domingo, 18 de septiembre de 2011

La Ciudad de la Furia

Hace poco más de un año tuve la ocasión de visitar un pequeño pueblo en el sur de Chile llamado Contulmo ubicado en el extremo sur del Lago Lanalhue. Una de las características principales de este pequeña villa es que no cuenta con más de una docena de calles que giran en torno a su plaza de armas, todas sus casas están hechas de madera nativa, las calles se encuentran adoquinadas y no existe ni siquiera un semáforo que regule el casi inexistente tráfico vehicular.
Traigo a colación este bucólico pueblo de la araucanía por el notorio contraste que representa en relación a Santiago, una ciudad repleta de semáforos, con gente que corre afanadas de un lugar otra, con edificios levantados en hormigón y cristal.
Cada vez que viajo en el metro subterráneo no dejan de llamarme la atención los mensajes incesantemente emitidos por los alto parlantes: “por favor deje bajar antes de subir”, “desplácese a lo largo del andén”, “por su seguridad no traspase la línea amarilla”, todas frases bien intencionadas que buscan regular de alguna forma nuestra convivencia, pero la pregunta es ¿es necesario? ¿es necesario que constantemente se nos diga como comportarnos? ¿ya hemos perdido el criterio y sentido común que obliga a que otros nos digan como debemos actuar?.
A lo que encontramos en el subterráneo se suma los letreros que inundan la ciudad, no estacionar, no obstruir el cruce, no detenerse, y así una serie de instrucciones que nos demuestran que sencillamente hemos perdido el sentido común, lamentablemente el menos común de lo sentidos.
¿En eso nos convierte la urbe? ¿en personas que tan solo piensan en si mismos y a las que se les debe recordar que existen otros? Quizás así sea, quizás la solución más radical sería volver a nuestras raíces rurales, pero quizás la verdadera solución vaya por aunque sea por un segundo mirar a nuestro alrededor.

2 comentarios:

Belén dijo...

Más bien hace una jungla, no una ciudad...

Besicos

Ana dijo...

El asunto de acostumbrarnos a los NO es que llegan los Si porque no dicen NO. Si, sin sentido. Lo ideal sería poder discernir.
En un pueblo cada SI es un SI de todos y cada NO involucra a todos. Obliga a comprometernos con el sentido común.

Un abrazo, Luis.