sábado, 29 de septiembre de 2012

Juegos de Fuego

Hace algunos años cuando fotografié a este artista callejero le pregunté en más de una ocasión que tan peligroso era hacer piruetas con teas encendidas. Tatatela, como se hace llamar a sí mismo, me contestó que aunque hay algún riesgo de sufrir quemaduras lo que más le preocupa es que se caiga alguna de sus antorchas y termine haciendo el ridículo. 
Supongo entonces que no es muy distinto a intentar jugar con “esa cosita loca llamada amor”, en especial si se intentan hacer malabarismo con más de una “antorcha” al mismo tiempo. Siempre está la posibilidad de terminar en llamas, aunque lo más probable es que terminemos haciendo el más soberano de los ridículos.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Garoto

Es cierto que por mi trabajo viajo bastante, pero no crean que eso es sinónimo de disfrute máximo (uno suele publicar en facebook o twitter la cara amable).
Quienes han viajado por “negocios” o en “comisión de servicios” saben que hay dos opciones: que el viaje le pague tu empleador o que el viaje lo pague un anfitrión. Si el viaje lo paga tu empleador este tratará de rentabilizar al máximo cada segundo así que usualmente te vas con una agenda prácticamente imposible de cubrir de 8 a 18 hrs, y después de las seis de la tarde en invierno en, por ejemplo, Puerto Montt de lo único que te dan ganas es de estar acostado en tu hotel (obviamente en verano algo mejora el panorama). 
Si el viaje lo paga un anfitrión lo más probable es que te vayan a buscar al aeropuerto, te hospeden en el hotel que ellos creen es de tu agrado, te lleven a comer a los lugares que ellos creen son buenos y te muestren los sitios que ellos creen son interesantes. Al final regresas conociendo un aeropuerto, algunas super carreteras, un hotel, algunas oficinas, cuatro restaurantes y un par de monumentos. 
Hace poco viaje a Brasil por una conferencia, la mayoría de mis amigos esperaban fotos de Ipanema, el Cristo Redentor, el Amazonas, el Mato Grosso, tan solo para partir, y la verdad que la experiencia no fue muy distinta a lo descrito más arriba con la única diferencia que en lugar de un hotel se trato de un resort en la costa paulista. 
En uno de los pocos momentos que pude zafar de las actividades y arrancarme a la cercana playa de Boraicea me encontré con Rodrigo y sus amigos andando a caballo por la interminable arena, creo que ese instante y esta foto fue el único momento en donde vi lo que quería ver y no lo que mis amables anfitriones deseaban mostrarme.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Misiones Mestizas

Pretender que nuestras sociedades del “nuevo mundo” evolucionen como una copia fiel de lo que vemos más al norte es tan errado como pretender imponer el discurso americanista extremo. 
Nunca poseeremos el pragmatismo inglés, la metódica alemana o el orden suizo, pero tampoco podemos volver atrás pues ya ni siquiera nuestros pueblos indígenas son los mismos que eran hace cuatrocientos años. La historia ya se escribió y querámoslo o no somos hijos mestizos de distintas culturas. 
Basta conversar con cualquier parroquiano de alguna iglesia en la isla de Chiloé para darse cuenta que el catolicismo en el que creen es muy distinto al que originalmente les fue traído por las misiones jesuitas. Al igual como ocurrió en la selva misionera, en el altiplano, o en el curso del Marañón, el credo evolucionó, se alimento de las leyendas aimaras, guaranies o hulliches y tomó una forma única, ya no europea ni indígena sino netamente latinoamericana. 
A diferencia de lo que ocurrió en las metrópolis, misioneros jesuitas y franciscanos aceptaron y alentaron este sincretismo, quizás porque sus votos de pobreza los hacían estar más interesados en crear sociedades que en adoctrinar masas de ofrendantes. 
El mestizaje de piel y credos trascendió a la gastronomía, a las tradiciones, y al diario vivir. 

 “Constituimos una sola raza mestiza que desde México hasta el estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas” (Ernesto “Che” Guevara) 

 En definitiva todos somos hijos de Cristo y la Pachamama, algunos son más cercanos al padre y otros somos más cercanos a nuestra madre.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Conventillo

Uno de los desafíos de la fotografía está en encontrar belleza en donde aparentemente no la hay; contradictoriamente uno de los dilemas de la fotografía está en presentar como bello o grato aquello que objetivamente no lo es. 
De mis viajes he encontrado un particular colorido, belleza y expresión de vida en las favelas de Sao Paulo, en los destartalados microbuses que transitan por las también destartaladas calles de Asunción, en las precarias chozas en las que viven ciertas comunidades indígenas en el altiplano del Perú, en los húmedos palafitos de la entrada norte de Castro en la isla de Chiloé, y en los conventillos donde viven hacinadas decenas de familias en las barriadas del centro de Santiago o en los cerros de Valparaíso. 
Me alegra que en estos sitios donde el dolor arrecia haya tanta belleza y colorido, que la vida incluso se muestre más latente que nunca; pero en esta dicotomía existencial me duele que aquello exista, que necesite ser fotografiado, y que además lo encuentre hermoso. 
No deseo convertirme en esa suerte de turista social en la que se han transformado buena parte de quienes dejan por instantes su comodidad para ver cómo viven o sobreviven los otros tan sólo para luego regresar a su confort creyendo que han aprendido algo. 
Pero aunque sea sólo para fotografiar realidades siempre aprendes algo, siempre una imagen te transmite las mil palabras que contiene, y entiendes que a pesar ver entrar la luz por estrechas ventanas, a pesar de protegerse del frio por viejos latones oxidados, a pesar de tener que compartir baños y lavaderos, son las personas las que pintan sus dinteles, son ellas las que cuelgan coloridas cortinas, son ellas las que traen alegría y colorido a aquellos lugares en donde debería imperar el más triste y profundo de los grises.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Kilómetro Cero

