Horcón es un pequeño poblado atrapado en el abrazo entre los cerros costeros y el Océano Pacífico, nunca mencionado en los folletos de las agencia de viajes, ignorado por el turismo masivo, congelado en el tiempo de la revolución de las flores, uno de aquellos lugares mágicos a los que siempre se desea volver y quizás esto último sea su mayor desgracia.
Hacia mediados del siglo pasado Horcón era una humilde caleta de pescadores artesanales sumidos en la cruda pobreza y prácticamente aislados debido a las dificultades de acceso; y hubiera seguido así de no ser descubierto a mediados de los sesenta por la versión chilena de los poetas beatnik que encontraron allí un lugar de retiro e inspiración, estos mismos años después convertidos en su mayoría en profesores universitarios trajeron a sus alumnos transformando al lugar en la capital del hipismo en Chile. Los pescadores miraron con simpatía que su caserío se llenará con la música de Joplin y Hendrick, las casas se vistieron de colores psicodélicos y las playas ocultas se convirtieron en el lugar ideal para la práctica del amor libre, así a mediados de los setenta en Horcón se entremezclaba la venta de los productos del mar con la comercialización de artesanía hippie. Entre los nuevos y antiguos habitantes de la caleta se creó una productiva simbiosis, los artesanos atraían a los visitantes que buscaban paz y amor y los pescadores se encargaban de alimentarlos en sus restaurantes, trato solemnemente sellado con el habitual trueque de pescados por pitillos de marihuana.
En los años ochenta Horcón fue el único sitio en Chile olvidado por los servicios de inteligencia del régimen militar quizás por considerar a sus habitantes unos pacifistas poco peligrosos. Fue en esta época que lo conocí. Solamente allí podía entonarse a viva voz al calor de una fogata canciones de los prohibidos Víctor Jara, Silvio Rodríguez o Jean Manuel Serrat sin que un piquete policial llevara detenidos a los concurrentes. Para visitarlo bastaban solo las ganas y una tienda de campaña pues siempre habría un vecino amable dispuesto a prestar su patio y compartir de su agua e incluso su comida. A pesar de que el olor a marihuana llenaba el ambiente y de que la venta de alcohol era la principal actividad económica puedo decir con certeza que la caleta era uno de los lugares más tranquilos y seguros en el cual se pudiera estar.
Llegaron los noventas y ya en democracia el lugar evolucionó en un refugio de hiphoperos y cultores del grunge que buscaban un sitio donde aislarse de la avasalladora invasión del pop.
Pero como es lógico suponer muchos de los hippies de los setenta, los contestatarios ochenteros y los alternativos de finales de siglo crecieron, abandonaron sus jeans gastados y sus camisas leñadoras y se convirtieron en médicos, abogados e ingenieros, pero nunca se olvidaron de Horcón y desearon volver, ahora con mayor poder adquisitivo y acostumbrados a otras comodidades, así las playas solitarias y las cimas de los requeríos se llenaron de edificios de altura y condominios privados.
Irónicamente en la playa Los Pelicanos ahora abundan los letreros de “Se prohíbe hacer fogatas” puestos allí por orden de los mismos que años atrás se amanecieron cantando al calor del fuego; los mismos que se aventuraron a descubrir playas inexploradas ahora niegan el acceso a las mismas; los mismo que un par de décadas atrás pidieron permiso a algún campesino para acampar en su terreno ahora llenan sus propiedades con rejas, alarmas y circuitos de vigilancia.
Quizás han querido en alguna medida proteger a la caleta del turismo invasivo pero al hacerlo han alterado su esencia, quizás la han querido salvaguardar de la delincuencia pero al hacerlo solo la han atraído porque para los amigos de lo ajeno si alguien convierte su casa en una fortaleza es porque algo de valor hay en ella, quizás han querido reservar el recuerdo de sus días de juventud idealista sólo para ellos y no están dispuestos a compartirlo con otros, quizás pueden haber muchos.
A la vuelta de los años lo único que ha permanecido inalterable en Horcón han sido sus habitantes originales: los pescadores, iguales en sus faenas, iguales en su miseria, iguales en su humildad, iguales en su cordialidad.
