sábado, 31 de julio de 2010

Experiencia Sanadora

Hace algunos días conversaba con un sicólogo sobre diferentes actividades, deportes, hobbies y demases que ayudan a controlar y disminuir nuestros crecientes niveles de estrés. En algún punto de la conversación tocamos el tópico de la fe y mi contertulio me comentó que en su opinión profesional la religión podía resultar en sí misma como una experiencia terapéutica y sanadora.
Comparando la religión con un tratamiento médico muchos elementos actúan de igual manera. En ambos casos, y quizás por razones genéticas, hay personas que reaccionan en forma positiva obteniendo positivos resultados y hay otras que son sencillamente inmunes a ciertas terapias (sean medicinales o religiosas). Creo también que tal cual como ocurre con los fármacos luego de sus uso sostenido para ciertos individuos la religión termina volviéndose adictiva y para otros, entre los que me incluyo, deja de producir cualquier efecto.
Un amigo cercan ha sufrido por años de insomnio crónico, en alguna época logró palearlo con el uso de valium pero de un tiempo a esta parte su cuerpo se ha acostumbrado de tal forma al somnífero que no provoca ningún resultado.
De la misma forma que supongo mi amigo extraña esas noches en que un par de pastillas lo sumía en el más exquisito de los sueños, no puedo negar que en cierta manera extraño aquella época en la que todo se aliviaba con un rezo, las más complicadas respuestas se encontraban en la lectura de algunos versículos y el sermón del domingo me resultaba vitalizante y conmovedor, pero todo ello ahora me resulta en extremo lejano, casi como si perteneciera a otra vida, y aunque en alguna ocasión lo intenté, para bien o para mal, sencillamente ya no funciona conmigo.

domingo, 25 de julio de 2010

Tejedores

En Noviembre del año 2005 la UNESCO declaró al arte textil de la Isla Taquile como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad”, e incluso algunos especialistas en el tema han llegado a definir a los taquileños como los mejores tejedores del mundo.
Para sus confecciones utilizan lana de llama, alpaca y oveja además de plantas y piedras para otorgar el colorido en una actividad que aprenden desde sus primeros años y que forma parte de cada instante de sus vidas por lo mismo no es raro ver a los hombres tejiendo con sus palillos mientras caminan o participan de una reunión social, en tanto las mujeres pasan el mayor tiempo posible frente a sus telares.
En un pueblo de diestros tejedores no es extraño que sus prendas de vestir alcancen un significado que va mucho más allá de sencillamente arroparse. Es así como los colores usados y los bordados en las prendas definen el rol desempeñado por cada individuo en su compleja organización social, Más interesante aún es que la forma y color de los pompones con que los varones adornan sus sombreros y las mujeres sus faldas indican si se encuentra solteros, solteros en busca de pareja, comprometidos en matrimonio, casados, casados pero distanciado de su cónyuge o viudos. Además a la faja que todos y cada uno lleva en su cintura continuamente se le agregan bordados que representan los acontecimientos importantes en sus vidas, de esta forma matrimonios, nacimientos de hijos, cosechas abundantes, años difíciles y la muerte de algún cercano se encuentran impresos en un verdadero diario de vida que puede ser leído por cualquiera que entienda su simbología.
Como los taquileños confeccionan personalmente cada una de sus prendas imagínense la importancia emocional que ello conlleva, quiero decir ¡con que ilusión una jovencita dispondrá en sus faldas los pompones de colores con los que demostrará que se encuentra en busca de pareja!, ¡con que alegría un joven padre adornará su faja con las señas del nacimiento de su primer hijo! o ¡con que tristeza una mujer bordara en su pañuelo los dibujos que den cuenta de su viudez!.
Mientras en Taquile sus habitantes pasan largas y meditadas horas escribiendo su historia y definiendo sus estados sentimentales para buena parte del resto del mundo especificar si somos completamente solteros o estamos en una relación, así como muchos otros detalles de nuestra vida, se limita a simplemente elegir una casilla dentro de las opciones de nuestro perfil de facebook.

