domingo, 31 de enero de 2010

Ave María

Quien no ha escuchado el Ave María de Franz Schubert, omnipresente en bautizos, matrimonios, funerales y ceremonias varias. Bien interpretado resulta por decir lo menos emocionante incluso para un no creyente como yo.
Haciendo memoria y como no soy mucho de ir a ceremonias eclesiásticas creo que lo he escuchado en vivo y en directo sólo en dos ocasiones. La primera fue hace bastantes años atrás en un estación del tren subterráneo de Santiago, allí se encontraba una improvisada orquesta de cámara con violín, violoncelo, flauta traversa y guitarra acústica acompañando a una delicada chica de no más de veinte años dotada de una voz espectacular, imagino que eran estudiantes de alguna academia de música y que presentándose en dicha estación buscaban ganar algún dinero para sus estudios. La segunda vez fue hace muy poco durante un picnic familiar en el Jardín Botánico de Viña del mar, una especie de pequeño Central Park con jardines, lugares de juego, una laguna y muchas actividades al aire libre. Mientras estábamos sentados en el pasto notamos que en una tarima a pocos metros de nosotros un ensemble compuesto por violín, celo y flauta traversa comenzaban a entonar el referido tema seguido de un amplio repertorio de lo mejor de la música selecta.
Estaciones del metro y parques públicos, esos son los lugares donde el arte debe estar presente y no exclusivamente recluido en museos, bibliotecas y ostentosos teatros. Nunca he entendido esa actitud de los supuestos defensores de la cultura que parecieran hacer todo lo posible para que las manifestaciones artísticas sean elitistas, excluyentes, reservadas a unos pocos y critican todo aquello que sea público o masivo tratándolo de vulgar y chabacano. Quizás supongo está sea la única forma de sentirse culturalmente superiores y mirar por sobre el hombro al obrero y a la dueña de casa, pero estos últimos son tal vez los que más aprecian y más se emocionan cuando el arte está a su alcance.

martes, 26 de enero de 2010

Los Colores del Wanderers

Hace un par de semanas recibí la llamada telefónica de un viejo amigo que se encontraba de visita en Valparaíso junto a su hijo en donde me pedía les oficiara de guía por la ciudad. Como bien saben soy un apasionado por esta urbe así que acepté inmediatamente.
Mientras visitábamos algunos de sus barrios más tradicionales Miguel Ángel, el amigo en cuestión, me preguntó porque buena parte de las casas y establecimientos comerciales estaban pintados de un intenso color verde inglés. La respuesta me pareció fácil: sencillamente porque eran los colores de la camiseta del club deportivo Santiago Wanderers, el equipo de futbol emblema de la ciudad, seguidamente conversamos de cómo las casa del barrio La Boca en Bueno Aires están pintadas azul y oro como la camiseta de Boca Junior y de cómo seguramente en Madrid debe abundar el merengue, en Barcelona el azulgrana y en los barrios de Milán el azul y negro o rojo y negro según se sea hincha del Intenazionale o del AC Milán.
Meditando horas después esta respuesta basada en la pasión futbolera me empezó a parecer un tanto más compleja, en especial para mi que no soy un tipo particularmente fanático del balompié. No me malinterpreten, también tengo un club preferido del cual celebro sus triunfos y seguramente me levantaré de madrugada para ver los partidos de la selección chilena en el mundial de Sudáfrica, pero mi devoción por el “deporte rey” es apenas insignificante al lado de algunos amigos que podrán olvidar el cumpleaños de alguno de sus hijos pero pueden recitar de memoria la alineación de los finalistas del mundial de Francia ’98 o cada detalle de la jugada con la que el Real Madrid ganó la Liga de Campeones el 2001.
¿Porque el futbol despierta tal nivel de pasiones? ¿Por qué personas comunes y corrientes pueden transformarse en verdaderos energúmenos si un cobro arbitral les es contrario? ¿Por qué tipos racionales son capaces de hipotecar todos sus bienes con tal de poder cruzar medio continente para apoyar al club de sus amores? ¿Por qué un chico de veinte años particularmente hábil con sus pies puede ganar en un mes lo que un médico gana en diez años o lo que un obrero no alcanzará a recibir como sueldo en toda su vida?
Quizás en lo más profundo de nosotros deseamos y necesitamos seguir viendo batalles campales en donde algún héroe enarbolando nuestra bandera derrote en una lucha épica los colores del enemigo. Quizás los estadios de futbol han venido a reemplazar al circo romano y a los torneos medievales, o quizás tan solo queramos ver como otros sudan mientras nosotros bebemos cerveza en la comodidad de una butaca.

