sábado, 30 de marzo de 2013

Bofedal

Aunque hoy cueste creerlo en alguna época, hace no mucho tiempo, el altiplano andino fue la base del sustento agrícola para un imperio comparable en extensión al de Alejandro Magno. 
Aunque cueste creerlo en alguna época, hace no mucho tiempo, todos los pueblos abandonados en la precordillera eran en realidad bullentes oasis. 
Aunque cueste creerlo en alguno época, hace no mucho tiempo, los vinos de Mamiña fueron reconocidos a nivel mundial. Hoy en Mamiña difícilmente brotaría una vid. 
Aunque cueste creerlo en alguna época, hace no mucho tiempo, el desierto de Atacama era cruzado por caravanas que seguían delgados cursos de agua en su camino de Los Andes al Pacífico. 
Aunque cueste creerlo en alguna época, hace no mucho tiempo, los bofedales eran lugares repletos de vida y no solo el bebedero de algunas pocas llamas. 

 Tan solo la planicie de San Pedro de Atacama podría alimentar a un millar de personas si es que sus cursos de agua no fueran interrumpidos por la gran minería del Cobre. En la actualidad con dificultad da sustento a cinco mil personas.

jueves, 28 de marzo de 2013

Sombras de Antuco (Republicación del 15/08/09)

