Los mapuches como buena parte de los pueblos amerindios no contaron con un lenguaje escrito lo que generó dos situaciones: por un lado en la actualidad no sabemos si sus relatos tradicionales y su cosmovisión es la misma que compartieron en sus fogones siglos atrás ya que muchos de ellos se fueron modificando por la influencia de las iglesias católica, durante la colonia y los primeros años y republicanos, y protestante en las últimas décadas; pero por otro lado motivó el exquisito contexto de que cada mito y leyenda hayan sido transmitidos de padres a hijos compartiendo un mate al calor del fuego durante los lluviosos inviernos del sur del mundo.
Existe una edad en la que lo relatado por nuestros padres no deja en nuestras mentes ningún lugar para la duda. Recuerdo que durante mi primera infancia, quizás como una forma de evitar que masticara goma de mascar, mi madre me dijo que si llegaba a tragar uno de estos pegajosos dulces esta se pegaría en mi instentino (valga la redundancia) y me podía provocar una seria enfermedad abdominal. Años más tarde lo mencioné a una de mis profesoras de biología la que me contestó que aquello no era más que “un cuento de viejas”. Imagínense como me sentí cuando esta maestra calificaba las enseñanzas de mi madre como cuentos de vieja y aunque con los años acepté la verdad hasta el día de hoy si me llego a tragar algún trozo de goma de mascar siento inmediatamente una pequeña contractura en el estómago.
En una situación similar hace algunos meses almorzando en un restaurant en una de las mesas contiguas escuché a un padre explicar a sus pequeños hijos que la ciudad de Río de Janeiro llevaba ese nombre debido al apellido de su fundador, por un momento me dieron ganas de intervenir en la conversación señalándole al padre que el fundador de Rio fue Estácio de Cá y que Janeiro en portugués significa Enero. Obviamente me pareció impropio inmiscuirme y contuve mis ansias culturizadoras pero de seguro esos muchachos por largo tiempo creerán que la capital del Brasil fue fundada por un tipo de apellido Janeiro y no dudaran en compartir aquel conocimiento con otros.
Más allá de lo anecdótico el punto al que quiero ir es la tremenda importancia que incluso en nuestros días de internet y televisión por cable puedo tener la enseñanza oral transmitida de padre a hijo y como esta puede cambiar nuestra forma de ver o entender el mundo convirtiéndose en ocasiones en un paradigma bastante difícil de romper.
Errado o no, verdadero o falso, cierto o inventado, algo en nuestro corazón se inflama cuando ya sea sentados en la mesa de un restaurant, caminando junto al mar o compartiendo un mate junto al fuego iniciamos una conversación con alguno de nuestros retoños diciendo “lo que te voy a contar me lo contó tu abuelo cuando tenía tu edad y a él se lo contó su padre…”
Existe una edad en la que lo relatado por nuestros padres no deja en nuestras mentes ningún lugar para la duda. Recuerdo que durante mi primera infancia, quizás como una forma de evitar que masticara goma de mascar, mi madre me dijo que si llegaba a tragar uno de estos pegajosos dulces esta se pegaría en mi instentino (valga la redundancia) y me podía provocar una seria enfermedad abdominal. Años más tarde lo mencioné a una de mis profesoras de biología la que me contestó que aquello no era más que “un cuento de viejas”. Imagínense como me sentí cuando esta maestra calificaba las enseñanzas de mi madre como cuentos de vieja y aunque con los años acepté la verdad hasta el día de hoy si me llego a tragar algún trozo de goma de mascar siento inmediatamente una pequeña contractura en el estómago.
En una situación similar hace algunos meses almorzando en un restaurant en una de las mesas contiguas escuché a un padre explicar a sus pequeños hijos que la ciudad de Río de Janeiro llevaba ese nombre debido al apellido de su fundador, por un momento me dieron ganas de intervenir en la conversación señalándole al padre que el fundador de Rio fue Estácio de Cá y que Janeiro en portugués significa Enero. Obviamente me pareció impropio inmiscuirme y contuve mis ansias culturizadoras pero de seguro esos muchachos por largo tiempo creerán que la capital del Brasil fue fundada por un tipo de apellido Janeiro y no dudaran en compartir aquel conocimiento con otros.
Más allá de lo anecdótico el punto al que quiero ir es la tremenda importancia que incluso en nuestros días de internet y televisión por cable puedo tener la enseñanza oral transmitida de padre a hijo y como esta puede cambiar nuestra forma de ver o entender el mundo convirtiéndose en ocasiones en un paradigma bastante difícil de romper.
Errado o no, verdadero o falso, cierto o inventado, algo en nuestro corazón se inflama cuando ya sea sentados en la mesa de un restaurant, caminando junto al mar o compartiendo un mate junto al fuego iniciamos una conversación con alguno de nuestros retoños diciendo “lo que te voy a contar me lo contó tu abuelo cuando tenía tu edad y a él se lo contó su padre…”