Supongo que vivir en un país montañoso a orillas del mar tiene sus ventajas. Si miras hacia el poniente, a las profundidades del Océano Pacífico sabes que el horizonte es inmenso y sin fin; si miras hacia el oriente, a la majestuosidad de Los Andes, siempre habrá un monte en el cual parece terminar el camino pero bien sabes que al alcanzarlo se abrirá un nuevo horizonte.
Con la vista despejada o llena de obstáculos el camino siempre es infinito.