sábado, 2 de febrero de 2013

El Hombre de la Fruta

Mientras fotografiaba a este frutero del Mercado El Cardonal en Valparaíso noté que entres sus clientes habían dos reconocidos chef nacionales con restaurantes en la ciudad. Lo anterior no es novedad, sabido es que todo maestro de cocina que se precie de tal compra sus verduras y frutas en vegas y mercados, sus pescados y mariscos en las mismas caletas y sus carnes en las plantas faenadoras, incluso algunos recurren a pequeñas huertas orgánicas para sus hortalizas y prefieren preparar ellos mismos sus cecinas y derivados lácteos. 
Las razones para preferir estas compras personalizadas por sobre los hipermercados y las compras en internet son sencillas: Primero hay un tema económico, mientras más cerca del origen de la cadena de distribución menor es el precio a pagar. Una manzana comprada en una vega debe financiar el trabajo del dueño del predio, del que la cosecho, del transportista y del vendedor, la misma manzana comprada en un supermercado financia lo mismo más quien la manipuló y envasó en el packing, gerente, jefe de pasillo, reponedor y cajera del centro comercial y en resumen todo aquel que haya posado laboralmente hablando sus manos en ella. 
En segundo término está la cuestión de la calidad de los alimentos. No es lo mismo un pescado llevado de la caleta a la mesa que una que pasó varios días en una cámara de frío, no es lo mismo una hortaliza recién cosechada que una exhibida aunque sea por algunas horas en una vidriera. 
Finalmente está esa cuestión romántica de elegir personalmente cada ingrediente y lograr así sutiles personalizaciones en sus preparaciones de la misma forma que un pintor avezado crea sus propios óleos y colores. Comparación muy válida porque al menos para mi la gastronomía es un arte. 
Todo lo anterior quiere decir que el común de los mortales estamos absolutamente dispuestos a comprar más caro, con menor calidad y sin un dejo de romanticismo con tal de hacerlo rápido y todo en un lugar. Esa es la única explicación a que en nuestro país se inaugure un supermercado en promedio cada dos días (la cifra no es una exageración, trabajo en una de las empresas que participa en sus puestas en marcha). 
Al parecer nuestra comodidad o falta de tiempo nos hace actuar en contra del sentido común aunque la publicidad nos convence de lo contrario.

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