lunes, 29 de diciembre de 2014

Camino en el Salar

Te he visto caminar por las callejuelas de los cerros porteños; por sendas empedradas en una isla en medio del altiplano; por entre bosques de coigûes y araucarias en tierras lafkenche; por playas interminables marcadas por leyendas de brujos; por puentes de madera sobre aguas turquesa en el fin del mundo; por entre salares y fumarolas en la cima de Los Andes… Todas esas sendas las elegí yo, pero el principal camino está solo en tus manos.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Turquesa en Tortél

Tortel es una idílica caleta perdida en medio de los fiordos patagónicos, emplazada junto a la desembocadura del río Baker, de lechosas aguas turqueza, rodeada de selva austral y ventisqueros milenarios; las calles han sido reemplazadas por pasarelas de madera nativa y por lo mismo no existen los vehículos motorizados, y en donde es posible encontrar mariscos de proporciones descomunales, en resumen un paraíso para el viajero. 
Pero también Tortel es un lugar que soporta la crudeza de uno de los inviernos más rudos en el continente, su aislamiento conlleva que los alimentos y combustible cuesten casi el doble que en el resto del territorio nacional, solo una compañía de telefonía móvil entrega una débil señal, el hospital y escuela secundarias más cercanas se encuentran a varias horas en vehículo y en verano no cuentan con más de seis horas diarias de energía eléctrica. 
Muchas de estas duras condiciones hubieran cambiado con la construcción del proyecto HydroAysen; el pueblo hubiera mejorado su conectividad con el consiguiente abaratamiento de precios y llegada de infraestructura y servicios básicos. Era algo que los habitantes de Tortel de verdad anhelaban. 
Pero debimos optar por un bien superior, como fue asegurar la preservación del medio ambiente en la cuenca de los ríos patagónicos. La preocupación por la ecología es un componente imprescindible del desarrollo social y económico de un país aunque en ello resulten daños colaterales. 
En ese sentido los habitantes de Tortel entonces no son muy distintos a quienes viven en Puchuncaví, Paipote o Huasco; lugares que fueron sacrificados en pro de un bien mayor como la producción minera y condenados a morir paulatinamente a manos de la polución ambiental. 
Finalmente es un cruce entre las cifras económicas, las necesidades energéticas y la popularidad de un tema en las redes sociales lo que determina nuestras “políticas de estado”, y cualquiera sea la decisión que se tome, a favor o en contra de la producción industrial, a favor o en contra de la sustentabilidad, siempre habrán daños colaterales. Solo de esa forma la maquina se mantiene productiva y tiene un lugar puro y cristalino donde pasar sus vacaciones.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Sirena

Liz fue elegida, con justa razón, reina del festival de Cuerpos Pintados que acompañó la celebración del Carnaval de los Mil Tambores hace unos meses en Valparaíso. 
Caminando por la orilla del mar se manejaba con extrema gracia frente a las cámaras fotográficas y de verdad parecía disfrutarlo, pero su semblante cambiaba cuando algún muchacho trataba de sacarse alguna foto con ella y no estaba dispuesta a que ningún galancete con unas cervezas de más se llevara como trofeo una foto abrazándola. 
Aunque sospechaba cual eran sus razones un rato después las conversamos. Con un mezcla de spanglish y español tarzanesco me explicó su lógica: “Se sacan una foto contigo, la suben a las redes sociales, presumen con sus amigos que eres su novia o se acostaron contigo”. 
Más allá de las fanfarronerías masculinas es eso en lo que para muchos se han convertido las redes sociales: un lugar donde presumir de lo que no se tiene, con fotografías junto a chicas bellas que en realidad no te conocen, en la cafetería de moda que con suerte visita una vez al año, compartiendo canciones cool que no te identifican e interesantes frases que quizás no te representan pero te hacen ver intelectual, por lo mismo hablamos de que es un mundo “virtual”.

sábado, 7 de junio de 2014

Nostalgias

Alguna vez Cortázar escribió: “Creo que no te quiero, que solamente quiero la imposibilidad tan obvia de quererte como la mano izquierda enamorada de ese guante que vive en la derecha”. 