PD: Algunas citas han sido dadas tan sólo como ejemplo porque en realidad no tengo la menor idea si el Real Madrid ganó la Liga de Campeones el 2001.

jueves, 21 de enero de 2010

Terracota

Hace algunos días tuve la oportunidad de visitar el Centro Cultural del Palacio de La Moneda en Santiago de Chile donde se exhibía una destacada muestra de objetos traídos de China pertenecientes a las dinastías Qin y Han, entre estos varias de las famosas estatuas de los guerreros de terracota, esculturas realmente impresionantes tal como el rostro de la fotografía y que pertenecen al patrimonio cultural de la humanidad.
Como es conocido este ejército que fue descubierto bajo tierra algunas décadas atrás fue creado por orden del emperador chino Qin Shijuang con la esperanza de que estos soldados lo acompañaran en su reinado más allá de la muerte. Impresionante es que cada una del millar de estatuas desenterradas tiene detalles únicos y distintos de las demás y entre ellas se cuentas guerreros, arqueros, generales, carruajes y caballos.
Dos mil doscientos años después esta obra sigue siendo admirable desde el punto de vista histórico, antropológico, cultural y artístico, pero con una mirada moderna en lo práctico y humano pareciera resultar un despropósito, en especial al saber que tamaña empresa significó el trabajo forzado y la esclavización de cientos y millares de artistas y obreros chinos que fueron obligados a soportar condiciones infrahumanas por satisfacer la megalomanía y pretensiones divinas de un individuo.Luego de meditar sobre la obra del emperador Qin no me dejo de preguntar si en dos mil años más o quizás muchos antes la humanidad analizará con asombro pero con ciertos cuestionamientos éticos nuestros imperios modernos, y no me refiero necesariamente a los poderes políticos sino a aquellas casi incalculables fortunas amasadas por jeque árabes, banqueros europeos y uno que otro genio del comercio y la informática norteamericano. Quizás observaran sin poder entender porque un ser mortal pretende acumular una cantidad de bienes y dinero que ni siquiera en mil años podría gastar; quizás al observar los hoteles de Dubai, en ese entonces en ruinas, se cuestionaran cómo fue posible generar tanto lujo y ostentación en un país donde la gran mayoría de la población vive bajo la línea de la pobreza; quizás algo aprenderán o quizás se encontrarán abocados a construir sus propios elefantes blancos.

sábado, 16 de enero de 2010

Una Mirada y Una Sonrisa

Hay ciertas cosas en una buena fotografía que se encuentran medianamente bajo control de quien las toma. La primera es un enfoque adecuado, íntimamente ligado a la calidad del lente y por consiguiente al poder adquisitivo del fotógrafo; luego un óptimo encuadre y finalmente un sujeto interesante de ser capturado. Pero existe un factor impredecible sobre el que no se tiene control y consiste en aquellas cosas que no vimos o que no notamos y que casi por arte de magia aparecen cuando revelamos el rollo o ampliamos el archivo digital en un ordenador.
No sé si la foto que les presento sea en sí una buena fotografía, el lente tendió a saturarse con el brillo, el encuadre tampoco fue el mejor porque el objeto principal quedó demasiado al centro, pero si tuvo para mi ese exquisito factor sorpresa. Y es que recuerdo haber intentado fotografiar a una sorprendente mujer aymara del altiplano boliviano que a pesar de encontrarse a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar se movía con una pesadísima carga sobre sus hombros por caminos malamente empedrados con una agilidad casi felina. Lo sorprendente fue que no recuerdo haber notado la existencia del niño a la derecha de la mujer y solo cuando revise este cuadro en la tranquilidad de mi casa varias días después vi esos gigantescos ojos blancos enmarcados resaltantes en su piel morena mirándome directamente como si él fuera el modelo protagonista de la obra, seguidamente noté la relajada sonrisa de la mujer que pareciera complacerse con las poses de su hijo o nieto.
Supongo que la vida es así, cientos de cosas ocurren frente al encuadre de nuestros ojos pero la mayoría de ellas pasan desapercibidas, cada día se encuentra repleto de sabrosos pequeños detalles que pueden marcar una gran diferencia o hacernos aflorar una sonrisa, de tanto en tanto notamos alguno, de tanto en tanto recordamos otro.