Cada atardecer de estío el caudaloso río Bío Bío se tiñe de múltiples matices índigos que contrastan con el profundo verdor de los valles que atraviesa en su largo camino desde los macizos andinos al Océano Pacífico. En el horizonte la cordillera se pinta de negro en tanto sus altas cumbres despuntan en tonos fucsias y purpúreos, entre estas destaca la espectral silueta del volcán Antuco, tristemente grabado a fuego, o más bien a hielo, en la memoria colectiva del Chile contemporáneo.El 18 de abril del año 2005 un par de centenares de jóvenes de no más de diecinueve años entraron por las custodiadas puertas del Regimiento Reforzado de la ciudad de Los Ángeles para cumplir con su Servicio Militar Obligatorio, aunque de obligatorio poco porque en su mayoría eran muchachos de condición humilde que se presentaron como voluntarios buscando encontrar en el ejército un sueldo digno cada fin de mes, beneficios en educación y salud, y en resumen una mejor calidad de vida que la que se pudiera esperar en el duro vivir de campesinos al que parecían estar destinados.Exactamente un mes después se encuentran a punto de finalizar su período de entrenamiento que culminará con la ceremonia de juramento a la bandera luego de la cual serán asignados a sus reparticiones definitivas donde servirán por un año y de hacerlo en forma destacada se les ofrecerá la posibilidad de contratarse como funcionario de planta del ejército. Pero aún falta un obstáculo, una dura campaña de varios días en plena cordillera en donde deberán poner en práctica todo lo que sus instructores les han enseñado.A pesar de lo duro que pueden ser los juegos de guerra la campaña se ha llevado a cabo sin contratiempos y de acuerdo a la planificación previa, los jóvenes conscriptos han demostrado su bravura y los oficiales se encuentran satisfechos con los resultados de su entrenamiento, sólo queda una sencilla y final marcha de algunos kilómetros por la ladera norte del volcán Antuco, un verdadero juego de niños para estos ya recios hombres. Sin embargo la madrugada previa la cumbre del macizo montañoso se cubrió de nubes sombrías que al ojo experto hacían recomendable más prudencia que excesiva confianza y por sobre todo más humildad que altanería.Un tozudo Coronel que por desgracia comandaba al batallón en campaña desestimó las aprensiones de los arrieros de la zona, “Qué han de saber más que yo estos campesinos cuidadores de ovejas, no en vano estudié y me perfeccioné en las mejores academias militares del continente” debió haberse dicho; tampoco escuchó los consejos de sus experimentados sargentos, “Aún no entiende esta gente que las decisiones aquí las tomo yo, por algo ellos son sargentos y yo soy Coronel” debió haberse dicho; hizo oídos sordos a los temores de sus jóvenes oficiales, “Estos tenientes deben aprender a gobernar a sus soldados y a no demostrar miedo, menos a unas cuantas nubes” debió haberse dicho; ni siquiera presto importancia a los informes meteorológicos, “Un poco de viento y algunos copos de nieve no dañará a los conscriptos, a fin de cuentas se han entrenado para ser bravos soldados y no excursionistas de fin de semana”, debió haberse dicho; y aunque no había ningún apremiante, tenían provisiones para varias semanas en el refugio donde se encontraban acantonados, y aunque era solo un entrenamiento pues no estábamos en guerra, de hecho la última batalla librada por nuestro ejército fue hace más de un siglo, y aunque la ceremonia de juramento a la bandera podía aplazarse perfectamente un par de días, una hora después del amanecer con voz clara y firme dio la orden de marchar.Aún si fueran ciertas las creencias de los indígenas de la zona de que un traicionero espíritu habita en las profundidades de cada volcán el paso de un centenar de hombres no sería suficiente para despertarlo, la naturaleza no es cruel ni benigna sencillamente cumple con su ciclo: calor en verano frío en invierno.Pasada una hora de marcha y faltando otras cuatro para llegar a destino la suave llovizna se transformó en viento blanco, la más temida de la ventiscas y aquella con la que ninguno de los que conocemos de montaña quisiéramos encontrarnos. La nieve cae copiosamente alcanzando en minutos un par de metros sobre el suelo, la visibilidad se reduce al mínimo imaginable, el silbido del viento ahoga todo sonido que pueda servir de orientación, la temperatura baja súbitamente varios grados bajo cero, la hipotermia hace el resto.Se debió esperar hasta los deshielos primaverales varios meses después para encontrar el último de los cuarenta y cinco cuerpos que terminaron cubiertos por más de siete metros de nieve, cuarenta y cinco ataúdes cubiertos con la bandera nacional y enterrados con honores militares, cuarenta y cinco niños soldados que sólo siguieron órdenes confiados en la sabiduría de la superioridad de mando.Se le ha querido llamar los “Héroes de Antuco”, pero héroe es quien expone su vida por una noble causa, por un bien superior, por el bienestar de otros, para mí son tan sólo las “víctimas”, no del volcán Antuco que ninguna culpa tiene en esto sino las víctimas de un hombre que creyó que poseía la razón absoluta y que sus órdenes debían ser tan sólo obedecidas y nunca cuestionadas.El nombre del Coronel… ¿Realmente vale la pena recordarlo?

martes, 26 de marzo de 2013

La Chinkana

A simple vista la Chinkana parece un simpático laberinto de piedras, quizás el patio de juegos de algún excéntrico gobernante Inca, pero en realidad se trata de las ruinas de un antiguo templo solar levantado por la cultura Tiwanakota en el corazón mismo del Lago Titicaca. 
Su posición tampoco es mero capricho pues se emplazo sobre un delicado manantial por el que fluye el más vital elemento para las comunidades altiplánicas y a pocos metros de una colosal roca que pareciera tener la forma de la cabeza de un puma, animal totémico para el mundo andino. 
La Chinkana nos habla de las creencias, sencillas y complejas, de un antiguo pueblo desaparecido. De su devoción al culto solar, propio de todo pueblo agrícola, de su observación de las estaciones, de la espera de los solsticios, de los ciclos de crecida y disminución del lago sagrado, de sus deidades en las lejanas pero aún visibles cumbres de la Cordillera Real, en resumen de su plena comunión con la naturaleza que los envolvía y de la cual eran un todo. 
¿Se han preguntado de qué hablarán las ruinas que nosotros dejemos? 
Las ruinas egipcias hablan de la obsesión por trascender más allá de la muerte, las griegas de un culto por lo estético, las romanas de las ansias de supremacía absoluta, las medievales de una religión a ratos ciega y obtusa, las de la revolución industrial de la miseria en la que podemos sumir a otros en prode nuestros intereses, ¿Pero qué hay de la nuestras? 
Sin lugar a dudas en unos cuantos siglos buena parte de nuestras urbes se encontraran demolidas, nada quedará de las opulentas casonas en los suburbios ni de los hacinados departamentos en el corazón capitalino, todos estos habrán sido reemplazados por nuevas opulencias y nuevos hacinamientos así como nosotros reemplazamos a los anteriores. Pero es probable que aún queden las fachadas de nuestras gigantescas torres de concreto y cristal, a esas alturas quien sabe cuántas veces restauradas para detener el paso del tiempo, y es probable que los logos corporativos hechos en letreros de neón sean atesorados en los museos como fiel reflejo de la iconografía de una época, y todo en conjunto hablará de una o varias generaciones que tan solo rindieron culto al efímero éxito.