martes, 20 de julio de 2010

Introspectiva Urbana (Republicación del 25/05/09)

No se equivoquen, no es una fontana italiana, los árboles de fondo no pertenecen a Central Park, no es el portal de acceso a una paseo parisino, es la Terraza Neptuno en pleno Cerro Santa Lucía a metros del centro de Santiago, contaminada capital de Chile.
Para la época de vacaciones estivales y cualquier concentración de tres o más días festivos los santiaguinos se dividen en tres marcados grupos: los ABC1, nombre dado de acuerdo al marketing al estrato económicamente acomodado, que parten raudos al aeropuerto para continuar rumbo a cualquier destino exótico; los C2C3, la clase media, que inundan con sus vehículos las carreteras ansiosos por llegar a alguna playa deshabitada o lago perdido entre las montañas; y lo D/E, sector menos pudiente de la población, que maldicen el no compartir la suerte de los otros. A pesar de las marcadas diferencias de poder adquisitivo estos tres grupos tienen algo en común: sus ganas de marcharse de una ciudad a la que apenas conocen. No me mal interpreten, al igual que la mayoría anhelo la llegada de las vacaciones para viajar a algún lugar hasta entonces desconocido y no encuentro nada más desintoxicante que una escapada de fin de semana lejos de lo cotidiano. Pero es una realidad que usualmente vivimos mirando otros horizontes convencidos de que el pasto crece mejor en el patio del vecino y no nos damos el tiempo de conocer y valorar la riqueza humana, cultural y arquitectónica de nuestras aparentemente poco interesantes ciudades.Puedo decir por experiencia propia que redescubrir y reenamorarnos del lugar donde vivimos es una experiencia enriquecedora y fascinante. Basta sólo cambiar la disposición mental, por decirlo de alguna forma mover el switch de modo transeúnte a modo turista, para que esos lugares cotidianos y recurrentes adquieran una nueva significancia y hermosura, encontrar calles que no conocíamos, levantar un poco la vista y ver la riqueza arquitectónica de balcones o cornisas, y así entender que vivimos en ciudades cargadas de los problemas típicos de la urbanidad contemporánea pero a la vez rebosantes de una belleza enorme.

jueves, 15 de julio de 2010

Picardía

El baile existe desde antes de la invención de la escritura, quizás incluso antes del descubrimiento del fuego o la creación del leguaje. En la actualidad contamos danzas artísticas, religiosas, ceremoniales o simplemente festivas. Bailamos cuando estamos contentos y también cuando queremos conquistar, y es que en su más pura esencia y en todas las culturas el baile ha sido un juego de seducción.
Así es la “cueca”, la danza nacional de los chilenos, un juego de seducción, quizás no tan elegante como el tango o tan cadenciosa como la salsa, pero comparte un mismo fin agradar, conquistar y enamorar.
Nació a finales de la colonia e inicios de la república en las chimbas, los barrios populares de Santiago, como una respuesta a los bailes de salón de las clases acomodadas. Aunque sería difícil de explicar sus movimientos coreográficos a quienes nunca la han visto basta con decir que en su esencia busca imitar el cortejo de las aves de corral, en especial del gallo y la gallina. El hombre da círculos alrededor de su pareja enarbolando su pañuelo al viento, acercándose en forma sorpresiva para luego alejarse haciendo gala de sus dotes de bailarín y su elegancia, ya hacia el punto culmine da muestras de su virilidad zapateando fuertemente el suelo y corriendo a ofrecer el brazo a su compañera. En el caso de la mujer, que en la cueca recibe el nombre de “china” esta tan solo se dedica a ser cortejada, se mueve cadenciosamente en un punto central, oculta su rostro con su pañuelo, esquiva las embestidas de su pareja pero nunca rehúye su mirada, sus ojos siempre están puestos en su acompañante indicándoles con ellos si se siente realmente halagada. Esto es lo que en Chile llamamos mirada pícara, esos cautivantes ojos que necesitas descifrar, que pueden estar dando su aprobación a la más alocada pasión o tan solo aceptando una breve conversación una vez acabado el baile, allí se encuentra la esencia del baile, más allá de la precisión en la coreografía o las habilidades del danzante, en ojos llenos de picardía.
La historia finaliza cuando llegados los acordes finales la “china” corre grácilmente a tomar el brazo de su pretendiente y le saludo con una sutil reverencia.
Una de las cosas que más me cautiva de la cueca es que es el más democrático de los bailes, tan solo se necesitan las ganas, un pañuelo y una mujer a la que agradar.

