viernes, 31 de diciembre de 2010

Burbujas de Jabón

Para la celebración de nuestro bicentenario en el pasado mes de septiembre asistí a uno de esos eventos que en Chile se les denomina como de Plaza Italia para arriba. A los lectores extranjeros les explico que la referida plaza marca el punto central de Santiago, hacia el oriente (arriba) se encuentran los barrios altos y hacia el poniente (abajo) los barrios populares, en otras palabras asistí o más bien me colé en un evento de nuestra singular aristocracia.
Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, señalaba que los anhelos de movilidad social era la raíz de buena parte de los problemas en los estados modernos al no conformarse cada individuo a su posición en la escala social frustrándose en su constante deseo de ascender. Parto por aclarar que no comparto en nada sus apreciaciones, defiendo el que todos tengamos el derecho a mejorar nuestro estándar de vida y a construir condiciones más ventajosas para nuestros hijos, pero sí creo que las odiosas luchas de clases han terminado por introducir los gérmenes de la discriminación, el arribismo, la envidia y el resentimiento.
Mientras me paseaba en medio de dueños de fundos, criadores de caballos de fina sangre, familias bajándose de camionetas con doble tracción y muchachos estacionando los descapotables de sus padres, me detuve a observar a un humilde vendedor que voceaba sus jugos de frutas que eran exprimidos en el momento con la ayuda de su hijo un chico de no más de diez años al que llamaremos Juan y que de seguir el mundo su curso es probable que en quince años más sea él quien vocee la venta de zumos en las fiestas patrias del 2025.
Minutos después en medio de la multitud reconocí a un famoso empresario dueño de buena parte de la producción vitivinícola de nuestro país acompañado de sus numerosos nietos entre los que destacaba por su vivacidad la más pequeña a la que llamaremos Isidora y que de seguir el mundo su curso de seguro será rostro de las páginas sociales de las revistas de papel cuché en un futuro próximo.
Mi tarde transcurrió probando vinos de guarda, degustando finos quesos, observando caballos (de los que aparte de montarlos no sé nada), hasta que de repente me volví a encontrar con la Isidora quien entusiasmada se dedicaba a hacer volar por el aire decenas de burbujas de jabón las que eran perseguidas por Juan quien intentaba retenerlas en sus manos para devolverlas a su dueña. Por un instante Plaza Italia se vino abajo y la más hermosa de los de arriba y el más tierno de los de abajo jugaban juntos sin importarles sus cunas y linajes. El mágico momento no duró mucho, Isidora recibió el llamado para unirse al séquito familiar y Juan debió regresar a exprimir naranjas, pero no dejo de pensar que si llenáramos la ciudad de burbujas de jabón quizás los de arriba dejarían de desconfiar de los de abajo y los de abajo no sentirían envidia de los de arriba y todos seríamos más felices.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Montegrande

Chile ha tenido dos glorias en la literatura, las dos cumbres más altas dentro de una larga tradición de poetas y escritores, dos vidas tan similares y a la vez tan opuestas.
Lucila Godoy Alcayaga y Neftalí Reyes Basoalto; ambos fueron contemporáneos, ambos compartieron sus humildes orígenes en localidades rurales al pie de Los Andes, en Montegrande la primera y en Linares el segundo; ambos prefirieron ser conocidos por seudónimos, Lucila eligió para sí Gabriela Mistral en tanto Neftalí optó firmar como Pablo Neruda; en ambos su talento los hizo destacar desde muy jóvenes; ambos ocuparon importantes puestos diplomáticos; ambos fueron galardonados con el Premio Nobel de Literatura; ambos tuvieron una nutrida correspondencia; ¡pero que tan distintos fueron sus sentimientos a la hora de componer sus poemas!.
La mayoría de los versos de Neruda están compuestos desde la posición del eterno y adorable seductor seguro de poder lograr una nueva conquista en tanto los versos de Mistral iban desde la tristeza de la seducida y luego abandonada.
Maruca, Delia y Matilde fueron las musas que inspiraron a Pablo, todas lo amaron, fue él el que dejó a las dos primeras para finalizar sus días junto a la “Chascona”, como cariñosamente apodaba a Matilde Urrutia el gran amor (o al menos el final) de su vida.
Juan Jerónimo, Alfredo, Romelio, Yin Yin y Doris, inspiraron los versos de la Mistral. El primero es el padre que la abandonó siendo pequeña; Alfredo fue su amor de adolescencia, aquel 20 años mayor que nunca se decidió a establecer en términos serios su relación; Romelio es el amor naciente que termina cuando este se suicida; Yin Yin es el sobrino, criado como un hijo, cuya vida también acaba en el suicidio; y Doris Dana fue finalmente el gran amor, la que la acompañó hasta el fin, la que la “quizo pa’bien”, pero a la que debió siempre ocultar porque a mediados del siglo XX ni Nueva York ni Santiago estaban preparados para aceptar un amor lésbico.
En mi apreciación la forma de ver el amor de Neruda se ve hermosamente plasmada en el que a mi gusto es su mejor verso “Pido Silencio” en donde declara que cambiaría la primavera tan solo porque los ojos de Matilde lo miren, y la más hermosa muestra de amor de Gabriela Mistral paradojalmente nace de la muerte luego del suicidio de Rogelio Ureta, es el verso con el que se hizo reconocida y también es el verso que en quizás un sino trágico marcará el futuro de sus afectos.

