martes, 30 de junio de 2009

¿Me Tomas Una Foto?

Febrero de 2008, junto a mi hijo adolescente caminábamos por un angosto sendero altiplánico rumbo a alguna ruina prehispánica cuando esta niña se cruza en nuestro camino y con voz dulce me dice “¿Me tomas una foto?”, como es obvio suponer inmediatamente la enfoque con mi cámara y apreté el obturador. Acto seguido cambió su dulzura por un tono enérgico y me dijo “Ahora págame”. Más sorprendido que molesto hice el ademan de borrar la fotografía (cuestión que como se darán cuenta no hice realmente y que ha sido un permanente cargo de conciencia desde entonces) y retomé mi rumbo.
El altiplano sudamericano es una extensa meseta de altura, similar al Tíbet, en medio de la Cordillera de Los Andes que es compartida por Perú, Bolivia, Chile y el Noroeste de Argentina. Sus grupos étnicos son principalmente quechuas y aymaras, pero más allá del país o población originaria en cuestión no importa si uno se encuentra en la Quebrada de Humahuaca, San Pedro de Atacama, el Lago Titicaca o el Cañón del Colca, dos elementos están siempre presentes: el inmenso flujo turístico mayoritariamente europeo y la presencia de niños de corta edad a los costados de los caminos ofreciendo de todo cuanto hay, cuanto se amerite y cuanto se necesite.
Basta la presencia de alguien de tez clara vestido con chaquetas Columbia y cámara fotográfica en mano para que un niño se acerqué vendiendo toda clase de suvenir, si el calor es agobiante cambiará la oferta por agua embotellada, si el clima cambia y es inminente una lluvia sacará de algún lado una capa de plástico impermeable a módico precio, si el mal de altura ha hecho estragos en el visitante ofrecerá las insuperables hojas de coca o muña (mucho mejor esta última), si nada de eso resulta ofrecerá oficiar de guía turístico o entonar alguna canción propia del folklore de la zona. No importa la barrera idiomática estos pequeños son capaces de ofrecer sus productos en español, portugués, inglés y francés, y no es ninguna exageración pues lo vi con mis propios ojos.
En cierta ocasión mientras bebía una cerveza en la terraza de un local en Bolivia intentando inútilmente desentenderme de los requerimientos comerciales del enjambre de niños del lugar, noté que un francés también turista se negaba cortes pero tajantemente a cada oferta mientras yo ya acumulaba media docena de pulseras artesanales. Bastaron algunos minutos de conversación para entender que su postura no era apatía o que no estuviera interesado en conservar algún recuerdo de su viaje, sencillamente por nada del mundo le compraría algo a un menor de edad porque en su visión aquello sólo fomentaba el trabajo infantil por inocente que pareciera.
Esa conversación cambió mi perspectiva de muchas cosas. Indudablemente también me opongo a la explotación de los menores pero no me había dado cuenta que cada sol peruano o peso boliviano del que distraídamente me desprendí tan solo ayudaba a que estos pequeños fueran enviados por sus padres a ofrecer sus productos a los turistas en lugar de estar en una escuela aprendiendo o jugando en sus casas como cualquier niño de ocho años debería estar haciendo.
Muchas veces la ternura nos engaña, nos da una imagen distorsionada de las cosas, nos impide ver objetivamente los hechos, nos hace ponernos a repartir pescados al hambriento cuando la solución al hambre es enseñarle a pescar. Lamentablemente muchas de nuestras actitudes nobles en ocasiones tan solo ayudan a la mantención de una serie de vicios sociales.
Las principales decisiones en lo que respecta a trabajo infantil, superación de la extrema pobreza y otras corresponden al estado y por consiguiente al gobierno de turno, pero eso es en lo macro, también frente a estos desafíos es necesario una postura, una decisión y una acción a nivel personal. Las sociedades cambian cuando las personas que las componen cambian, el primer paso es hablar de ello.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un asunto muy complicado. El punto de vista del francés es interesante, pero, y si en lugar de ganarse la vida, (los niños indígenas), vendiendo se la tuvieran que ganar trabajando en el campo o en una mina?