sábado, 10 de julio de 2010

Los Habitantes del Humedal

La convención de Ramsar define un humedal como “una zona de la superficie terrestre que está temporal ó permanentemente inundada, regulada por factores climáticos y en constante interrelación con los seres vivos que la habitan”, en términos más sencillo se trata de un pantano o ciénaga.
Habitualmente presentes en la desembocadura de ríos de caudal medio, la mezcla de aguas dulces y saladas aumenta considerablemente la diversidad de peces y crustáceos los que debido a la acción de la mareas usualmente quedan atrapados en pequeños charcos, lo que a su vez ocasiona la presencia de gran cantidad de aves marinas, pequeños roedores y reptiles. La constante remoción de la tierra a causa de los sedimentos arrastrados por los ríos y el quehacer de las cambiantes mareas cubre estos terrenos con un espeso lodo que se ve enriquecido con el material orgánico aportado por el guano de sus habitantes y los restos de carroña dejados por ellos, cuestión que enriquece el suelo y favorece una abundante vida vegetal en especial de junquillos y algas, lo que a su vez atrae más vida animal y así un círculo virtuoso sin fin.
Durante mi paso por Chiloé en mis últimas vacaciones decidí reservar alojamiento en un Hostal ubicado frente al humedal del río Gamboa, me atraían sus módicos precios, su grato ambiente, el estar a unos pocos minutos de caminata del centro de la ciudad de Castro y poder contemplar un magnífico paisaje natural.
Al arribar descubrí que efectivamente sus precios eran bastante asequibles (en relación a los valores de hospedaje en la Patagonia), el ambiente era encantador, por cierto se encontraba muy cerca del centro de la ciudad, pero del magnífico paisaje natural en primera instancia tuve mis aprensiones y es que lo que pude observar al llegar era un auténtico humedal, ósea un pantano cubierto de un espeso fango que daba la impresión de ser nauseabundo y con uno que otro roedor moviéndose entre la maleza. En plena temporada estival y con reservas hechas a esas alturas era bastante complejo cambiar mi opción de alojamiento así que opté por la filosofía del “relax and enjoy”.
Al día siguiente luego de un sueño reponedor y un contundente desayuno me asomé a la terraza del hostal a fumar mi cigarrillo mañanero y en ese instante mi percepción del lugar cambió radicalmente. El cielo absolutamente despejado hacia que las aguas reflejaran un azul perfecto matizado con el brillo de los rayos solares, los juncales se veían de un verdor magnífico y en ellos un buen número de delicadas y pequeñas garzas buscaban, con su elegancia característica, su alimento. Pero lo más impresionante ocurría en el centro de la pantanosa laguna mezcla de agua dulce y salobre donde casi un centenar de cisnes de cuello negro (cygnus melancoryphus) se mecían al compás del viento y las corrientes.
Debo aquí señalar que buena parte de mis despertares infantiles fueron escuchando los acordes del segundo acto del ballet el Lago de los Cisnes de Tchaikovsky, la pieza musical favorita de mi madre. Desde esa temprana edad estas criaturas se me transformaron en un ícono de todo aquello que es hermoso cuestión que se vio reafirmada con los años cuando motivado por mi afición a la mitología pude encontrar la figura de los cisnes presente en hermosos relatos griegos, germanos y celtas, siempre simbolizando el amor más puro, la abnegación y la hermosura; y allí en ese pantano por primera vez en mi vida me encontraba en un lugar donde podía contemplarlos hasta la saciedad y no debo decirles cuantas horas dediqué a fotografiarlos desde todos los ángulos posibles.
Esta experiencia me enseñó que la belleza o fealdad de un lugar no depende exclusivamente de lo que podamos observar a priori sino que se constituye por sobre todo por la belleza o fealdad de quienes habiten dicho lugar, así me he dado a la tarea de encontrar más cisnes entre las persona que viven en mi ciudad a fin de que se me convierta en un sitio mucho más grato y fascinante.