“Del nicho helado en que los hombres te pusieron.
Te bajaré a la tierra humilde y soleada,
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
Y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
Dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
Y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
Al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
Y en la azulada y leve polvareda de Luna,
Los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡Porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
Bajará a disputarme tu puñado de huesos!”

Verso I de los Sonetos de la Muerte

lunes, 20 de diciembre de 2010

Nahuelbuta (Republicación del 04/06/10)

El Parque Nacional Nahuelbuta es el último refugio de bosque nativo, principalmente Araucarias y Coigües, en la Cordillera Costera del centro sur de Chile. Actualmente esta zona protegida es una verdadera isla de flora autóctona en medio de millones de hectáreas de pino radiata simétricamente plantados por las empresas forestales para abastecer la industria de la celulosa.
Hace algunos días lamentablemente debí visitar a mi ejecutivo de cuentas para refinanciar uno de mis créditos bancarios. Lo anterior aparentemente no tiene ninguna relación con los árboles de Nahuelbuta, pero el punto es que para cumplir con el trámite de repactación debí firmar al menos medio centenar de documentos entre solicitudes de crédito en triplicado, seguro de desgravamen en quintuplicado, opcional de seguro de cesantía, declaración patrimonial, declaración de no participación en sociedades anónimas y un sin fín más que ya no recuerdo. Mi ejecutivo parecía un energúmeno poseído por un éxtasis casi místico imprimiendo e imprimiendo copias de documentos incesamente en su impresora laser que luego me alcanzaba para que yo estampara mi firma con mi mano ya casi acalambrada.
Esta experiencia me convenció de que en la Patagonia, en medio de la Amazonia o en algún lugar de Finlandia o Australia, el Banco Santander debe tener su propio bosque privado con su correspondiente planta de celulosa destinado a proveer del papel necesario para sus operaciones comerciales. De seguro no muy lejos de aquel bosque han intervenido el cauce de algún río con una represa para poder generar la energía eléctrica suficiente para mantener en funcionamiento constante su red de impresoras.
Me parece inaudito que en plena era informática todavía se usen toneladas de papeles que en formato digital podrían ser almacenados en un pequeño disco duro. Algún abogado me dirá que tal vez de acuerdo al marco jurídico actual los documentos digitalizados no tienen validez legal o que se yo que vacío constitucional, pero es allí donde deben actuar por primera vez en forma proactiva nuestros legisladores modificando lo que haya que modificar.
De seguro en estos precisos momentos mi ejecutivo de cuentas debe haber dado la orden de que se plante un árbol con mi nombre, el que va ser nutrido con toda clase de fertilizantes de crecimiento ultra rápido cosa que alcance a ser talado y convertido en papel de aquí a que tenga que pedir un nuevo crédito.
Lamentablemente las Araucarias y Coigües milenarios de Nahuelbuta tarde o temprano terminaran convertidos en un trozo de papel tamaño A4 en el que imprimiremos algún e-mail que un par de horas después arrojaremos al tacho de la basura a no ser que….. disculpen la interrupción pero mi ejecutivo de cuentas me acaba de llamar para avisarme que faltaron un par de documentos por firmar así que debo ir al banco.
PD: Hace pocos días se informó por la prensa que el gobierno impulsa un proyecto para que el papel dejé de usarse en las instituciones del estado.