Hacia mediados del siglo pasado Horcón era una humilde caleta de pescadores artesanales sumidos en la cruda pobreza y prácticamente aislados debido a las dificultades de acceso; y hubiera seguido así de no ser descubierto a mediados de los sesenta por la versión chilena de los poetas beatnik que encontraron allí un lugar de retiro e inspiración, estos mismos años después convertidos en su mayoría en profesores universitarios trajeron a sus alumnos transformando al lugar en la capital del hipismo en Chile. Los pescadores miraron con simpatía que su caserío se llenará con la música de Joplin y Hendrick, las casas se vistieron de colores psicodélicos y las playas ocultas se convirtieron en el lugar ideal para la práctica del amor libre, así a mediados de los setenta en Horcón se entremezclaba la venta de los productos del mar con la comercialización de artesanía hippie. Entre los nuevos y antiguos habitantes de la caleta se creó una productiva simbiosis, los artesanos atraían a los visitantes que buscaban paz y amor y los pescadores se encargaban de alimentarlos en sus restaurantes, trato solemnemente sellado con el habitual trueque de pescados por pitillos de marihuana.
En los años ochenta Horcón fue el único sitio en Chile olvidado por los servicios de inteligencia del régimen militar quizás por considerar a sus habitantes unos pacifistas poco peligrosos. Fue en esta época que lo conocí. Solamente allí podía entonarse a viva voz al calor de una fogata canciones de los prohibidos Víctor Jara, Silvio Rodríguez o Jean Manuel Serrat sin que un piquete policial llevara detenidos a los concurrentes. Para visitarlo bastaban solo las ganas y una tienda de campaña pues siempre habría un vecino amable dispuesto a prestar su patio y compartir de su agua e incluso su comida. A pesar de que el olor a marihuana llenaba el ambiente y de que la venta de alcohol era la principal actividad económica puedo decir con certeza que la caleta era uno de los lugares más tranquilos y seguros en el cual se pudiera estar.
Llegaron los noventas y ya en democracia el lugar evolucionó en un refugio de hiphoperos y cultores del grunge que buscaban un sitio donde aislarse de la avasalladora invasión del pop.
Pero como es lógico suponer muchos de los hippies de los setenta, los contestatarios ochenteros y los alternativos de finales de siglo crecieron, abandonaron sus jeans gastados y sus camisas leñadoras y se convirtieron en médicos, abogados e ingenieros, pero nunca se olvidaron de Horcón y desearon volver, ahora con mayor poder adquisitivo y acostumbrados a otras comodidades, así las playas solitarias y las cimas de los requeríos se llenaron de edificios de altura y condominios privados.
Irónicamente en la playa Los Pelicanos ahora abundan los letreros de “Se prohíbe hacer fogatas” puestos allí por orden de los mismos que años atrás se amanecieron cantando al calor del fuego; los mismos que se aventuraron a descubrir playas inexploradas ahora niegan el acceso a las mismas; los mismo que un par de décadas atrás pidieron permiso a algún campesino para acampar en su terreno ahora llenan sus propiedades con rejas, alarmas y circuitos de vigilancia.
Quizás han querido en alguna medida proteger a la caleta del turismo invasivo pero al hacerlo han alterado su esencia, quizás la han querido salvaguardar de la delincuencia pero al hacerlo solo la han atraído porque para los amigos de lo ajeno si alguien convierte su casa en una fortaleza es porque algo de valor hay en ella, quizás han querido reservar el recuerdo de sus días de juventud idealista sólo para ellos y no están dispuestos a compartirlo con otros, quizás pueden haber muchos.
A la vuelta de los años lo único que ha permanecido inalterable en Horcón han sido sus habitantes originales: los pescadores, iguales en sus faenas, iguales en su miseria, iguales en su humildad, iguales en su cordialidad.
15 comentarios:
Has descrito estupendamente lo que ha ocurrido no solo en paisajes maravillosos en su tiempo, sino el desencanto de algunas vidas que intentan recuperar algo que no se puede, la juventud.