Eso pasaba en la España de la post-guerra, hasta que trabajando de esta forma, o similar que para el caso es lo mismo, subió el nivel de vida por si mismo hasta que no fue necesario enviar niños a trabajar a ningún sitio.

Ana dijo...

De un porrazo caí en su blog. Y llegó esa niña del norte y de la mano de ella bajè hacia usted. Ha sido un placer, un extraño placer. Mis respetos.

Luis dijo...

Tienes razón Polidori en que es un asunto extremadamente complejo de analisar y es díficil determinar cual es el mal menor.

pepa mas gisbert dijo...

La idea es que los niños no tendrían que ganarse la vida de ninguna manera. Y eso solo puede hacerse llamando a instancias superiores y no hablo de ningún dios. El problema es que estas instancias a veces no escuchan, pero como dices, lo harían si todos hablaramos a la vez y bien alto.

Saludos

*CaleidOscópica dijo...

por desgracia es una constante que se repide en todo latinoamérica, pues yo lo he visto. por desgracia la extrema pobreza, la cultura, el mal gobierno y nuestra indiferencia hacen que estas cosas sigan creciendo, no rompemos las cadenas de vicios, simplemente continuamos admirándolas comprando todo eso como parte del burdo espectáculo turistico del cual se han vuelto parte

Silencios dijo...

Luis muy agradecida por traerme hasta aquí, con tu permiso me instalo en esta acogedora casa, cargada de letras bellas y sentidas.
Un placer.

Un abrazo

poetadesterrado dijo...

Luis, realmente es un honor para mí estar en los viajes, lugares y visiones que compartís. Siempre es un orgullo, ver a alguien que diga lo que esta realidad nos cuenta y que terminé con un: "Las sociedades cambian cuando las personas que las componen cambian, el primer paso es hablar de ello", tan esperanzador y constructivo. Pienso que hay que repetir tantas veces estas cosas como sea necesario, hasta que se haga una moda, el esfuerzo y él cambio.
Un sentido abrazo.

poetadesterrado dijo...

Luis, realmente es un honor para mí estar en los viajes, lugares y visiones que compartís. Siempre es un orgullo, ver a alguien que diga lo que esta realidad nos cuenta y que terminé con un: "Las sociedades cambian cuando las personas que las componen cambian, el primer paso es hablar de ello", tan esperanzador y constructivo. Pienso que hay que repetir tantas veces estas cosas como sea necesario, hasta que se haga una moda, el esfuerzo y él cambio.
Un sentido abrazo.

Pame Recetas dijo...

En el tren del Cuzco a Machu Pichu una niña se sentó a mi lado, compartimos la comida (queso y maíz blanco) conversamos y cuando se bajó me di cuenta de que me había robado el dinero que llevaba inocentemente en mi bolsillo. A ella le habían robado hace tiempo la inocencia, no pude más que aceptar que se merecía lo que se había llevado. Lindo blog, te acabo de encontrar, vía Ana, un hallazgo, espero seguirnos viendo.

mabel casas dijo...

luis

como dice Polidori, es complejo.Totalmente de acuerdo con tu posicion de hablar todos, para eso todos tiene que ver el fondo de la cuestión
si los grupos excluídos tuvieran las mismas oportunidades de trabajo, educación y crecimiento dentro de mantener sus propias culturas, los niños no serían usados ni sus padres lo permitirían

gobiernos, turismo,turistas, ciudadanos comunes indiferentes, monopolios y todo aquel que mire la pobreza como un paisaje más pero cuanto más lejos mejor;deberían unirse a nuestras voces
excelente texto que abre otra puerta a la ralidad y denuncia llamando a actuar
cada uno actuemos!!y el cambio no estará tan lejos
cariños