lunes, 9 de septiembre de 2013

Cuestión de Fe (Republicación del 25/09/09)

Siempre he encontrado los motivos religiosos “fotográficamente” interesantes, en especial esos antiguos vitrales y relieves que suelen adornar las paredes, cornisas y ventanales de las catedrales. No es necesariamente por una cuestión de fe y es que no sólo los creyentes devotos pueden admirar y conmoverse con las pinturas de la Capilla Sixtina, los escritos de Santo Tomas, el Ave María de Mozart o el Aleluya de Haendel. Pero no es menos cierto que el mundo eclesiástico en alguna época me fue especialmente cercano.Me crié al interior de una conservadora familia protestante. De niño cada noche encomendaba mi alma al creador de rodillas a los pies de mi cama y asentía con un amén cada vehemente frase de nuestro pastor en los imperdibles cultos del día domingo. Alcanzada la adolescencia mis héroes eran Guillermo Carey, primer predicador bautista en viajar a la India y padre de las misiones modernas, y Natanael Saint, misionero asesinado en el Amazonas ecuatoriano por los mismos indios Aucas a los que pretendía evangelizar. Luego aprendí a tocar piano motivado únicamente por poder interpretar los sentidos acordes de la música Gospel norteamericana e incluso pensé seriamente en estudiar teología.No recuerdo porqué razón ni en qué momento ya perdido en el paso de los años vividos, para bien o para mal, para salvación o condenación, sencillamente dejé de creer.

1 comentario:

Alís dijo...

Opino que la propia vida lleva a uno a dejar de creer. A mí me sorprenden más las personas que siguen creyendo a pesar de todo lo que nos toca ver, oír y experimentar. Sin duda mi dosis de fe era más escasa que la de ellos y se agotó antes.

Un abrazo