Un abrazo y un placer leerte
Es una pena que se pierdan cosas y que no se pueda tener acceso libremente, lamentablemente a veces las mismas personas provocan eso. En muchos lagos del sur también ocurre lo mismo.Debo agregar un detalle simplón a toda esta mágia para los que conocimos horcón en un antes y un después, existe un datito de unas ricas empanadas de camaranos, que hasta ahora han sido las mejores que he provado.
un abrazo paty
A través de la historia que cuentas de este pueblo haces un retrato de una de las mayores farsas propagandísticas e intelectuales de la historia reciente.
Y es una pena que esto sea así, pero es como somos los humanos. Nos guste, o no.
Ya estoy de nuevo por aquí, un placer volver a leerte.
John W.
Cuánto has vivido Luis? Escribes como un hombre que ha sobrevivido a la necedad de los tiempos. Y hoy, desde una barca sobre la arena y 709 palabras pensadas una a una, rescatas, redefines a Horcón desde unas redes.
Alma, como siempres tus palabras son más que precisas y muy ciertamente la juventud no se puede recuperar.
Patricia, creo que conozco esa picada de empabadas de camarones y queso realmente deliciosos.
Polidori, un agrado tenerte de vuelta leyendo y supongo que también escribiendo.
Ana, me sonrojas gracias por tus palabras y no son tantos los años vividos.
Un abrazo a todos.
Luis
este relato habla de identidades, de los que siempre la tuvieron y la conservan : los pescadores(este texto es un homenaje a ellos y a Horcón paisaje y clama)
y de las identidades variables según
la etapa dela vida, no pudieron sostener un modo de vivir, no pudieron sostener la libertad de ser con el otro; por que la globalización destruye identidades
y confunde medios de vida, lujos y rejas con mantener el ser la ideología y elegir como al principio cada uno la propia manera de vivir...sin copias pro que así es hoy, a´si se usa, así viven los colegas...
gracias que hay un Luis que cuenta,desmenuza al correr de los años las variaciones y ve lo que le podemos hacer al lugar que nos cobijó utopías; volverlo una urbe llena de miedos
excelente!
cariños
Los lugares guardan su esencia, que es su gente y su paisaje. Los demas son aves de paso.
Un abrazo,
Petra
porqué nos empecinamos en cargarnos lo que el mundo nos regala?
Benditos lugares del mundo que aun no hayan sido victima de tanta ambición.
saludos desde el sur del sur
me he quedado lleno de ganas de conocer a Horcón y sus pescadores y por supuesto a los fantasmas del pasado en el pasado,
un abrazo
querido luis: que triste que estos lugares con tanta belleza e historia dejen de ser importante para el hombre.
por cierto una vez intente tomar una fotografia como la tuya, pero para mi mala suerte el rollo de mi camara fotografica se velo :( en fin.
saludos desde mi pequeño bosque.
Me perdí de mucho este tiempo que no anduve por estos pagos, pero ya me puse al día y lo disfrute mucho.
No se que pueda decir yo que no han dicho estos maravillosos comentadores.
Solo me gustaría repetir quizás, que me parece planteamos todos mal de entrada. Alambrar el mundo sin prestar atención a la esencia de los pescadores fue más que un error. ¿Quién fue el primero pescador que se creyó otra cosa?.
Un saludo amigo.
Que linda historia. Es dificil que se conserven los pueblos tal como los recordamos al paso de los años. Besos, cuidate.
Lo bueno de recordar y hacer homenajes a la memoria
es también hacernos participes y a aprender.
Buenísimo!!!
Te saluda desde Argentina Liliana
Respeto tu comentario,pero lo considero muy injusto y no refleja lo que fue lo que es y lo que sera nuestra queriopyda Caleta Horcon,hoy para fortuna de los que amamos este lugar Horcon sigue siendo un lugar magico,mitico,especial lleno de energia lleno de visitantes que buscan y encuentran en el un lugar diferente con repeto y tolerencia a la diversidad,como culquier cosa en el mundo horcon cambio, Horcon esta mas vivo que nunca,solo que en otra era,en nuevo tiempos,todo cambia no por eso deja de ser bueno.
Encantador tu post. Soy argentina. Gracias y saludos.
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