domingo, 28 de diciembre de 2014

Turquesa en Tortél

Tortel es una idílica caleta perdida en medio de los fiordos patagónicos, emplazada junto a la desembocadura del río Baker, de lechosas aguas turqueza, rodeada de selva austral y ventisqueros milenarios; las calles han sido reemplazadas por pasarelas de madera nativa y por lo mismo no existen los vehículos motorizados, y en donde es posible encontrar mariscos de proporciones descomunales, en resumen un paraíso para el viajero. 
Pero también Tortel es un lugar que soporta la crudeza de uno de los inviernos más rudos en el continente, su aislamiento conlleva que los alimentos y combustible cuesten casi el doble que en el resto del territorio nacional, solo una compañía de telefonía móvil entrega una débil señal, el hospital y escuela secundarias más cercanas se encuentran a varias horas en vehículo y en verano no cuentan con más de seis horas diarias de energía eléctrica. 
Muchas de estas duras condiciones hubieran cambiado con la construcción del proyecto HydroAysen; el pueblo hubiera mejorado su conectividad con el consiguiente abaratamiento de precios y llegada de infraestructura y servicios básicos. Era algo que los habitantes de Tortel de verdad anhelaban. 
Pero debimos optar por un bien superior, como fue asegurar la preservación del medio ambiente en la cuenca de los ríos patagónicos. La preocupación por la ecología es un componente imprescindible del desarrollo social y económico de un país aunque en ello resulten daños colaterales. 
En ese sentido los habitantes de Tortel entonces no son muy distintos a quienes viven en Puchuncaví, Paipote o Huasco; lugares que fueron sacrificados en pro de un bien mayor como la producción minera y condenados a morir paulatinamente a manos de la polución ambiental. 
Finalmente es un cruce entre las cifras económicas, las necesidades energéticas y la popularidad de un tema en las redes sociales lo que determina nuestras “políticas de estado”, y cualquiera sea la decisión que se tome, a favor o en contra de la producción industrial, a favor o en contra de la sustentabilidad, siempre habrán daños colaterales. Solo de esa forma la maquina se mantiene productiva y tiene un lugar puro y cristalino donde pasar sus vacaciones.

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