lunes, 25 de abril de 2011

El Caporal

Un par de años atrás observé al hombre de la fotografía en una muestra de culturas latinoamericana. Se trata del caporal de los Voladores de Papantla, una cofradía de indígenas mexicanos conocidos por participar de una ceremonia en la que se arrojan al vacío desde un poste a más de 30 metros de altura atados a una cuerda de cáñamo mientras su líder (en la imagen) realiza una danza ritual sobre el referido poste que no tiene más de 40 centímetros de diámetro.
Consultado sobre tal hazaña el caporal señaló que sus rituales previos de purificación hacían que “el alma regresará por completo al cuerpo” y en tal estado toda proeza es posible.
Contrariamente a los ritos orientales que buscan que el alma se libere de las limitantes corpóreas en la cosmovisión de los nativos americanos es necesario hacer que el alma regrese al cuerpo del cual se aleja por los afanes cotidianos a fin de volver a ser un todo: cuerpo, mente y alma, siendo está última para ellos la esencia misma y primordial de cada ser humano usualmente representada por un animal totémico llamado Nahuatl.
Esta imagen de hombres dotados de cuerpo y mente pero que deambulan por la vida desconectados de su alma, de su esencia, me parece una perfecta descripción de la sociedad contemporánea en donde cada persona suele definirse para bien o para mal por la familia de la que proviene, el colegio en el que estudio, el sector de la ciudad donde vive o la suma de dinero en su cuenta corriente.
Lamentablemente me he dado cuenta que en ocasiones me resulta difícil abstraerme de todas estas condiciones sociales a la hora de describirme y por eso quizás sea necesario que intente hacer volver mi alma a mi cuerpo.


sábado, 16 de abril de 2011

Los Colores de la Tormenta

En mi afición por la fotografía, en particular de coloridos atardeceres, hace poco menos de un año programé un viaje a una zona costera del centro sur de mi país de donde había visto unas imágenes realmente cautivadoras de algunos fotógrafos amigos.
Pocas horas antes de iniciar mi viaje fui notificado de mi despido en la empresa en la que trabajaba, aún así no postergué mis planes, pero quizás como en una señal de que aquellos días serían aciagos al llegar a mi destino se había desatado la peor tormenta de viento y lluvia ocurrida en todo aquel invierno e incluso tal vez en años, así que mejor olvidarse de las bellas puestas de sol, pero como el viaje ya parecía resultar una prueba a mi porfía aún así me dediqué a pasar largas horas tomando fotografías cubierto por una buena chaqueta, gorro y una funda para la cámara.
Una vez de regreso en casa al intentar editar las capturas en mi computadora todas las fotografías parecían haber sido tomadas en blanco y negro. Es que los colores no son más que la forma en que determinados elementos reflejan la luz, incluso de noche ese reflejo tiende a ser azulado, pero con la tormenta desatada por momentos las luz pareció irse por completo y las nubes eran escasamente atravesadas por unos grisáceos rayos que iluminaban un grisáceo mar a orillas de una playa ya por si de arenas negras.
Es curioso pero casi un año después me doy cuenta que aquel finiquito laboral resultó ser una bendición, primero por ciertos acontecimientos que ocurrieron más tarde en aquella empresa, segundo por el trabajo que encontré meses después, mejor en lo salarial, en proyección y en tiempo libre; y tercero porque en el intertanto que estuve desempleado pude hacer algo que había postergado por demasiado tiempo: dedicarme a mi mismo, de esta forma ordené ideas, se acabó el estrés, recuperé una presión arterial normal, volví a dormir como corresponde y como guinda de la torta tuve la ocasión de reencontrarme con un viejo amor de juventud (cosa que trabajando donde estaba hubiera sido imposible) que hoy es la mujer de mis afectos.
En cuanto a la fotografía me di cuenta que las tormentas por oscuras que sean también tienen sus colores y que estos pueden resultar más cautivadores que el más rojo de los atardeceres