Convengamos que el autor argentino como buen poeta maldito encontraba mayor fuente de inspiración en aquellos amores imposibles, difíciles, en absoluto inviables, quizás porque la alegría de lo evidentemente factible tiende a resultar embrutecedora para algunos y asesina de esa inspiración desgarradora que produce la melancolía. 
Pero el asunto trasciende a otros órdenes de cosas. He tenido la suerte de recorrer nuestro continente desde la Patagonia hasta la selva ecuatorial y aunque la modernidad de Santiago, la bohemia bonaerense o la locura de Sao Paulo resultan atractivas los lugares más cautivantes y que provocan las añoranzas más salvajes los he encontrado en pequeños pueblos perdidos en medios de los fiordos australes, el desierto de Atacama, las islas del Titicaca o las aldeas del curso alto del Amazonas. Y quizás resulten justamente tan cautivantes porque en el fondo sabemos que difícilmente volveremos y que aún si lo hiciéramos sería a la práctica imposible que pudiéramos del todo acostumbrarnos a vivir allí. 
Y lo anterior también ocurre con esas imágenes nostálgicas propias de tiempos idos, reminiscencias de infancia. Como los vendedores de algodón en las ferias, los fotógrafos con sus ponis en las plazas públicas, los lustra botas del pasaje Bombero Ossa, o esa vieja balanza en desuso que encontré en un café de Punta Arenas. Nos llaman la atención, nos cautivan, por el simple hecho de que se han ido o van camino a hacerlo. 
Por más pragmáticos que pretendamos ser ese espíritu aventurero y romántico que todos en mayor o menor medida llevamos dentro nos hace amar profundamente aquello que es obviamente imposible de alcanzar o hacer permanente, como los amores malditos, como los lugares inalcanzables, como los tiempos idos, “como la mano izquierda enamorada de ese guante que vive en la derecha”.

domingo, 1 de junio de 2014

Atardecer en Cochrane

Y allí estábamos ambos, mi hijo y yo. Veníamos de sorprendernos con los increíbles paisajes de Caleta Tortel, la visita al ventisquero Montt, la observación de huemules en Tamango, el avistamiento al Monte San Valentín en Campos de Hielo Norte, las sorprendentes Capillas de Mármol en el Lago General Carrera y la increíble fuerza de los saltos del Río Baker, pero una de las mayores sorpresas se nos presentó casi al final de nuestro viaje. 
Quizás una de las mayores sorpresas de ese viaje por la Patagonia se nos dio sin buscarla, sin desplazarnos grandes distancias, sin someternos a extenuantes trekking, sin tener que navegar horas en los canales australes, sencillamente bastó con mirar al cielo durante un atardecer obra de un maestro impresionista. 
Trabajo en Santiago, esa gran capital que vive agitada, convulsionada, con gente que corre constantemente de un lugar a otro atrapada entre los tacos de primera y última hora del día. En esta ciudad he visto los mismos hermosos y coloridos atardeceres de la Patagonia pero me parece que tan sólo yo los he notado, el resto de quienes me rodean siguen pendientes de cuando cambiará el semáforo, de lo lento que se mueve el automóvil delante de ellos, de mirar el reloj y calcular cuantos minutos llevan en el atochamiento. 
El cielo suele entregarnos regalos, gratuitos y de libre disposición, pero solemos “disfrutar” tan sólo aquello que pagamos.

domingo, 25 de mayo de 2014

El Mundo Está Allá Afuera

Mamerto sabe que su ruca es un oasis de ilusión momentánea, un recuerdo de tiempos idos. 
De seguro mientras carga sus dardos recordará sus días de niñas cuando efectivamente usaban las cerbatanas para cazar animales y no solo para dar una demostración de destreza a los turistas. 
Sabe que a la tarde él y su familia se quitaran las pinturas rituales, los trajes amerindios y dormirán en casas modernas con tantas comodidades y modernidad cómo es posible tener en el curso alto del Amazonas (las que por cierto no son muchas). 
La forma de vivir de los Yaguas se extinguió hace mucho, hoy solo quedan sus artesanías y sus danzas rituales, pero su mundo, su verdadero mundo hace tiempo está afuera, más allá de su ruca. 