domingo, 24 de marzo de 2013

Cuerpos Desnudos/Cuerpos Pintados

Mucho se ha hablado de los cambios de nuestra sociedad en términos de apertura y de un vuelco liberal. La mayoría de los sociólogos coinciden en marcar como una suerte de verdadero punto de inflexión el desnudo masivo efectuado en el Parque Forestal a mediados del 2002 con ocasión de la visita del fotógrafo norteamericano Spencer Tunick. 
Supuestamente esa fría madrugada, en la que miles de compatriotas se desnudaron para participar de las célebres perfomance del artista estadounidense, nuestra sociedad dejó atrás sus pudores y su pacatería para dar paso a un Chile mucho más liberal y abierto de mente. La verdad tengo mis dudas al respecto y permítanme exponer las razones de ello. 
El lugar elegido por Tunick fue el frontis del Museo de Arte Contemporáneo en el corazón del Parque Forestal. Quienes conocen Santiago saben que esa es una posición estratégico cercano y equidistante de los barrios Bellavista, Lastarria y Mapocho, tres de los principales centros del “carrete” o “movida” nocturna en la capital. 
Por otro lado y debido a la diferencia horaria tan solo un par de horas antes se transmitió por televisión la final de Japón-Corea 2002 en la que se enfrentaron las selecciones de Brasil y Alemania, y aunque nuestra escuadra no estaba involucrada ningún futbolero genuino sería capaz de perderse el desenlace de una copa del mundo. 
Con estos datos la ecuación resulta sencilla: después de una larga noche de juerga sabatina en los barrios mencionados la mayoría de los comensales dedicó las últimas horas de la noche a mirar el referido partido de futbol acompañándolo de seguro de una generosa dosis de alcohol. 
No es extraño suponer que conjunto a la masiva salida de pubs y restaurantes haya cundido la idea de ir a mirar a los que se iban a “sacar la ropa para Tunick”, y es también probable que una vez en el Parque Forestal con una masiva mezcla de resaca y euforia haya nacido la masiva idea de participar. 
Y es que lo que ocurrió más que un cambio radical en nuestro comportamiento social resulta parecido a las llamadas telefónicas hechas en medio de una borrachera: las recordamos, nos reímos de ellas, hasta quizás no nos arrepintamos de haberlas hecho, pero en ningún caso nos sentimos comprometidos con lo que hayamos dicho en ellas. 
Hasta el día de hoy los desnudos pueden provocar morbo o curiosidad pero en ningún caso son mirados con naturalidad. Basta con ver nuestra televisión en donde la desnudez tan solo la vemos en escenas eróticas o en reportajes antropológicos a las tribus africanas. Las playas nudistas son caldo de cultivo para fisgones y protestas de grupos conservadores; las muestras artísticas con desnudos son exitosas tan solo si en ella participan modelos jóvenes y atractivos, y así podríamos continuar con un largo etcétera que demuestra que el morbo sigue siendo un ingrediente preponderante en nuestra supuestamente desprejuiciada sociedad. 
Hace poco fui a fotografiar a un festival de cuerpos pintados en Valparaíso. Aparentemente este si se trataba de un encuentro de mentes (y cuerpos) liberales y modernas, pero con el intenso olor a marihuana en el ambiente y la gran cantidad de latas de cerveza desperdigadas por el lugar parece un hecho que aún el sacarnos la ropa en público es algo que viene seguido de una fuerte resaca.