domingo, 10 de enero de 2010

Learning to fly


Indudablemente “Learning To Fly” es una de mis canciones favoritas de Pink Floyd, en especial de su última etapa y quizás una de las pocas en donde David Gilmour logra que no se extrañe la presencia de Roger Watter.
Desde sus primeros acordes el tema es una invitación a saltar al vacío y echarse a volar. Hace un año atrás tuve la ocasión de ver esta canción hacerse carne con ocasión de la visita de una delegación de Veracruz a los Carnavales Culturales de Valparaíso, fue allí donde pude contemplar en vivo y en directo a los Voladores de Papantla, estos indígenas mexicanos que luego de danzar sobre un poste de más de treinta metros de altura y no más de cincuenta centímetros de diámetro se lanzan al vacío atados de los pies por una delgada soga que se va desenrollando lentamente por la acción de la gravedad en un espectáculo milenario y quizás tan solo igualado por las contemporáneas acrobacias del Circus Solei.
Los indios totonacas están profundamente convencidos que este temerario acto de fe realizado con la llegada de cada primavera es la única forma de garantizar la necesaria fertilidad de la tierra. Honestamente, por mi escéptica forma de ver el mundo, dudo que dicha ceremonia realmente tenga algún efecto sobre la productividad de los suelos pero es innegable que tanto coraje, denuedo y respeto por sus tradiciones ancestrales resulta por decir lo menos admirable.
Algunos lo verán como una interesante ceremonial religioso, otros como un número circense, para mi es ver como uno de los más arraigados sueño del ser humano: volar como un pájaro, se vuelve realidad por algunos minutos, así que solo me queda agradecer a estos arriesgados mexicanos por demostrarme que nada es del todo imposible y que las letras de Gilmour no son tan bizarras y oníricas.

martes, 5 de enero de 2010

Las Barbas del Abuelo

El liquen que pueden ver cubriendo la corteza de la araucaria en la fotografía es una criatura asombrosa. De partida no es "una" sino la unión de dos seres vivos: un hongo y una alga que conviven en una perfecta simbiosis. Para existir, los liquenes necesitan de abundante humedad, poca luz solar y un "suelo" con algún grado de descomposicióm, por lo mimo solo es posible encontrarlos en árboles ancianos que según la especie superan los cien o más años, solo en estos el follaje entrega la sombra necesaria y la corteza es lo suficientemente rica en nutrientes producto de su degradación. Más allá de las cualidades botánicas, en lo estético los liquenes vienen a ser una suerte de verdadera barba par los árboles adultos y su tono verde musgo pareciera ser las canas de estos gigantes centenarios.
Me llama la atención como en nuestra sociedad ha cambiado la relación con las barbas canosas. Como algunos saben vengo de una familia conservadora en donde el respeto irrestricto por los mayores era una norma inquebrantable e incuestionable. Del pater familia de turno siempre habí algo que aprender y nunca sus consejos y experiencia podían ser desechados.
Al mirar atrás me parecen lejanos esos días cuando era un muchacho de casi veinte años que recién entraba al mundo laboral y que tenía todo por aprender de sus colegas y superiores más adultos. Hor en día, tan solo veinte años después, sin cumplir los cuarenta años me he convertido en uno de los mayores en mi grupo de trabajo y no puedo negar que en más de alguna ocasión me he sentdo un tanto discriminado y menospreciado por los más jovenes. Es cierto que ya se hace dificil trasnocar un par de días seguidos para uego presentarse al trabajo como si nada, también es cierto que las visitas al médico, hasta hace poco inexistentes se han vuelto más periódicas, pero no es menos cierto que aún me queda muchísima energía y experiencia recogida que aportar, cuestión que se nota cuando las cosas se ponen difíciles y es el "abuelo" el que tiene que entrar a dar la cara por el resto y poner orden.
Si ocurre esto con quienes estamos recién cerca de los cuarenta que sucede con quienes tienen cincuenta, sesenta o más, dejaremos de considerarlos entes productivos y los enviaremo a un destierro propio de los lobos de las estepas.
Actualmente nuestra sociedad occidental se enfrenta a una paradoja sin precedentes: Nunca antes en la historia de la humanidad las esperanzas de vida habían sido tan altas, llama la atención que por ejemplo los mayores de cien años en Estados Unidos se acerquen a lo cien mil y se proyecten al medio millón para el 2040; también nunca antes, producto de los metodos anticonceptivos y la postergación de la maternidad, las tasas de natalidad habían sido tan bajas en los países desarrollados; pero, y ahí está la paradoja, con una población cada vez mayor y con una creciente optimización de su calidad de vida en la vejez, nunca antes habiamos rendido un culto tan excesivo a la juventud.
Toda nuestra iconografía publicitaria gira en torno a cuerpos jovenes y vigorosos, los máximos héroes del deporte son muchachos que hace poco aprendieron a anudarse los zapatos, las ventanillas de bancos, centros comerciales y oficinas de atención de pública rebosan de rostros tersos y sin canas.
Es cierto que aún la sociedad siente algún respeto por sus adultos mayores, pero a diferencia de Oriente, donde ese respeto se da en la forma de admiración, en occidente toma la forma de una suerte de conmiseración, de pena y lastima porque los abuelos no son capaces de hacer las cosas como las hacen los jovenes.
Nuestros desafío como sociedad no va solo en torno a salvar la ecología del planeta, lograr una mejor distribución de la riquezas, por nombrar algunos, sino también en torno a incorporar a nuestra masa productiva a ese inmenzo y creciente número de hombres y mujeres de pelo cano y años a cuestas que aún tienen muchísimo por entregar, no es posible que los obliguemos a que el paso de los años se transforme en el peso de los años.

