martes, 10 de noviembre de 2009

Duna

Una de las cosas que me encanta de la primavera es poder planificar alguna salida al aire libre para los días de descanso laboral y no destinarlos exclusivamente a ver algunos cuantos discos de películas como suelo hacerlo en invierno, cuestión que de seguro no debe ser del gusto del casero de mi video club habitual. Hace sólo un par de semanas, en vísperas de un fin de semana libre, le consulté a un colega que pensaba hacer en los siguientes días y me contestó que esperaba ir a elevar volantines (nombre que en Chile damos a los cometas) a lo que “quedaba de las dunas de Con Con”.
El campo de dunas de Con Con es una seguidilla de médanos que se extienden entre esta localidad y el balneario de Reñaca en el litoral central de Chile. Recuerdo haberlo conocido cuando era un niño de pocos años acompañando a mis padres, inmediatamente me impresionó ver tanta arena junta y los extraños dibujos que el viento hacía en ella. En mi óptica infantil imaginaba estar en medio del desierto del Sahara porque internándose solo un poco entre las dunas se perdía todo punto de orientación y daba la sensación de estar en el centro de un mar de arena. Lo más entretenido era arrojarse rodando desde los montículos más altos, en especial de aquellos que finalizaban en las playas cercanas.
En algún momento alguien decidió que ahorrar veinte minutos de viaje entre Reñaca y Con Con era razón más que valedera para instalar una carretera en medio de las dunas. Como era de suponer, junto con el asfalto y el tráfico automovilístico, los envases de botellas vacías, las bolsas plásticas y los papeles también lograron abrirse camino hasta las mismas entrañas del campo dunar, pero al menos tan solo ocupaban unos pocos centímetros a la vera del camino peores cosas estaban por ocurrir.
Recuerdan la parábola bíblica del hombre necio que construyó su casa en la arena y que cuando vinieron las lluvias esta se derrumbo en contraparte al hombre sabio que construyó su casa en la roca y esta resistió todas las inclemencias climáticas. Pues bien supongo que la parábola en cuestión no consideró una tercera opción: la del hombre igualmente necio pero que dotado de una retroexcavadora y estudios de geología decidió remover toneladas de arena hasta alcanzar la roca viva y sobre ella construir un edificio de varios pisos de altura que luego vendió a un elevado precio (quizás después de todo no era tan necio).
En Chile siempre reaccionamos tarde, le dimos el premio nacional de literatura a Neruda cuando este ya había ganado el Nobel, reconocimos el talento de Claudio Arrau o Isabel Allende cuando estos ya se habían nacionalizado estadounidenses, y declaramos como Santuario de la Naturaleza al Campo Dunar de Con Con cuando ya era bastante poco lo que quedaba por preservar.
Actualmente el referido santuario natural son solo unas cuantas dunas atrapadas en el medio de lujosos condominios, casi como si fueran el patio trasero de estos. Irónicamente hablando ya es imposible perderse entre los médanos porque siempre estará a la vista alguna torre de treinta pisos de altura para orientarnos.
Cuantas dunas más removeremos considerándolas tan sólo arena, cuantos humedales secaremos viéndolos como inútiles pantanos, cuantos glaciares trasladaremos por ser únicamente hielo, lamentablemente la respuesta aún está en espera.

10 comentarios:

pepa mas gisbert dijo...

Suscribo todas tus palabras y las traslado a un lugar cerca de mi casa, las dunas del Saler. Para bien y para mal somos iguales.

Un abrazo

Jeanne dijo...

Mi otoño es tu primavera...nunca dejará de sorprenderme este planeta y sus hemisferios que funcionan al revés.


J.

( Tu letra es tan pequeña que voy a ponerme gafas para poder leerte. Un día a ver si me das una sorpresa y ...crece?)

;-)

ÁFRICA dijo...

Siento una alegría extraña, tu escribiendo en primavera, aquí, leyéndote en otoño.
Un beso.

Anónimo dijo...

En España pasa algo parecido, solo que después, además de proteger lo que ya no queda, gastan lo que no tienen en hacer como que enmiendan algo.

Disfruta de la primavera.






John W.

Unknown dijo...

Mi estimado Luis la respuesta ya fue dada , todos los que el mercado considere necesario, sin mas glaciales, dunas, Indios, y podríamos seguir en una lista interminable,
me parece que la pregunta seria hasta donde permitiremos que el mercado de consumo nos consuma el hígado, aumente las asimetrías, y nos siga mostrando una zanahoria,
no lo se,
un abrazo

Belén dijo...

Es curioso cómo aquí nos preparamos para el invierno...

:)

Besicos

Lala dijo...

En mi pueblo hay dunas!
No es que sean espectaculares, pero a mi me encanta que existan.
Y podrían haber más si no existiera la mano-retroexcavadora del hombre necio, que parece una subespecie del buitre insaciable.
Qué pena que no se de prioridad nunca a lo natural!!! Para mi es un crimen, sí, cual asesinato de otra vida. Cambiar arena por ladrillos...Se puede ser más imbécil???
Habrá que hacer fotos sin parar, para que otras generaciones vean lo que "era" una duna????

:(

Todos estos destrozos me destrozan...


Un beso


Lala

Patricia González Palacios dijo...

Amigo mío, como aquí todo se hace tarde lo más probable es que ;tomando tu última frase , cuando ya no quede nada. Siempre me he querido tirar por una duna, espero hacerlo antes de que desaparescan. Pudiste venir a la feria, todavía hay días.un beso

Raúl dijo...

Ese país uyo, querid Luis, es una especie de mundo en pequeito; tenéis de todo... hasta dunas. Sonrío.

Zayi Hernández dijo...

Que suerte haber llegado aquí!...me ha gustado todo lo que he leído y estoy completamente de acuerdo en muchas cosas...aunque creo que Neruda e Isabel Allende siempre han sido muy valorados en Chile, sólo que ustedes no son para nada ufanos y esperan a que su gente brille de verdad para luego darles un poco más de luz.
Una de mis mejores amigas es Chilena y creo que no he conocido a nadie tan humilde como ella.

Besitos.