viernes, 22 de marzo de 2013

Los Caminos de Nahuelbuta

Tenía tan sólo catorce años la primera vez que me atreví a viajar solo a la parcela que mis tíos tenían hacia el folde oriental de la cordillera de Nahuelbuta. 
Sabía bien como llegar, ya había ido un par de veces junto a mis padres. Debía tomar un bus que después de casi diez horas de viaje me dejaría en Coigüe, una antigua estación de ferrocarriles en desuso en la ribera sur del río BíoBío; una vez allí tenía que tomar un camino de ripio que avanzaba seis kilómetros al oriente hasta llegar al pueblo de Negrete y desde allí avanzar cinco kilómetros más al sur hasta llegar al caserío de Vaquería donde mis familiares tenían sus tierras. 
Por la referida estación de trenes los buses rurales pasaban tan solo un par de veces al día sin un horario definido así que en esa ocasión, y en las posteriores, opté por hacer el trayecto caminando; y en esa ocasión, como en las anteriores, algún campesino de la zona me dio un aventón en su carretela tirada por caballos o bueyes. 
 Hace unos pocos días, esta vez con cuarenta años y el costado occidental de Nahuelbuta, volví a ver una de esas carretelas tiradas por bueyes avanzando parsimoniosamente por las nuevas y modernas carretera, y fue inevitable sumergirme en los recuerdos de esos albores de adolescencia. 
El punto es que para el verano de 1984 la telefonía alcanzaba a una de cada cincuenta casas en las zonas urbanas en tanto en las rurales el servicio era casi inexistente. Que hablar de teléfonos móviles o correo electrónico, en esa época el concepto no se acuñaba ni siquiera en las películas más futuristas. La única forma de comunicarse con urgencia era mediante un telegrama (¿los recuerda?), entonces a mis padres al darme permiso para viajar asumían que deberían esperar unos cuantos días para volver a tener noticias de mi. 
Cuanto ha cambiado el mundo entonces, o nosotros nos hemos vuelto más desconfiados o la maldad ha aumentado o la necesidad de comunicación nos esclaviza. Hace solo treinta años podías permanecer varios días sin hablar con tus hijos suponiendo adolescentes suponiendo que todo estaba bien y hoy en día nos parece prudente, necesario e intranzable llamarlos a sus móviles cada dos horas cuando salen de noche.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Hijos del Baker

Existen lugares perdidos entre fiordos y ventisqueros australes en donde aún los caballos son más preciados que los automóviles, en donde las hortalizas se cultivan en la huerta y no se consiguen en un supermercado, en donde pescados y mariscos alcanzan tamaños descomunales por estar libres de la sobre explotación, en donde las casas nos las levanta una constructora, en donde los animales y cargas pesadas se trasladan en balsas hechas de troncos, en donde cada cual prepara su propio pan, en donde no haces planes porque todo dependerá de cómo amanezca el clima el siguiente día, en donde se trabaja duro en verano para guardar para el largo invierno, en donde un partido de futbol o un cumpleaños puede paralizar a todo un pueblo, en donde colibríes y cucaos no se esconden del paso del hombre, en donde cada cual conoce el nombre de su vecino, en donde hombre y naturaleza viven en paz, en donde hombres y hombres viven en paz, ese es el mundo que conocí en la desembocadura del Baker.