 ¿Cuánto de nuestra vida es real y cuanto es tan solo un papel, un rol, perfectamente actuado?

jueves, 15 de mayo de 2014

Ojos Color de Selva

¿Qué se esconde detrás de tus ojos color de selva? ¿Te haces acaso las mismas preguntas que yo? 
Ambos no entendemos como es la vida del otro, a ambos nos despierta curiosidad ese mundo extraño al que nunca podríamos pertenecer por fascinante que nos parezca. 
Tú preguntas qué hago aquí fotografiándote y yo me pregunto qué haces aquí si tu belleza debería adornar las escuelas de la capital. 
Tú tienes dudas sobre lo incierto de mi futuro en la agitada vida citadina y te preguntas desde cuando llevo esas arrugas y ceño fruncido en mi cara; yo tengo dudas sobre lo incierto de tu futuro en las profundidades de la selva, a la vez que me pregunto desde cuando arrastras esas marcas bajo tu brazo y si son consecuencia de alguna peste o la mordida de algún insecto. 
En lo que ambos estamos de acuerdo es en que quizás yo conozco más pero tú eres más feliz.

sábado, 10 de mayo de 2014

La Lucha de los Morrones


Me pregunto si de verdad el morrón rojo ve como su enemigo al morrón verde. Ambos luchan por lo mismo, ambos desean ser tomados en sus manos por la “caserita” y terminar alegrando con sus sabores y colores una ensalada o algún guiso. Entonces ¿habrá odio entre ellos? 
En los años no he tenido grandes enemigos, al menos no declarados, pero si he tenido una gran cantidad de rivales, a algunos los he respetado profundamente a otros debo reconocer que los he menospreciado con cierta crueldad. 
A ratos en la guerra, el amor y los negocios todo es válido y tu contendiente parece convertirse en la mayor de tus pesadillas, pero pasado el fragor de la lucha, hayas ganado o hayas perdido, es inevitable reconocer que ese enconado adversario solo quería el mismo puesto de trabajo, conquistar a la misma chica o cerrar el mismo negocio, en resumen sólo cometió el error de cruzarse en tu vida por tener tus mismos sueños. 
Lo anterior me recuerda cuando siendo niño por obligación escolar leí La Illiada y no dejaba de sorprenderme la profunda admiración y hasta cariño que se tenían Héctor y Aquiles, reconociéndose incluso como hermanos, a pesar de saber que el enfrentamiento era inevitable y que uno daría muerte al otro. 
Supongo que también el morrón rojo y el verde se reconocen como hermanos aunque solo uno de ellos se llevará la gloria, supongo entonces que yo también he tenido muchos hermanos de sueños, a algunos vencí ante otros me incliné.

domingo, 4 de mayo de 2014

Claro de Luna (Republicación del 15/10/09)

Hace algunos meses me interné en las profundidades de la Cordillera de Nahuelbuta con la idea de tener durante el día un estrecho contacto con la naturaleza en estado casi virginal y por las noches el que mi hijo pudiera contemplar el maravilloso espectáculo de un cielo completamente estrellado usualmente oculto para sus ojos por la contaminación lumínica de nuestras ciudades. Lamentablemente unas porfiadas nubes y una rabiosa Luna llena nos obligaron a dejar la vista de las constelaciones para otra ocasión. Aún así la naturaleza nos regaló el magnífico espectáculo ofrecido por los rayos lunares descendiendo en medio de los bosques, perfectamente plateados y tan delicados que es imposible captarlos con una cámara fotográfica.
No sé ustedes pero en mi caso la acción de la naturaleza incide directamente en mis estados de ánimo. Las soleadas mañanas primaverales me energizan, los días de lluvia copiosa me sosiegan, las puestas de sol en verano me evocan romanticismo, y los preciosos claros de Luna me provocan una extraña sensación de nostalgia, una suerte de tranquila tristeza o dulce melancolía, y al parecer no soy el único.
El escritor Edmond Rostand decidió que fuera en un “Claro de Luna” que el Cyrano encontrara la muerte mientras la misma pálida luz iluminaba las lagrimas de su amada prima Roxana quien ya demasiado tarde había descubierto quien era el verdadero autor de las letras de las que se enamoró.
Como “Claro de Luna” es comúnmente conocida la hermosa Sonata 14 en Do# de Beethoven compuesta en medio de la tristeza de verse privado del amor de Constantina Gullietta Guicciardi por razones sencillamente sociales además de comenzar a sobrellevar su sordera. Según la tradición en el primer movimiento describe calmo su amor platónico, en el segundo describe sus encuentros y en el tercero libera toda su melancolía con una vehemencia casi inusitada.
“Claro de Luna” también se llama el cuento de Guy de Maupassant en donde el testarudo cura Marignan descubre en una visión bajo la plateada luz lunar el verdadero significado del amor romántico.
Casi cien años después de que lo hiciera Beethoven el compositor francés Claude Debussy bautizó como “Claire de Lune” a una de las obras de su soñadora juventud y aunque deseo que está no se publicará por encontrarla demasiado triste y melancólica terminó convirtiéndose hasta la fecha en su creación más reconocida.
Finalmente en 1974 el cantautor cubano Silvio Rodríguez dio un respiro a sus cantos a la revolución y en contra del imperialismo para componer “En el Claro de la Luna”, una de sus más delicadas melodías y una de sus poesías mejor lograda.
De más está decir que la presente entrada la reflexione fumando un cigarrillo bajo la melancólica luz de un claro lunar y como sería largo transcribir las obras de Rostand o Maupassant y las bellas melodías de Beethoven y Debussy son imposibles de traspasar a letras les dejo los versos de Silvio.