PD: En el año 1971 se firmó el convenio de Ramsar, que toma su nombre de la ciudad iraní donde se celebró dicha convención, en el cual los países desarrollados y buena parte de los en vías de desarrollo se comprometen a preservar y proteger los humedales. Es que desde los albores de la civilización hemos tenido una verdadera compulsión por secar los pantanos y convertirlos en terrenos habitacionales o agrícolas.

lunes, 5 de julio de 2010

Detener el Tiempo

Hace algunas semanas junto a un par de amigos al igual que yo aficionados a la fotografía nos encaramamos a la azotea del edificio de departamentos donde vive uno de ellos a capturar imágenes de la ciudad de Viña del Mar de noche. Para mí, que siempre he vivido a ras del suelo, resultaba particularmente interesante contemplar la urbe desde sesenta metros de altura.
Buena parte del tiempo lo dedicamos a intentar atrapar el desplazamiento del flujo vehicular en la intersección de calles que se encontraban a nuestros pies. Fotográficamente hablando la idea consistía en “congelar” el punto de vista del observador mientras los objetos fotografiados parecieran conservar su movimiento. Como dato les comento que se logra manteniendo abierto el obturador durante algunos segundos y siempre y cuando la luz ambiente sea baja y en lo posible los objetivos a capturar posean luz propia ojala contrastante, como los focos de los automóviles, que ayudan a crear estas estelas lumínicas.
Durante los días siguientes me quedé pensando en esta idea pero transportada al diario vivir, en otras palabras congelarme por unos instantes mientras al mundo continuaba su alocada marcha. Aunque parezca exagerado hice varias pruebas para lograr esa sensación: visité un antiguo claustro religioso convertido en museo en el corazón de Santiago, en su patio interior observando una fuente de agua y escuchando suaves cantos gregorianos me relajé como hacía mucho tiempo no lo lograba, incluso redescubrí el hermoso sonido que producen las hojas otoñales al caer al suelo, pero aunque grato no era lo que estaba buscando; visité la iglesia contigua y me di maña de notar como un cirio encendido por uno de los fieles se derretía milímetro a milímetro, también relajante y una excelente forma de ejercitar la paciencia pero no era lo que buscaba porque aún despojado de mi reloj notaba como el tiempo transcurría sin lograr desatenderme de él; luego opté por un camino contrario me dirigí al Paseo Ahumada, el lugar más transitado y estresante en todo Chile, y allí me quedé inmóvil en medio de la acera mientras un cuarto de millón de personas caminaban presurosas a mi alrededor y la verdad lo único que obtuve fue unos cuantos empujones y un desesperante deseo de huir de allí.
Debieron pasar unos cuantos días hasta que encontrara la respuesta a mi búsqueda y esta era mucho más simple de lo que esperaba. Encontré una instancia en la que todo parecía congelarse mientras tan sólo sentía el latido de mi corazón pero a la vez en la que yo parecía estar petrificado en un segundo eterno mientras el mundo alrededor indiferente continuaba su acelerado ritmo. Esa instancia fue un tierno y dulce beso.