Hace algunos días conversaba con un sicólogo sobre diferentes actividades, deportes, hobbies y demases que ayudan a controlar y disminuir nuestros crecientes niveles de estrés. En algún punto de la conversación tocamos el tópico de la fe y mi contertulio me comentó que en su opinión profesional la religión podía resultar en sí misma como una experiencia terapéutica y sanadora.
Comparando la religión con un tratamiento médico muchos elementos actúan de igual manera. En ambos casos, y quizás por razones genéticas, hay personas que reaccionan en forma positiva obteniendo positivos resultados y hay otras que son sencillamente inmunes a ciertas terapias (sean medicinales o religiosas). Creo también que tal cual como ocurre con los fármacos luego de sus uso sostenido para ciertos individuos la religión termina volviéndose adictiva y para otros, entre los que me incluyo, deja de producir cualquier efecto.
Un amigo cercan ha sufrido por años de insomnio crónico, en alguna época logró palearlo con el uso de valium pero de un tiempo a esta parte su cuerpo se ha acostumbrado de tal forma al somnífero que no provoca ningún resultado.
De la misma forma que supongo mi amigo extraña esas noches en que un par de pastillas lo sumía en el más exquisito de los sueños, no puedo negar que en cierta manera extraño aquella época en la que todo se aliviaba con un rezo, las más complicadas respuestas se encontraban en la lectura de algunos versículos y el sermón del domingo me resultaba vitalizante y conmovedor, pero todo ello ahora me resulta en extremo lejano, casi como si perteneciera a otra vida, y aunque en alguna ocasión lo intenté, para bien o para mal, sencillamente ya no funciona conmigo.
Comparando la religión con un tratamiento médico muchos elementos actúan de igual manera. En ambos casos, y quizás por razones genéticas, hay personas que reaccionan en forma positiva obteniendo positivos resultados y hay otras que son sencillamente inmunes a ciertas terapias (sean medicinales o religiosas). Creo también que tal cual como ocurre con los fármacos luego de sus uso sostenido para ciertos individuos la religión termina volviéndose adictiva y para otros, entre los que me incluyo, deja de producir cualquier efecto.
Un amigo cercan ha sufrido por años de insomnio crónico, en alguna época logró palearlo con el uso de valium pero de un tiempo a esta parte su cuerpo se ha acostumbrado de tal forma al somnífero que no provoca ningún resultado.
De la misma forma que supongo mi amigo extraña esas noches en que un par de pastillas lo sumía en el más exquisito de los sueños, no puedo negar que en cierta manera extraño aquella época en la que todo se aliviaba con un rezo, las más complicadas respuestas se encontraban en la lectura de algunos versículos y el sermón del domingo me resultaba vitalizante y conmovedor, pero todo ello ahora me resulta en extremo lejano, casi como si perteneciera a otra vida, y aunque en alguna ocasión lo intenté, para bien o para mal, sencillamente ya no funciona conmigo.