sábado, 2 de enero de 2010

Carrusel

Cuando niño tenía una verdadera obsesión por los carruseles, incluso la única rabieta infantil de importancia que recuerdo fue porque mis padres no quisieron llevarme en cierta ocasión a una feria vecina en donde estaba el carrusel de mis sueños.
Me encantaba esa sensación de dar vueltas y vueltas sobre esos caballitos de madera pintados de vivos colores acompañado por la inigualable sensación de seguridad que me otorgaban los brazos de mi madre alrededor de mi cintura. En la medida que fui creciendo tomé conciencia que los caballos, camellos y delfines no eran reales; y que no importa cuántas vueltas diera el carrusel, cuánto tiempo permaneciera en él y cuantos kilómetros imaginarios recorriera montado en mi estático corcel, en realidad no había avanzado ni siquiera un metro.
En estos primeros días de un nuevo año tengo una sensación parecida: avanzar y avanzar sobre una briosa montura para finalmente encontrarme de nuevo en el punto de partida. Nuevamente los meses de verano giraran en torno a las vacaciones, con los gastos que ello implica; luego en marzo afrontaré el regreso a clases de mi hijo, con los gastos que ello implica; de ahí entre junio y noviembre se suceden mi cumpleaños, el cumpleaños de mi madre, el de mi hijo y el de varios familiares y amigos queridos; llegando a diciembre nuevamente me haré de ánimo para enfrentar la locura de las ventas navideñas.
Ya sé que todo lo anterior no clasifica necesariamente como rutina sino que es casi la ley de la vida y muchos acontecimientos, así como los meses, se sucederán eternamente, pero realmente deseo y me ilusiona el que algo positivamente nuevo ocurra este año, y no me refiero al mundial de futbol, cosa de no encontrarme en una año más con esta sensación de haber dado una vuelta en el carrusel de la supervivencia para regresar al punto de partida.
Quizás sea la ocasión de buscar un nuevo trabajo o de cambiarme de casa, tal vez retomar algún estudio inconcluso (tengo varios), quizás embarcarme en algún viaje sea físico o interior, pero creo que comenzaré con un objetivo más práctico: dejar de fumar, y como la fuerza de voluntad me ha jugado varias malas pasadas al respecto acabo de agendar una consulta con una médico especialista.

….. Saben qué? Ahora que lo recuerdo lo exquisito de los carruseles no consistía en llegar a algún lugar sino en disfrutar el viaje, así que más allá de lo que ocurra espero que cuando nos leamos nuevamente en un año más todos hayamos disfrutado de la travesía por un feliz 2010.