jueves, 16 de diciembre de 2010

La Vie en Bleu

Hace algunas semanas luego de un almuerzo familiar en un restaurant porteño y mientras pasábamos frente a una pérgola mi hijo me pidió si le podía “prestar” (o más bien dicho regalar) algún dinero para comprar una flor que obsequiar a una de sus compañeras de colegio. Como es obvio inmediatamente asentí con una mezcla de orgullo, satisfacción y cierto pudor de ver como mi retoño se iniciaba en las artes de la galantería. Hasta allí todo bien pero el problema vino al momento de elegir la flor en cuestión ya que su madre que ese día nos acompañaba nos dio toda una exposición acerca del color de las flores y su significado: que el amarillo puede implicar la presencia de celos, que el azul es una demostración de amistad, que el rosado refleja ternura, el blanco pureza de sentimientos, el rojo pasión desatada, en fin después de aquella disertación entendí porque tal vez algunas flores enviadas a ciertas pretendidas no lograron el efecto deseado.
A pesar de que como fotógrafo me fascina la gama completa de colores y mientras más rebuscados mejor, a la hora de elegir uno para mí la cuestión es clara: mi color es el azul (salvo para regalar flores pero eso es otra historia). Nunca busqué un significado al respecto, hasta hace poco estaba convencido que dicha predilección se debía a que el club de futbol del cual soy hincha, la Universidad de Chile, usa una tricota color azul, pero de un tiempo a esta parte y considerando mi escaza pasión por el balompié me da la sensación que es a la inversa, ósea que la elección de mi equipo preferido se debió al color de su vestimenta.
Algunos psicólogos señalan que el color azul tiene relación con un estado de serenidad y otros que refleja un potente influjo nocturno y consecuentemente me siento un tipo sereno y más bien noctámbulo, de hecho creo que todas las entradas publicadas en este sitio las he escrito a altas horas de la noche, sin embargo me gusta mucho más el significado que Kieslowski le da a los tonos índigos en su ya clásica película “Trois Couleurs: Bleu” en donde el azul representa a la libertad pero en palabras del propio director polaco no simbolizada en un sentido político o social, sino más bien la libertad de vivir la vida en sí misma.
“Bleu”, considerada por algunos críticos como una de las mejores películas de la historia del cine, es de aquellas historias que puede ser revisitada una y otra vez. Es interesante ver como Julie (el papel interpretado por Juliette Binoche) quien consideraba que buena parte de lo logrado en su vida era por mérito de su difunto esposo descubre que en el fondo era ella la causante de su bienestar y era ella quien en realidad había compuesto las piezas musicales que habían dado gloria a su cónyuge, logrando de esta forma liberarse de sus duelos y de sus atávicos recuerdos. El ver como esta aparentemente frágil mujer supera sus pérdidas, vence sus deseos autodestructivos, afronta su pasado, se reenamora y descubre su inmenso potencial, renuevan mis ganas de continuar viviendo La Vie en Bleu.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Frente a la Rompiente

En el último año me he hecho parte de varios círculos de fotógrafos, algunos orientados a fotografía urbana, otros a conceptual, retratos, paisajísticas, de naturaleza, etc. En ellos he conocido a profesionales sencillamente de excepción tanto por su calidad técnica como por la pasión puesta en lo que hacen, pero si hay un grupo que destaca son aquellos dedicados a la captura de imágenes de naturaleza virgen, si quieren conocer algo de su trabajo les recomiendo visitar www.fotonaturaleza.cl, allí encontrarán las capturas hechas por tipos tan imbuidos en lo que hacen que son capaces de caminar varias horas por senderos perdidos en medio de las montañas y acampar junto a alguna laguna perdida para luego a eso de las cinco de la madrugada sumergirse hasta la cintura en medio de aguas pantanosas cubiertos con una red de camuflaje y permanecer allí unas cuantas horas inmóviles tan solo para poder obtener una foto de un Pato Cuchara al amanecer, y les aseguro que lo recién relatado no es ninguna exageración.
El punto es que conversando con algunos de estos verdaderos comandos de la fotografía, varios de ellos con reconocimientos internacionales a su trabajo, sobre la imagen que encabeza esta entrada (un gaviotín monja volando sobre la rompiente de las olas en las costas de Cobquecura) me comentaron entre otras cosas que si el ala superior del sujeto hubiera entrado por completo en el encuadre hubiera resultado una foto de catálogo, y otros conceptos técnicos como que se pudo haber reducido el nivel de ruido en el fondo, mejorar el enfoque del gaviotín cerrando aún más el diafragma o dar más dinamismo a las alas aumentando el tiempo de exposición.
Admiro enormemente a estos muchachos y comparto con ellos esa insaciable búsqueda de la excelencia y de la imagen perfecta, pero al reflexionar sobre el tema me puedo dar cuenta que el constante anhelo por la perfección, no solo en la fotografía sino en todo orden de cosas, en ocasiones nos impide disfrutar todas aquellas hermosas cosas y situaciones que sin ser perfectas estuvieron muy cerca de serlas.
La escala de calificación de notas en Chile va de 1 a 7, donde 7 es la excelencia, 6 es muy bueno, 5 es bueno, 4 es regular, 3 es malo, 2 muy malo y el 1 solos se aplica a trabajos no presentados. Al hacer una retrospectiva me doy cuenta que mi vida no ha estado repleta de sietes, por el contrario creo que han sido pocos, pero si han abundado los 6.5, 6.2 y 5.7 que al final resultan igualmente satisfactorios.
El último fin de semana no fue perfecto pero si se merece un 6.2; mi relación con mi hijo no da para el siete pero si califica como muy buena; no he alcanzado todas mis metas pero en la mayoría de los casos en el balance el resultado ha estado con creces sobre el regular; “Frente a la Rompiente” no es la fotografía perfecta pero si es una muy buena fotografía.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Corazón Caturro