“En el Claro de la Luna donde quiero ir a jugar
Duerme la Reina Fortuna que tendrá que madrugar.

Mi guardiana de la suerte, sueña cercada de flor,
Que me salvas de la muerte con fortuna en el amor.

Sueña, talismán querido, sueña mi abeja y su edad;
Sueña y si lo he merecido sueña mi felicidad.

Sueña caballos cerreros, suéñame el viento del sur,
Sueña un tiempo de aguaceros en el valle de la luz.

Sueña lo que hago y no digo, sueña en plena libertad,
Sueña que hay días en que vivo, sueña lo que hay que callar.

Entre las luces más bellas duerme intranquilo mi amor
Porque en su sueño de estrellas mi paso en tierra es dolor.

Mas si yo pudiera serle miel de abeja en vez de sal.
¿A qué tentarle la suerte que valiera su soñar?

Suéñeme, pues, cataclismo, sueñe golpe largo y sed,
Sueñe todos los abismos que de otra vida no sé.

Sueñe lo que hago y no digo, sueñe en plena libertad,
Sueñe que hay días en que vivo, sueñe lo que hay que callar.


Sueñe la talla del día, -del día del que fui y del que soy-
Que el de mañana alma mí lo tengo soñado hoy.”

martes, 15 de abril de 2014

Puritama

El río Puritama nace en Los Andes a pocos kilómetros del caserío de Machuca. Se abre paso por el corazón del desierto más árido del mundo pintando de verde y vida las rojizas tierras de Atacama. 

Tan sólo la planicie de San Pedro de Atacama es capaz de alimentar a más de un millón de persona, o más bien sería ya que en algún momento decidimos destinar más del ochenta por ciento de sus aguas a la actividad minera privilegiando los procesos de decantación del cobre o el litio por sobre la producción agrícola. Es un hecho que el cobre es el sueldo de Chile, pero aún no conozco a nadie que pueda comer dólares.

sábado, 12 de abril de 2014

Murallas


¿Por qué levantamos murallas?
Para evitar que los que están fuera vean lo que pasa en el interior
Para evitar que los que están dentro vean lo que pasa afuera
¿Por qué abrimos en ellas ventanas?
Para permitir a los que están fuera ver lo que pasa en el interior
Para permitir a los que están dentro ver lo que pasa afuera

miércoles, 9 de abril de 2014

Lejano Frío, Lejana Soledad


“Amo el frio”, en más de una ocasión he dicho esa frase. Mi hijo también lo ama y ella… bueno ella también lo ama. 

