martes, 15 de abril de 2014

Puritama

El río Puritama nace en Los Andes a pocos kilómetros del caserío de Machuca. Se abre paso por el corazón del desierto más árido del mundo pintando de verde y vida las rojizas tierras de Atacama. 

Tan sólo la planicie de San Pedro de Atacama es capaz de alimentar a más de un millón de persona, o más bien sería ya que en algún momento decidimos destinar más del ochenta por ciento de sus aguas a la actividad minera privilegiando los procesos de decantación del cobre o el litio por sobre la producción agrícola. Es un hecho que el cobre es el sueldo de Chile, pero aún no conozco a nadie que pueda comer dólares.

sábado, 12 de abril de 2014

Murallas


¿Por qué levantamos murallas?
Para evitar que los que están fuera vean lo que pasa en el interior
Para evitar que los que están dentro vean lo que pasa afuera
¿Por qué abrimos en ellas ventanas?
Para permitir a los que están fuera ver lo que pasa en el interior
Para permitir a los que están dentro ver lo que pasa afuera

miércoles, 9 de abril de 2014

Lejano Frío, Lejana Soledad


“Amo el frio”, en más de una ocasión he dicho esa frase. Mi hijo también lo ama y ella… bueno ella también lo ama. 

Hace poco más de un año me encontraba junto a mi hijo en la Patagonia y aprovechamos la ocasión para visitar uno de los ventisqueros de Campos de Hielo Sur. Pasamos todo el día en la cubierta de un viejo lanchón chilote viendo pasar los gigantescos bloques de hielo moverse a la deriva alrededor nuestro, el clima cambiante de los fiordos australes nos enviaba chubascos de tanto en tanto pero nada de eso nos importaba.
Las cosas cambiaron al atardecer cuando comenzamos a navegar en contra de un helado viento austral. Nuestra ropa mojada por la lluvia y el oleaje, la falta de luz solar y la ventolera comenzaron a hacer notar sus efectos: primero las manos se ponen rígidas, luego sientes como si te clavaran agujas en las yemas de los dedos, los dientes comienzan a castañetear y luego los espasmos comienzan a afectar cada músculo del cuerpo para finalmente empezar a sentir un abrumante cansancio. Pero tranquilos la situación tampoco era dramática, bastaba con buscar refugio al interior del lanchón y un par de horas después, ya de regreso en Caleta Tortel, una ducha tibia y un chocolate caliente transformaron el frio amenazante tan sólo en un recuerdo. 
¿Amamos el frio o lo que realmente amamos es poder escapar de él a voluntad? 
En uno de sus poemas, al referirse al invierno, Neruda habla de su amor por “la caricia del fuego en el frio silvestre”, y quizás es eso lo que disfrutamos; exponernos a voluntad a ese frio silvestre para después refugiarnos al calor del fuego de una chimenea, ocultarnos bajo las frazadas de nuestra cama o arroparnos con bufandas, gorros y guantes. Si tuviéramos que enfrentar el frio sin armas para defendernos de seguro este se convertiría en una mortal pesadilla. 
“Amo la soledad” es otra frase que también he dicho, ¿pero no será lo mismo que con el frio? 
Quizás enunciamos en forma despreocupada nuestro amor por la soledad tan sólo porque sabemos que en el fondo podemos salir de ella a voluntad. Tal vez no haya una pareja de por medio pero siempre hay padres, hijos y amigos que nos pueden brindar la compañía que entrega la misma calidez de una fogata en una noche de invierno. 
De seguro si tuviéramos que enfrentar la soledad pura y descarnada esta también se convertiría en una mortal tortura.

lunes, 7 de abril de 2014

La Familia de Melina

¿Dónde comienza la pobreza?, ¿Qué es una vida digna?, ¿Cuándo cruzamos el umbral del lujo, del culto a los superfluo? 

Hace un par de meses viajaba en una detartalada embarcación por el curso alto del río Tahuayo, uno de los afluentes del Amazonas peruano. Hacia el tercer día de travesía nos encontrábamos a medio camino entre los caseríos de Buena Vista y San Pedro cuando atracamos junto a un par de chozas en el margen occidental del río. 
La intención de quienes viajábamos en el “Dawn on the Amazon” era caminar y conocer las zonas de selva inundable pero una intensa lluvia monzónica nos obligó a buscar refugio en la casa de Marcial, un agricultor de la zona. Allí fue donde conocí a Melina, su esposa, y el resto de su familia, los que en el piso de su casa alzada varios metros sobre el suelo con gruesos pilotes de madera para evitar los a veces diez metros de aumento del nivel del río en temporada lluviosa pasaban las horas en una casa prácticamente sin paredes y con techo de ramas de palmera tan bien tejido que resultaba absolutamente impermeable para el diluvio que tenía lugar afuera. 
A pesar de lo dura de aquella vida no podría clasificar a esa familia como pobre, y es que en otras latitudes y otras realidades no puedes aplicar los mismos criterios económicos e incluso morales que en tu entorno social. En sus ojos no había desesperanza, en su conversación no había desesperación, en su actuar no había miseria. 
Para ser justos también y en la vereda contraria muchas de nuestras comodidades tampoco pueden ser consideradas como un lujo. Vehículos, vestuario, comunicaciones, tecnología, terminan siendo en nuestras modernas urbes tan necesarios para la superviviencia como lo es para Melina mantener un brasero con hierbas encendido para ahuyentar a las nubes de mosquitos que inundan el lugar. 
Al final te das cuenta que la pobreza tiene que ver con carencias; que los lujos y el exceso tiene que ver con tener lo que no necesitas; y que en resumidas cuentas todos vivimos en una selva, aunque me parece que la de ellos puede ser más dura pero es más humana.