lunes, 18 de marzo de 2013

Neoclasicismo Porteño

A lo largo de la historia siempre ha existido una suerte de capital mundial, una megalópolis a la cual el resto de sus provincias, directas o tácitas, sigue. En un comienzo fue Roma y desde las islas británicas al medio oriente el mundo conocido se llenó de coliseos, hipódromos y anfiteatros. 
Para quienes somos sudamericanos este imitar a la metrópolis nació junto con la Conquista y era lógico esperar que los recién llegados quisieran revivir en el Nuevo Mundo las calles de Sevilla. Hacia finales de la Colonia la idea era parecerse a Marsella, luego vino la Reina Victoria y cada barrio aristocrático era un pequeño Londres. 
 El primer centenario de la emancipación americana llegó casi en conjunto con la Belle Epoque. Con un siglo de vida independiente las naciones consideraron que había llegado el momento de darle forma y cuerpo a su institucionalidad motivando que las construcciones neoclásicas al más puro estilo parisino se adueñaran de las urbes americanas. 
Más tarde vendría la supremacía de Chicago, y díganme si es que al andar por el centro de Santiago o Valparaíso no se sienten inmersos en una película de gangster, hasta llegar a nuestros días donde cada rincón aspira a convertirse en un nuevo Manhattan. 

 Como siempre la arquitectura va de la mano con la economía, como siempre queremos hacer sentir en casa a los dueños del fundo, y así como van las cosas quizás sería bueno que nuestros diseñadores y arquitectos empiecen a aprender a levantar pagodas.

sábado, 16 de marzo de 2013

Vigilante en las Cornisas

Hace algunos años una “vieja” sabia a quien admiro muchísimo, me dijo que cada mañana hay que darse el tiempo de sentir el calor o el frío en el rostro y luego avanzar siempre con la frente muy en alto, no por orgullo sino para descubrir lo que el día tiene para mostrarnos. Pero desde el advenimiento de la hiperconectividad y de los teléfonos inteligentes cada vez alzar la vista resulta más difícil, por el contrario cada vez el incesante flujo de información, la creada necesidad de mantenerse “online”, la creada necesidad de compartir los que nos está sucediendo o enterarnos de lo que otros comparten nos obliga a mantener nuestra vista gacha sumergida en las pantallas de nuestros dispositivos. 
Lo anterior no es una crítica sino la simple constatación de un hecho, pretender que ello cambie resulta casi absurdo. 
En medio de la naturaleza recobramos en parte la capacidad de maravillarnos quizás exclusivamente porque usualmente al interior de un parque nacional, en una playa recóndita o en lo alto de la cordillera no contamos con señal de telefonía. Por lo mismo es la ciudad la que pasa cada vez más desapercibida a nuestros ojos, son esos pequeños tesoros que cuelgan desde los ventanales o se alzan sobre los pórticos los que cada vez resultan más desconocidos y por lo mismo sorprendentes. 
Curiosamente, en la actualidad la tarea de quienes admiramos la arquitectura y el entorno urbano consiste en capturar esas cotidianas sorpresas en nuestras cámaras digitales para después levantar dichas imágenes al ciberespacio, sólo de esa forma la ciudad podrá ser descubierta por quienes transitan en ella. Quizás así quienes transitan por la calle Lastarria a pocos metros de Merced puedan descubrir a este juglar que a tres metros de altura nos vigila entre las cornisas y las enredaderas, porque querámoslo o no es internet quien nos cuenta lo que está ocurriendo justo encima de nuestras cabezas.