domingo, 10 de abril de 2011

El Litoral de los Poetas

Años atrás por razones largas de explicar me encontraba “botado” en una estación de gasolina en medio de la carretera entre Santiago y el litoral central. Después de unos cuantos minutos de pedir aventones se detuvo un Jeep en el que iban tres muchachos que me invitaron a subir. Estos jóvenes resultaron ser unos franceses que viajaban a visitar el litoral de los poetas: un tramo de la zona costera al sur de Valparaíso en donde en tan solo 25 kilómetros es posible visitar la casa en donde Pablo Neruda paso sus últimos años en la localidad de Isla Negra; la casa donde actualmente reside Nicanor Parra en el poblado de Las Cruces; y la casa que perteneció al poeta Vicente Huidobro en la ciudad de Cartagena.
Lo cierto es que los muchachos que me dieron el aventón estaban eufóricos por el recorrido que harían y no cesaban de preguntarme por el orgullo que debíamos sentir como chilenos por tener tal pléyade de poetas. Preferí no contestar.
Ciertamente las casas de estos tres grandes bates pueden ser visitadas en un solo día con un corto desplazamiento, también es cierto que tan solo la ciudad de Cartagena recibe más de medio millón de turistas nacionales solo en los meses de verano, también es cierto que menos del 1% de ellos sabe quién es Huidobro, también es cierto que el 90% de los visitantes a las casas mencionadas son extranjeros, también es cierto que este medio millón de compatriotas que pasa por fuera de estas celebres moradas sin ni siquiera notarlas deja de recuerdo en las playas de Cartagena más de 15 toneladas de vasos plásticos, huesos de pollo y pañales sucios.
PD: La foto fue tomada cerca de Cartagena, a los chicos que en ella aparecen les consulte que personaje famoso residente de la zona ellos conocían, ambos coincidieron en mencionar a un futbolista que actualmente juega en un club mexicano.

martes, 5 de abril de 2011

Los Inmigrantes

Que irónica es la situación de Superman, sí el mismo del comic, en Kryptón su planeta natal hubiera sido un tipo común y corriente como cualquiera de sus paisanos pero entre nosotros es un superhéroe dotado de tremendas habilidades debido a nuestra atmósfera y los rayos de nuestro sol.
Ok no se asusten, sé bien que Superman no existe (a diferencia de Batman que científicamente hablando podría ser real), pero hay algo de cierto en su historia: aquello de que tipos comunes y corrientes transportados a un mundo en donde son extranjeros parecieran estar dotados de poderes sobrenaturales que los hacen levantarse por sobre el común de los mortales.
Dicen que todos los franceses son estupendos cocineros, por consiguiente un chef francés en Paris no es más que otro tipo que cocina bien sin embargo el mismo individuo en Nueva York coloca un restaurant y se hace millonario. Un monje budista en Tailandia es otro calvo más vestido de rojo pero transplantado a un spa en Bueno Aires es un gurú seguido por muchos.
La imagen que encabeza esta entrada corresponde al Barrio Los Inmigrantes en el Cerro Concepción de Valparaíso, sector de la ciudad que actualmente vive un auge inmobiliario por haber sido declarado patrimonio de la humanidad y que también lo vivió casi un siglo atrás cuando era el refugio de la clase alta extranjera residente en Chile.
Dos factores en común unían a estos hombres oriundos de Inglaterra, Croacia, Alemania e Italia por mencionar algunos. El primero es que luego de un par de décadas en nuestro país se habían convertido en los controladores de la producción industrial, el comercio marítimo y la actividad minera, y lo segundo es que la mayoría de ellos años antes había llegado a Sudamérica con una mano adelante y otra atrás.
Supongo que algo ocurre cuando estamos lejos de los nuestros, en una tierra lejana, intentando aprender un idioma que no entendemos, consumidos por la nostalgia,… algo ocurre que nos hace sacar lo mejor de cada uno, algo ocurre que nos hace superar nuestros límites, quizás sea el sentirnos obligados a sobrevivir, quizás sea el que no tengamos otra opción que la de dar nuestro mayor esfuerzo, quizás sea el vernos empujados a abandonar nuestra comodidad o quizás sea el hecho que sin familia y sin amigos cerca no queda otra cosa que abocarse tan solo al trabajo, quien sabe la respuesta tan solo la tienen aquellos que han abandonado su tierra para convertirse en superhéroes en un lejano planeta.