Hace poco más de un año me encontraba junto a mi hijo en la Patagonia y aprovechamos la ocasión para visitar uno de los ventisqueros de Campos de Hielo Sur. Pasamos todo el día en la cubierta de un viejo lanchón chilote viendo pasar los gigantescos bloques de hielo moverse a la deriva alrededor nuestro, el clima cambiante de los fiordos australes nos enviaba chubascos de tanto en tanto pero nada de eso nos importaba.
Las cosas cambiaron al atardecer cuando comenzamos a navegar en contra de un helado viento austral. Nuestra ropa mojada por la lluvia y el oleaje, la falta de luz solar y la ventolera comenzaron a hacer notar sus efectos: primero las manos se ponen rígidas, luego sientes como si te clavaran agujas en las yemas de los dedos, los dientes comienzan a castañetear y luego los espasmos comienzan a afectar cada músculo del cuerpo para finalmente empezar a sentir un abrumante cansancio. Pero tranquilos la situación tampoco era dramática, bastaba con buscar refugio al interior del lanchón y un par de horas después, ya de regreso en Caleta Tortel, una ducha tibia y un chocolate caliente transformaron el frio amenazante tan sólo en un recuerdo. 
¿Amamos el frio o lo que realmente amamos es poder escapar de él a voluntad? 
En uno de sus poemas, al referirse al invierno, Neruda habla de su amor por “la caricia del fuego en el frio silvestre”, y quizás es eso lo que disfrutamos; exponernos a voluntad a ese frio silvestre para después refugiarnos al calor del fuego de una chimenea, ocultarnos bajo las frazadas de nuestra cama o arroparnos con bufandas, gorros y guantes. Si tuviéramos que enfrentar el frio sin armas para defendernos de seguro este se convertiría en una mortal pesadilla. 
“Amo la soledad” es otra frase que también he dicho, ¿pero no será lo mismo que con el frio? 
Quizás enunciamos en forma despreocupada nuestro amor por la soledad tan sólo porque sabemos que en el fondo podemos salir de ella a voluntad. Tal vez no haya una pareja de por medio pero siempre hay padres, hijos y amigos que nos pueden brindar la compañía que entrega la misma calidez de una fogata en una noche de invierno. 
De seguro si tuviéramos que enfrentar la soledad pura y descarnada esta también se convertiría en una mortal tortura.

lunes, 7 de abril de 2014

La Familia de Melina

¿Dónde comienza la pobreza?, ¿Qué es una vida digna?, ¿Cuándo cruzamos el umbral del lujo, del culto a los superfluo? 

Hace un par de meses viajaba en una detartalada embarcación por el curso alto del río Tahuayo, uno de los afluentes del Amazonas peruano. Hacia el tercer día de travesía nos encontrábamos a medio camino entre los caseríos de Buena Vista y San Pedro cuando atracamos junto a un par de chozas en el margen occidental del río. 
La intención de quienes viajábamos en el “Dawn on the Amazon” era caminar y conocer las zonas de selva inundable pero una intensa lluvia monzónica nos obligó a buscar refugio en la casa de Marcial, un agricultor de la zona. Allí fue donde conocí a Melina, su esposa, y el resto de su familia, los que en el piso de su casa alzada varios metros sobre el suelo con gruesos pilotes de madera para evitar los a veces diez metros de aumento del nivel del río en temporada lluviosa pasaban las horas en una casa prácticamente sin paredes y con techo de ramas de palmera tan bien tejido que resultaba absolutamente impermeable para el diluvio que tenía lugar afuera. 
A pesar de lo dura de aquella vida no podría clasificar a esa familia como pobre, y es que en otras latitudes y otras realidades no puedes aplicar los mismos criterios económicos e incluso morales que en tu entorno social. En sus ojos no había desesperanza, en su conversación no había desesperación, en su actuar no había miseria. 
Para ser justos también y en la vereda contraria muchas de nuestras comodidades tampoco pueden ser consideradas como un lujo. Vehículos, vestuario, comunicaciones, tecnología, terminan siendo en nuestras modernas urbes tan necesarios para la superviviencia como lo es para Melina mantener un brasero con hierbas encendido para ahuyentar a las nubes de mosquitos que inundan el lugar. 
Al final te das cuenta que la pobreza tiene que ver con carencias; que los lujos y el exceso tiene que ver con tener lo que no necesitas; y que en resumidas cuentas todos vivimos en una selva, aunque me parece que la de ellos puede ser más dura pero es más humana.