jueves, 14 de marzo de 2013

Walking on the Steam

Es paradojal que en el mismo país que se precia, hasta la majadería a ratos, de contar entre sus hijos a uno de los máximos exponentes de la lengua hispana en el último siglo, me refiero a Pablo Neruda, las personas hagan un “break” pata tomar café con “muffin”, a la salida del trabajo algunos se dediquen al “running”, otros vayan de “shoping” al “mall”, otros opten por celebrar un ”after office” en algún local con “happy hour”, y en las vacaciones muchos las pasen en un “resort & spa”. 
Nuestra necesidad de vender la marca Chile a mercados de mayor poder adquisitivo, ya sea para atraer inversionistas o turistas, ha hecho que de tanto mirar para allá hayamos dejado de morar hacia acá, y al parecer la hospitalidad se ha convertido en un querer hacerles sentir literalmente como en casa, con su mismo estilo de vida, sus mismas modas y su mismo idioma. 
La pregunta es si es eso lo que un extranjero desea ver al visitar nuestro país y se me viene a la mente el caso de un importante empresario mexicano que contaba que cierta frustración que en su paso por Chile en cada reunión era recibido con mariachis, tacos y tequila. “De haber sabido que iba a ser así mejor hubiera hecho una video conferencia desde el DF” fue su comentario final. 
En la actualidad la principal campaña de nuestro Servicio Natural de Turismo lleva por titulo “This Is Chile”, y como es lógico pensar está orientada casi exclusivamente a un público angloparlante. Cada video y cada afiche publicitario están repletos de imágenes de jóvenes caucásicos dedicados a “walk on the steam of geysers”, “view the miracle of flower in the desert”, “enjoy the best wines in the world”, “discover the magic of the Island”, “climb an ancient and snow covered volcano”, y asi un largo etcetera de sugerentes frases con su respective apoyo audiovisual. 
No me mal interpreten, encuentro fantástico que nuestro país se dé a conocer en el exterior, pero cuando en época de vacaciones nuestros aeropuertos colapsan por la multitud de personas ansiosas de irse a otras latitudes quiere decir que algo estamos haciendo mal con nuestro mercado interno. 
Alguien me dirá que las cifras demuestran que en la última temporada estival más de la mitad de nuestra población se trasladó dentro del país por motivos vacacionales, pero al analizar los números en detalle es fácil notar que la cifra se infló con personas que cada fin de semana durante todo el verano viajó a las playas cercanas a Santiago. 
Lo cierto es que son porcentualmente pocos los chilenos que han caminado entre los vapores humeantes de los geyser del Tatio, que han visto millones de estrellas en lo alto del Elqui, que han navegado entre los témpanos desprendidos de un ventisquero o que al menos saben dónde queda específicamente Caleta Tortel, Cochamó, Curarrehue o Mamiña, y les aseguro que un europeo recién llegado sabe perfectamente como ubicarlos en un mapa y como llegar allí. 
Nuevamente alguien dirá que el valor de los viajes es uno de los principales factores que inhibe el turismo interno y que es más fácil pagar un viaje al Caribe en las 48 cuotas que ofrecen las agencias de viaje pertenecientes al retail, pero poniéndonos la mano en el corazón lo cierto es que la gran mayoría de quienes aducen el tema costos ni siquiera han analizado detenidamente cuanto gastarían en recorrer algún punto de nuestro país y créanme que al hacerlo se sorprenderán por los resultados. Un viaje bien planificado no es más caro que una semana en Punta de Cana o Cancún. 
Tengo la sensación que en un futuro próximo nos encontraremos en algún aeropuerto extranjero viendo casualmente alguno de los videos promocionales de nuestro país y terminaremos diciendo “¿Is this Chile?” 

Paradojalmente uno de los poemas más famosos de Neruda, conocido popularmente como “Amo el amor de los marineros que besan y se van”, lleva por titulo “Farewell”.

martes, 12 de marzo de 2013

Albarrán y la Leyenda del Vale Callampa!!!