Don Pepe hoy no pudo ir al estadio, seguramente una fuerza mal hecha moviendo algún cajón con frutas en su puesto en el mercado es lo que lo tiene con ese fuerte dolor de espalda y su vieja ya se las canto claritas: “si te arrancas a ver el partido ahora sí que me vas a conocer enojada”. Menos mal que hace algunos mese añadió el canal del futbol a su servicio de televisión por cable lo que le ha permitido seguir al equipo de sus amores cuando juega de visita, ocasión en la que usualmente es acompañado por sus compadres, pero hoy días tendrá que ver el lance solo ya que todos sus amigotes se encuentran en el estadio. Pero está es una ocasión especial, el Santiago Wanderers de Valparaíso enfrenta a su clásico rival el Everton de la vecina ciudad de Viña del Mar, dos nombres bastante ingleses para dos ciudades del fin del mundo.
Temprano pasó por el almacén a comprar una buena porción de “pichanga”, una mezcla de trozos de cecinas, quesos y pepinillos escabechados, el que será acompañado por un buen vino tinto, y es que Don Pepe ha seguido a los caturros (nombre con el que se apoda a los hinchas del Wanderers por sus camisetas color verde) desde que era un niño sin importar si el club pasa por buenos o malos momentos, no le molesta que el club tenga una mala campaña o que sea derrotado por los poderosos clubes santiaguinos, lo único que le importa y lo que no puede tolerar es que se doblegue ante el elenco viñamarino con el cual arrastran una rivalidad casi centenaria, para él este partido es un clásico tanto o más importante que un Boca vs River o un Barcelona vs Real Madrid.
Es cierto que su esposa le prohibió, con razón, ir al estadio pero eso no impedirá que abra de par en par las ventanas de la habitación en la que vive en un conventillo del Cerro San Juan de Dios, tampoco impedirá que cuelgue de un mástil la bandera verde inglés del club de sus pasiones ni que se asome por los ventanales tocando el viejo trombón para alentar a sus muchachos tal cual como lo hace cada quince días en los tablones del estadio Municipal de Playa Ancha.
Sabe bien que si Wanderers gana mañana será un día resplandeciente, los porteños andarán exultantes, comprarán bastante fruta por sobre todo duraznos y frutillas para “arreglar” el vino, fácilmente hará el dinero para pagar el arriendo de su local y de seguro le quedará algo para darse algún gusto junto a su viejita. De seguro durante toda esa semana la marraqueta y el café del desayuno tendrán un mucho mejor sabor.
Sin embargo si Wanderers es derrotado por el Everton, oh desgracia impensable, mañana será un día funesto en el que seguramente Valparaíso amanecerá atrapado en la bruma, la gente no saldrá de sus casas, habrá carestía de frutas y pescados. De seguro no alcanzará a reunir el dinero para pagar el arriendo y tendrá que ir a empeñar alguna de las pocas joyas que le quedan a su vieja porque su trombón ni pensarlo. Toda esa semana el desayuno, el almuerzo, la once y la cena tendrán un amargo gusto.
Para don Pepe no se trata del resultado de un trivial partido de futbol, para don Pepe se trata del devenir de la vida misma.