miércoles, 27 de mayo de 2009

Romanticismo

Esta foto me recuerda el típico cuadro adornado con versos de Neruda que luego de comprarlo en alguna feria solíamos regalar a alguna novia de secundaria y que hoy, en plena época de Internet, se envían vía correo electrónico en formato Power Point.
Claro que el típico cuadro romántico a diferencia de la foto superior es protagonizado por apuestos jóvenes sacados de algún capítulo de Baywatch. Y es que nuestra iconografía contemporánea está marcada por estereotipos de cuerpos juveniles, perfectamente tonificados, de narices respingadas, cabellos rubios y piel tersa, en resumen verdaderas estatuas griegas vivientes, dejando de lado y llevando al extremo de grotesco y despreciable todo aquello que no calce con este perfecto patrón de apariencia.
No se confundan, no tengo nada contra quienes cuidan de su apariencia física por el contrario lo aplaudo, en especial al considerar que la obesidad se ha vuelto una enfermedad crónica de la cultura occidental rica en comida de bajo valor nutritivo y con poco tiempo disponible para realizar actividades físicas.
Pero el sano deseo de mantenerse en forma y la innegable admiración por un cuerpo atlético no nos puede volver incapaces de notar la inmensa belleza igual presente en quienes no cumplen con el 90-60-90 (mujeres) o las espaldas anchas y vientre plano (hombres), en especial porque estos “imperfectos” somos la inmensa mayoría de la población planetaria.
El aprender a encontrar la belleza en las personas comunes y corrientes nos ayuda a aceptarnos y querernos a nosotros mismos, tipos también comunes y corrientes por lo consiguiente igualmente bellos. Encontrar hermosura solo en los estereotipos de revista de modelaje nos esclaviza a intentar, quizás inútilmente, alcanzar ese supuesto grado de perfección o vivir permanentemente inconformes y avergonzados de nuestro par de kilos de más o nuestras piernas muy delgadas o nuestro busto pequeño o cualquier cosa que nos impida algún día desfilar en Milán.
Esta pareja de “gorditos” caminando al atardecer por las suaves arenas del balneario de Reñaca junto a una quizás inútil caña de pescar son una verdadera postal de romanticismo y hermosura.

1 comentario:

Raúl dijo...

La propia imperfección (concepto imperfecto, ya por propia naturaleza; dado que depende de quien juzga) es en sí misma hermosa.