Cuenta la leyenda que cierto día de mediados de los años noventa Ruben Albarrán, líder de Café tacvba, tomó un taxi en el centro de Santiago de Chile y quedó maravillado por una “rolita” que sonaba en la radio. Esa rola era “Amor Violento” de Los Tr3s y Albarrán no tarde en trabar amistad con los integrantes de la banda chilena. 
Cuenta la leyenda que tiempo después el mismo Albarrán caminaba por las calles santiaguinas junto a Alvaro Henríquez, líder de Los Tr3s, cuando desde la vereda contraria un tipo grita: “Café Tacvba vale callampa!!!”
Cuenta la leyenda que ante cierto desconcierto de Albarrán, Henríquez entre risas le explicó que “Vale Callampa” es un chilenismo que implica que algo es extremadamente bueno. Cuenta la leyenda que mucho tiempo después Albarrán descubrió que en realidad la expresión “Vale Callampa” implica que algo es absolutamente malo e insignificante. 
Cuenta la leyenda que el 2002, luego de la disolución aparentemente definitiva de Los Tr3s, Albarrán y los demás integrantes de Café Tacvba deciden grabar un disco tributo a la banda sudamericana y no dudan en titularla “Vale Callampa!!!”.

domingo, 10 de marzo de 2013

Pariente Pobre

La suerte para el Gallinazo (Coragyps atratus) y su primo el Cóndor (Vultur gryphus) resulta ser bastante distinta a pesar de que ambos pertenecen a la familia de los buitres, se alimentan de carroña y quizás sus únicas diferencias estén en la cresta que corona la cabeza de los machos y unas cuantas plumas blancas en el cuello. 
Contemplar un cóndor planeando entre los riscos de los Andes resulta el coronario perfecto a un día de excursión en la montaña, en tanto observar el vuelo de un gallinazo sobre la sequedad de la pampa pareciera presagiar un sino trágico a una caminata en el desierto. 
El cóndor está presente en los emblemas patrios de la mayoría de los países en Sudamérica a la vez que equipos deportivos, expediciones e instituciones buscan asociarse con su imagen. Por su lado el gallinazo, más conocido por su apodo de “Jote”, es asociado casi a todo aquello que es despreciable. 
Al parecer también en el mundo de las aves el lugar donde se vive y unas cuantas plumas claras pueden marcar la diferencia en el cómo te ven y cómo te tratan.

viernes, 8 de marzo de 2013

Guachacas del Liberty (Republicación del 10/08/09)

Como muchas cosas en la vida esta fotografía no fue gratuita, a cambio de posar para ella estos parroquianos del Liberty, el más antiguo de los bares de “mala muerte” en Valparaíso, me exigieron invitarles los que seguramente eran a esa altura los undécimos vasos de pipeño, un vino blanco de extremo dulzor y bastante embriagador, que se tomaban en el día a la vez de acompañarlos algunos minutos en su amena conversación. Ambos, personas humildes, inocentes pero astutos, algo sino bastante dados a la bebida, sin rumbo fijo, amantes del tango y el bolero, bohemios de bajo presupuesto, corresponden a la perfección a lo que en Chile denominamos coloquialmente “Guachaca”. 
Es interesante detenerse en la evolución que el término ha tenido en el tiempo. Derivado del quechua huajcha kay = ser pobre, era la forma en que los incas denominaban como es lógico suponer a las clases menos acomodadas, luego avanzada la modernidad el alcoholismo se convirtió en el principal problema social en los sectores marginales por los que el término fue heredado por los amigos de la bebida, finalmente hacia los años de represión durante la dictadura militar en Chile los intelectuales de izquierda hicieron de los clandestinos antros de venta de alcohol sus lugares de reunión transformándolos en refugio del libre pensamiento que combinado con el permanente ambiente de celebración que las copas de más suelen provocar terminó por constituir lo que hoy en mi país es la bohemia popular también llamada “Cultura Guachaca”. 
Bastante se ha escrito del asunto, han surgido infinidad de defensores y detractores, más de algún sociólogo ha tratado de analizarlos, entenderlos y clasificarlos. Para muchos el Guachaca es aquel que con una botella de vino, dos vasos y una buena conversación es capaz de arreglar el mundo. Otros los consideran los legítimos herederos de la revolución francesa pues sus ideales se resumen en Libertad, Igualdad y Fraternidad, en tanto para otros es una forma de vida decadente, carente de ambición y en algunos casos bastante autodestructiva. 
Personalmente, y obviando lo que respecta a los excesos con la bebida, me quedó con la forma en la que el cantor popular, poeta y renombrado guachaca Dióscoro Rojas los define: “los guachacas somos sencillamente almas humildes que sólo anhelamos tres cosas en la vida para ser felices: una mujer a la que amar, un amigo al que abrazar y una casa que pintar cada primavera”. Visto desde ese punto de vista soy un guachaca por esencia.