Enciendo un cigarrillo en el centro de la Plaza de Armas de Santiago, en el punto exacto que marca el kilómetro cero de las dos carreteras longitudinales que recorren el país. En la esquina surponiente un predicador grita sus sermones apoyado por un viejo megáfono de sonido metálico, en tanto en la esquina nororiente otro de sus hermanos en Cristo hace lo mismo ayudado por un micrófono conectado a retumbante amplificador. 
Ambos intentan convencerme que la adicción al tabaco y mi permanente condición de fornicario, al menos desde que me divorcie, bastan para alejarme de la misericordia divina; también que desde que dejamos de condenar a los homosexuales y desde que en los colegios se enseña que el hombre desciende del mono nuestra sociedad ha entrado en un espiral de decadencia similar al de Sodoma y Gomorra que ha despertado los juicios de Dios sobre nuestra nación y esa es la explicación de terremotos, erupciones volcánicas, sequías, devaluación del peso y derrotas deportivas. Ambos predican lo mismo, ambos son hermanos en Cristo, pero paradojalmente los gritos de uno no me permiten entender lo que grita el otro.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Nuevo Plumaje (Republicación del 15/07/09)

Entre las cientos de fotografías que me quedan por tomar están la de un cóndor en majestuoso vuelo entre las cumbres andinas, la de un carpintero de cabeza roja horadando el tronco de un añoso roble o la de un colibrí succionando el polen de alguna flor. Entres mis obsesiones ornitológicas los pelicanos ocupaban un lugar menos que secundario, quizás porque para quienes vivimos cerca del litoral estas aves al igual que las gaviotas resultan tan habituales que llegan a pasar inadvertidas. Por lo mismo me llamó muchísimo la atención la imagen de esta pareja de hermoso plumaje que pareciera estar posando orgullosa para la ocasión. 
Hacia el comienzo de la primavera, luego de los vuelos migratorios invernales, los pelicanos, así como la mayoría de las aves, renuevan sus plumajes de cara a un nuevo ciclo de apareamiento y el posterior periodo de nidificación. En la necesidad de que los machos más aptos capten la atención de las hembras más fértiles, y viceversa, cada ejemplar se “viste” con sus mejor traje para iniciar la fascinante estación de cortejo.
¿Somos distintos los seres humanos? De mi experiencia y de la de más de algún cercano puedo decir con mediana certeza que después de una ruptura sentimental de relativa importancia solemos cambiar o ampliar nuestro círculo social, nos iniciamos en la práctica de algún deporte hasta entonces ajeno a nosotros o nos interesamos en alguna nueva actividad intelectual. En primera instancia esta es una medida de autoprotección que busca reasignar los espacios de tiempo antes dedicado a la vida en pareja, también en alguna forma buscamos levantar nuestra autoestima que sin importar las civilizadas condiciones en las que se haya dado un quiebre sentimental siempre resulta dañada. Pero también en esto buscamos cambiar nuestro plumaje, volver a sentirnos atractivos, no se trata de impostar una nueva personalidad sino de seguir siendo los mismos de siempre pero ojalá absolutamente renovados. Este renuevo (social, físico, intelectual o cultural) nos da la posibilidad de encontrar un nuevo ser querido o de volvernos notorios e interesantes para esas viejas amistades para las que siempre habíamos pasado inadvertidos. 
Después de un largo invierno sentimental un necesario cambio de plumas es indispensable para entrar de lleno en la fértil y florida primavera (reconozco que lo anterior suena bastante cursi y rebuscado pero ustedes entienden la idea). 
Sin embargo, y siguiendo la analogía, existen aves que son radicalmente monógamas teniendo una sola pareja de por vida, la más célebres de estas especies es el pingüino. Estos también cambian y renuevan su plumaje en la necesidad de continuar siendo un objeto de deseo (no sé realmente si a un nivel emocional o tan sólo instintivo) para la pareja que los ha acompañado toda una vida. 
La necesidad de conquistar y ser conquistado, la de cambiar el plumaje y ver un plumaje nuevo, también se mantiene en aquellas parejas que han permanecido juntas por años, tal vez lograrlo sea la clave para el éxito en una empresa que en los tiempos actuales se vuelve cada vez más difícil.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Tatio

El primer desafío es levantarse a antes de las cuatro de la madrugada, parece sencillo pero en un pueblo como San Pedro de Atacama no es cosa fácil resistirse a la oferta gastronómica y prolongar la conversación cosmopolita hasta adentrada la noche; lo segundo son los casi cien kilómetros que separan al poblado del campo geotermal aunque este tramo, y a pesar del mal estado del camino, usualmente se hace durmiendo en las van de las empresas de turismo; lo tercero es soportar los 4.321 msnm, que hacen inevitable sentir los molestos síntomas de la puna y aquí si comienza la parte difícil; finalmente lo cuarto es aguantar los entre diez y veinte grados Celsius bajo cero presentes cada mañana en el Tatio, frío extremo que es uno de los ingredientes principales en la formación de los géiseres. 
Superadas, o soportadas, todas estas dificultades el premio es simple pero maravilloso: Ver uno de los amaneceres más espectaculares y sobrecogedores del que se pueda tener memoria; eso no tiene precio, para todos lo demás… ya saben.