miércoles, 11 de abril de 2012

¿Me Tomas Una Foto? (Republicación del 30/06/09)


Febrero de 2008, junto a mi hijo adolescente caminábamos por un angosto sendero altiplánico rumbo a alguna ruina prehispánica cuando esta niña se cruza en nuestro camino y con voz dulce me dice “¿Me tomas una foto?”, como es obvio suponer inmediatamente la enfoque con mi cámara y apreté el obturador. Acto seguido cambió su dulzura por un tono enérgico y me dijo “Ahora págame”. Más sorprendido que molesto hice el ademan de borrar la fotografía (cuestión que como se darán cuenta no hice realmente y que ha sido un permanente cargo de conciencia desde entonces) y retomé mi rumbo. 
El altiplano sudamericano es una extensa meseta de altura, similar al Tíbet, en medio de la Cordillera de Los Andes que es compartida por Perú, Bolivia, Chile y el Noroeste de Argentina. Sus grupos étnicos son principalmente quechuas y aymaras, pero más allá del país o población originaria en cuestión no importa si uno se encuentra en la Quebrada de Humahuaca, San Pedro de Atacama, el Lago Titicaca o el Cañón del Colca, dos elementos están siempre presentes: el inmenso flujo turístico mayoritariamente europeo y la presencia de niños de corta edad a los costados de los caminos ofreciendo de todo cuanto hay, cuanto se amerite y cuanto se necesite. Basta la presencia de alguien de tez clara vestido con chaquetas Columbia y cámara fotográfica en mano para que un niño se acerqué vendiendo toda clase de suvenir, si el calor es agobiante cambiará la oferta por agua embotellada, si el clima cambia y es inminente una lluvia sacará de algún lado una capa de plástico impermeable a módico precio, si el mal de altura ha hecho estragos en el visitante ofrecerá las insuperables hojas de coca o muña (mucho mejor esta última), si nada de eso resulta ofrecerá oficiar de guía turístico o entonar alguna canción propia del folklore de la zona. No importa la barrera idiomática estos pequeños son capaces de ofrecer sus productos en español, portugués, inglés y francés, y no es ninguna exageración pues lo vi con mis propios ojos. 
En cierta ocasión mientras bebía una cerveza en la terraza de un local en Bolivia intentando inútilmente desentenderme de los requerimientos comerciales del enjambre de niños del lugar, noté que un francés también turista se negaba cortes pero tajantemente a cada oferta mientras yo ya acumulaba media docena de pulseras artesanales. Bastaron algunos minutos de conversación para entender que su postura no era apatía o que no estuviera interesado en conservar algún recuerdo de su viaje, sencillamente por nada del mundo le compraría algo a un menor de edad porque en su visión aquello sólo fomentaba el trabajo infantil por inocente que pareciera. 
Esa conversación cambió mi perspectiva de muchas cosas. Indudablemente también me opongo a la explotación de los menores pero no me había dado cuenta que cada sol peruano o peso boliviano del que distraídamente me desprendí tan solo ayudaba a que estos pequeños fueran enviados por sus padres a ofrecer sus productos a los turistas en lugar de estar en una escuela aprendiendo o jugando en sus casas como cualquier niño de ocho años debería estar haciendo. 
Muchas veces la ternura nos engaña, nos da una imagen distorsionada de las cosas, nos impide ver objetivamente los hechos, nos hace ponernos a repartir pescados al hambriento cuando la solución al hambre es enseñarle a pescar. Lamentablemente muchas de nuestras actitudes nobles en ocasiones tan solo ayudan a la mantención de una serie de vicios sociales. 
Las principales decisiones en lo que respecta a trabajo infantil, superación de la extrema pobreza y otras corresponden al estado y por consiguiente al gobierno de turno, pero eso es en lo macro, también frente a estos desafíos es necesario una postura, una decisión y una acción a nivel personal. Las sociedades cambian cuando las personas que las componen cambian, el primer paso es hablar de ello.

1 comentario:

Rembrandt dijo...

Es cierto todo lo que decís Luis, pero qué difícil es decir No a un niño en esas circunstancias, a mi lo primero que me sale es ayudarlo comprando lo que ofrece, aún a sabiendas de qué se trata el asunto.
Me gustaría ser optimista pero creo que como sociedad todavía tenemos mucho que modificar, lo bueno es que tomemos conciencia y entre todos de a poco vayamos construyendo, no digo un mundo ideal, pero sí mejor para todos.

Besos
REM

PD: Gracias por tu comentario en mi post sobre Malvinas, me llegó mucho.