jueves, 7 de marzo de 2013

Ocaso del Barón

Podremos preservar el pasado pero jamás podremos hacerlo presente. 
En muchas ocasiones el interés por preservar el patrimonio histórico choca con la realidad práctica. Nadie hoy por hoy pensaría en cruzar el Atlántico en carabelas o en transitar por las autopistas en un Ford T, lo que no quita que admiremos réplicas y originales de dichos medios de transporte en algún museo o sitio conmemorativo. 
Bastante se ha hablado en Valparaíso sobre el abandono y paralización de sus tradicionales ascensores, en realidad funiculares, uno de los principales atractivos patrimoniales de la ciudad. Mucho también se ha hablado sobre las demoras del municipio y del gobierno para ponerlos nuevamente en funcionamiento. Mucho también se ha hablado sobre el aprovechamiento político de reinagurarlos justa en época de elecciones alcaldisias. Pero de lo que no se ha hablado es de si de verdad su puesta en funcionamiento es necesaria. 
Cuando la mayoría de los funiculares entró en funcionamiento, a principios del siglo XX, lapoblación de Valparaíso no superaba la centena de mil y quienes vivían en los cerros en su gran mayoría lo hacían en las laderas iniciales hasta la cota cien por lo que los ascensores les resultaban vitales para su desplazamiento. En la actualidad el grueso de los habitantes del puerto viven varios kilómetros cerro arriba más allá de donde llegan los referidos funiculares por lo que su uso es absolutamente inviable, mucho más práctico les resulta tomar un micro o colectivo en el plan de la ciudad que los dejará en las puertas de sus casas.
Reconozcámoslo, el día de hoy los únicos que usan los ascensores son los turistas y los visitantes capitalinos de fin de semana, y con salvedad de los emplazados en los cerros Alegre y Concepción el resto es bastante poco usado por los porteños. Quizás sea necesario preguntarnos si es necesario mantenerlos en funcionamiento vendiendo a los extranjeros una romántica idea que a la práctica tiene poca vigencia actual.

domingo, 3 de marzo de 2013

La Vid y el Vino

“Vino color de día, vino color de noche, Vino con pies de púrpura o sangre de topacio, 
Vino, estrellado hijo de la tierra Vino, liso como una espada de oro 
Suave como un desordenado terciopelo 
Vino encaracolado y suspendido, amoroso, marino, 
Nunca has cabido en una copa, en un canto, en un hombre, 
Coral, gregario eres, y cuando menos, mutuo. 
A veces te nutres de recuerdos mortales, 
En tu ola vamos de tumba en tumba, 
Picapedrero de sepulcro helado, y lloramos lagrimas transitorias, 
Pero tu hermoso traje de primavera es diferente, 
El corazón sube a las ramas, el viento mueve el día, 
Nada queda dentro de tu alma inmóvil. 
El vino mueve la primavera, crece como una planta de alegría, 
Caen muros, peñascos, se cierran los abismos, nace el canto, 
Oh tú, jarra de vino, en el desierto con la sabrosa que amo, 
Dijo el poeta, 
 Que el cántaro vino al beso del amor sume su beso.” 

 Pablo Neruda (quien más!)