El “Morro”, un peñón rocoso de un poco más de cien metros de alto, es el emblema de la ciudad de Arica y escenario de una de las principales batallas de la Guerra del Pacífico que enfrentó a los países hermanos de Chile y Perú a finales del siglo XIX.
Hasta 1880 Arica se encontraba bajo soberanía peruana. A principios de Junio de aquel año el ejército chileno cercó la ciudad obligando a las fuerzas defensoras a acantonarse en lo alto del morro. De acuerdo a las crónicas de la época el día 7 de Junio el Regimiento 4to de Línea efectuó el asalto final y luego de tan solo 55 minutos de iniciarse el combate las tropas chilenas lograron hacerse de la cima arriando para siempre la bandera del Perú y puedo señalar que de ser exactos los reportes lo anterior constituye toda una hazaña porque cualquier visitante vestido cómodamente y debidamente hidratado demora al menos media hora en alcanzar la cumbre, por lo que hacerlo en tan poco tiempo cargado con el equipamiento de batalla y en medio del fragor del combate justifica el orgullo del ejército nacional que hasta hoy celebra la fecha como el día de las Glorias de la Infantería.
Lo que la historia usualmente no señala, o prefiere omitir, es que los soldados del 4to de Línea y demases regimientos chilenos solían prepararse para la batalla bebiendo la “Chupilca del Diablo”, un brebaje en donde se mezclaba aguardiente destilada en los mismos cañones militares con pólvora negra y que según lo relatado en el libro “Adiós al Séptimo de Línea” sumía a los combatientes en un potentísimo estado de euforia que los hacía capaces de realizar las hazañas más impensadas aún a riesgo de sus vidas.
Prácticas como las descritas parecen no ser tan extemporáneas porque se encuentra de sobra documentado y denunciado que en las interminables guerras tribales que actualmente tienen lugar en África se obliga a los niños soldados a inhalar cocaína mezclada con pólvora para hacerlos más fieros y dispuestos a la batalla.
Pero más allá de lo ocurrido en guerras centenarias o las atrocidades de los conflictos africanos el uso de estimulantes pro resultados no se limita a los campos de batalla. Hace poco tuve ocasión de ver un reportaje a algunas de las glorias del fisiculturismo latinoamericano y cada uno de los entrevistados admitía sin culpa haber usado toda clase de anabólicos, esteroides e incluso hormonas de uso veterinario para poder conseguir un potente tono muscular. De acuerdo a lo que señalaban sin las “inyecciones” era absolutamente imposible alcanzar un nivel competitivo de rango internacional (hay que recordar que el fisiculturismo no está considerado un deporte olímpico por lo que en él no existen controles anti dopaje).
Todo lo anterior resulta extremo, vergonzoso y condenable, a fin de cuentas el fin no puede justificar los medios. Pero en nuestras sociedades modernas ¿cuántas mujeres (y hombres) se mantienen delgadas mediante el uso indiscriminado de sibutramina? ¿cuántos profesionales soportan extensas jornadas de trabajo con altos estándares de productividad mediante el consumo de efedrina o algún otro estimulante? ¿cuántos estudiantes mejoran su concentración previa a un examen mediante el uso de ravotril o algún otro ansiolítico?
Queramos reconocerlo o no vivimos en un mundo en donde el fin si justifica los medios y en donde lamentablemente estamos dispuestos a si es necesario hacer alguna trampa, no a los demás sino sobre todo a nosotros mismos, con tal de alcanzar determinadas metas.
Hasta 1880 Arica se encontraba bajo soberanía peruana. A principios de Junio de aquel año el ejército chileno cercó la ciudad obligando a las fuerzas defensoras a acantonarse en lo alto del morro. De acuerdo a las crónicas de la época el día 7 de Junio el Regimiento 4to de Línea efectuó el asalto final y luego de tan solo 55 minutos de iniciarse el combate las tropas chilenas lograron hacerse de la cima arriando para siempre la bandera del Perú y puedo señalar que de ser exactos los reportes lo anterior constituye toda una hazaña porque cualquier visitante vestido cómodamente y debidamente hidratado demora al menos media hora en alcanzar la cumbre, por lo que hacerlo en tan poco tiempo cargado con el equipamiento de batalla y en medio del fragor del combate justifica el orgullo del ejército nacional que hasta hoy celebra la fecha como el día de las Glorias de la Infantería.
Lo que la historia usualmente no señala, o prefiere omitir, es que los soldados del 4to de Línea y demases regimientos chilenos solían prepararse para la batalla bebiendo la “Chupilca del Diablo”, un brebaje en donde se mezclaba aguardiente destilada en los mismos cañones militares con pólvora negra y que según lo relatado en el libro “Adiós al Séptimo de Línea” sumía a los combatientes en un potentísimo estado de euforia que los hacía capaces de realizar las hazañas más impensadas aún a riesgo de sus vidas.
Prácticas como las descritas parecen no ser tan extemporáneas porque se encuentra de sobra documentado y denunciado que en las interminables guerras tribales que actualmente tienen lugar en África se obliga a los niños soldados a inhalar cocaína mezclada con pólvora para hacerlos más fieros y dispuestos a la batalla.
Pero más allá de lo ocurrido en guerras centenarias o las atrocidades de los conflictos africanos el uso de estimulantes pro resultados no se limita a los campos de batalla. Hace poco tuve ocasión de ver un reportaje a algunas de las glorias del fisiculturismo latinoamericano y cada uno de los entrevistados admitía sin culpa haber usado toda clase de anabólicos, esteroides e incluso hormonas de uso veterinario para poder conseguir un potente tono muscular. De acuerdo a lo que señalaban sin las “inyecciones” era absolutamente imposible alcanzar un nivel competitivo de rango internacional (hay que recordar que el fisiculturismo no está considerado un deporte olímpico por lo que en él no existen controles anti dopaje).
Todo lo anterior resulta extremo, vergonzoso y condenable, a fin de cuentas el fin no puede justificar los medios. Pero en nuestras sociedades modernas ¿cuántas mujeres (y hombres) se mantienen delgadas mediante el uso indiscriminado de sibutramina? ¿cuántos profesionales soportan extensas jornadas de trabajo con altos estándares de productividad mediante el consumo de efedrina o algún otro estimulante? ¿cuántos estudiantes mejoran su concentración previa a un examen mediante el uso de ravotril o algún otro ansiolítico?
Queramos reconocerlo o no vivimos en un mundo en donde el fin si justifica los medios y en donde lamentablemente estamos dispuestos a si es necesario hacer alguna trampa, no a los demás sino sobre todo a nosotros mismos, con tal de alcanzar determinadas metas.