sábado, 24 de noviembre de 2012

Al Otro Lado del Río

La geología, el destino, algunas decisiones de la corona española, un par de guerras y uno que otro tratado limítrofe hicieron que nuestro territorio cobijara buena parte de las cumbres andinas, el desierto más árido del mundo, campos magníficos para la actividad vitivinícola, la mitad de la Patagonia e incluso una isla polinésica. A cambio de todo lo anterior somos el único país de Sudamérica sin parte en la selva tropical y como subproducto de lo mismo carecemos casi por completo de navegación fluvial. 
Nuestros ríos fluyen en pendientes, caudalosos, llenos de rápidos y contracorrientes, ideales para el rafting adrenalínico, imposibles de navegar en plena calma por más de unas horas, menos aún por días, así que desconocemos por completo lo que es despertar en una hamaca sobre una apacible y vieja chalana tal cual como ocurre en el Paraná, el Marañón, el Amazonas o el Orinoco. 

La única excepción la constituye la ciudad de Valdivia. Fundada por los españoles, destruida por los hulliches, refundada por los españoles, nuevamente destruida por los huilliches, a punto de ser conquistada por corsarios holandeses, refundada por colonos alemanes, nuevamente destruida por el terremoto más grande de la historia, y nuevamente levantada por el amalgama cultural que la habita desde hace cincuenta años. 
Algo hace especial a estos habitantes de borde río que desde pequeños aprenden a desplazarse entre las aguas de los ríos Calle Calle, Valdivia, Cruces y Tornagaleones, por nombrar algunos; que celebran sus fiestas con “botes” alegóricos, que gustan de comer en restaurantes flotantes y que entre sus jóvenes se practica más el canotaje que el futbol. 
Una mezcla de amabilidad y orgullo en sus hombres, de coquetería y desdén en sus mujeres, de tenacidad y resignación en sus ancianos… Y es que quizás a diferencias de quienes nacimos mirando el mar o de quienes lo hicieron atrapados entre las montañas, los valdivianos aprendieron desde pequeños que en ocasiones es mejor dejarse llevar por la corriente y en otras es necesario remar contra ella.

No hay comentarios: