite contemplar el peñón rocoso desde el suroeste, algo así como mirarlo desde el patio trasero. En este nuevo ángulo y a la hora del atardecer los ocres colores del peñón se reflejan en las aguas de la bahía donde se entremezclan con los tonos fucsias aportados por las nubes al ocaso generando una de las imágenes más llenas de calidez que me ha tocado observar y fotografiar.
No es bueno juzgar los libros por la portada, todo lugar desde el ángulo adecuado y con la luz adecuada puede ser hermoso.


martes, 15 de marzo de 2011

El Florecer de Nano Stern

Es extraño que un artista que se niega sistemáticamente a aparecer en programas de televisión y que no permite que sus canciones sean tocadas en las radios más populares sea una verdadero ícono juvenil que agota entradas donde se presenta y cuyas composiciones, transmitidas principalmente de boca en boca, sean coreadas por una multitud. Es extraño que este mismo artista al que las productoras nacionales ignoran sea una figura de culto capaz de llenar estadios en los festivales folk realizados en Australia y Europa oriental. Es extraño que un joven oriundo de una familia acomodada eventualmente destinado a dirigir alguna poderosa empresa decida recorrer el mundo con unos pocos dólares en los bolsillos, cantando en las calles de Santiago de Compostela, haciendo dedo en la carretera hasta llegar a Budapest, acompañando a un circo gitano hasta Venecia, viajando de polizonte hasta Estambul y acompañando a una caravana hippie hasta Katmandú. Es extraño que alguien que ha viajado por los lugares más recónditos y sorprendentes del mundo nunca haya tomado una fotografía o video de dichos lares y decide retratarlos y compartirlos sólo a través de sus canciones. Pero estas extrañezas son las que han convertido a Nano Stern en una suerte de Kurt Cobain del rock indie en latinoamerica.

Florecer
“Florecer en silencio
Sintiendo el calor de la tierra por entre mis venas
Tocar a tu puerta por primera vez
Se despertaron las hadas que estaban durmiendo
Esperando el tiempo de extender sus alas.

Perecer por momentos
La vida deja de ser vida y paso a ser torrente
Y bebes de la fuente que es la esencia mía”.


jueves, 10 de marzo de 2011

Docas

De más está decir que nuestra historia moderna cuenta un innumerable sin fin de intervenciones en la naturaleza las que usualmente terminan bastante mal. En nuestro país estas intrusiones se iniciaron durante la época de la colonia española cuando los llegados del viejo continente trajeron matas de la ahora común y corriente zarzamora para usarla como enredadera para cubrir sus cercos, varios siglos después la zarza está considerada una plaga casi imposible de controlar que quita espacio a los arbustos autóctonos y que sellan los accesos a los cursos de agua.
Después vino la introducción desde Australia del eucaliptus, el que hoy muchos de mis compatriotas creen que es propio de nuestro país por su abundancia, luego y en el caso más dramático fue el turno de las palomas las que fueron traídas para adornar nuestras plazas y ahora ocupan cada cobertizo disponible en la ciudad y se han transformado en una peligrosa fuente de transmisión de enfermedades y parásitos.
Pero existen ocasiones en las que el hombre y la naturaleza pueden actuar en conjunto y ese ha sido el caso de las docas. Estas hermosas flores fueron introducidas al país con el fin de detener el avance de los médanos costeros, labor que han cumplido cabalmente y es por lo mismo que hoy se extienden por los casi tres mil kilómetros de nuestro costa convirtiéndose en una barrera que impide el avance de la erosión y que a la vez ayuda a la producción de nuevo suelo.
El ser humano es parte de su entorno y el cómo intervenga la naturaleza traerá más temprano que tarde serias consecuencias, pero esto no quiere decir que no pueda interactuar con ella. Bien aplicados nuestros conocimientos, ciencia e incluso intuición pueden ayudar a la incesante labor de la pacha mama, el asunto es que aprendamos a convivir con ella.


sábado, 5 de marzo de 2011

En la Barra del Playa

Aquel asiento a su lado data de principios del siglo pasado, época en donde se inauguro el mítico bar La Playa en el puerto de Valparaíso. Durante la década del ’50 no era extraño ver a Pablo Neruda sentado allí, incluso el mito popular señala que en un rincón de la barra estuvo escrito el borrador de uno de sus más célebres sonetos hasta que alguien decidió hacer un retoque en el barniz. Algunos de los principales exponentes de la cultura criolla iniciaron o terminaron allí una agitada noche de bohemia porteña y no son pocos los óleos de Gonzalo Ilabaca concebidos mientras degustaba alguna copa de vino en el lugar.
A ella no le importa nada de lo anterior, tan solo espera que en aquel asiento se vuelva a sentar aquel amable hombre que le invito aquel burbujeante trago aquella noche inolvidable.