miércoles, 27 de julio de 2011

Castillos, Caballeros y Princesas

Es curioso que en la ciudad de Viña del Mar abunden los castillos siendo que la urbe fue fundada cuatro siglos después de finalizada la Edad Media, nunca corrió el riesgo de ser atacada por corsarios y ningún miembro de la nobleza vivió en ella. Estos son castillos levantados a principio del siglo XX con las fortunas amasadas en los años posteriores a la revolución industrial, todas fortuna efímeras y quizás por lo mismo ninguno de ellos se encuentra en manos de sus originales dueños. Alguno se ha convertido en un centro de eventos, otro en un club social perteneciente a la colonia árabe, otro en manos del estado es una de las residencias del presidente de la República y finalmente el Castillo Wulff, en la imagen, ha sido habilitado como museo por una universidad privada.
Pero los castillos son castillos, no importa su origen. Cada vez que un niño ve uno se imagina a sí mismo como un caballero de brillante armadura luchando contra un dragón, y cada vez que una niña ve uno se imagina a sí misma como una princesa en espera de ser rescatada. Si a los niños les interesan solo los baluartes desde los cuales derribar con su espada a sus enemigos a las niñas les interesan sus amplios salones en donde se celebran aquellos bailes de ensueño. Dos miradas distintas, dos interesas distintos, un mismo castillo.
Por muchos años tuve esa mirada de “machito” frente a la vida, luchando con mis dragones, con los orcos que pretendían subir mis muros, deseando ser un corsario, un guerrero o un aventurero. Como es esperable con el tiempo mi castillo estaba lleno de trofeos de guerra, cadáveres y despojos de los banquetes allí hechos.
Quizás por lo mismo me sorprende tanto que casi sin darme cuenta una alegre y hermosa princesa se haya ido adueñando uno a uno de sus salones, abriendo las cortinas, limpiando el polvo, arreglando algo aquí y otro poco allá. Reconozco que había olvidado lo que era el tan necesario “toque femenino”.

La vida no es color de rosas, menos aún un cuento de hadas, en ocasiones los finales no son felices, pero definitivamente se siente mejor de a dos.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Siempre me llamó la atención los castillos de Viña. A pesar de no ser un niño, (aunque a veces lo pongo en duda) su visión sigue estimulando mis neuronas. Al menos eso es positivo.
Visualmente dan mucho juego. De noche, más.
Un abrazo

Ligia dijo...

Es verdad que los castillos son una puerta abierta a la imaginación, a cómo serían los que allí vivieron, o a cómo viviríamos nosotros en ese recinto. Abrazos

Unknown dijo...

me alegra saber que se abrieron las ventanas de un castillo para ponerles cortinas con bordados y arreglos, para que entre la luz, para ver distintas las mañanas, un abrazo

Pampa dijo...

Nuestros castillos, nuestras princesas, nuestros caballeros...
Todos en algún momento recordamos y recurrimos a una armadura para conquistar una princesa.
En cuanto a los finales, no son importantes... Lo importante es el transcurso...

Belén dijo...

Y además, cuando te haces mayor, descubres que hay algo detrás de las piedras con las que sueñas...

Besicos

Rembrandt dijo...

Mi lectura de niña pasó mayormente por castillos, princesas y caballeros, podría decirse que ese fue el comienzo de mi amor por los libros, el despertar a un mundo fantástico donde la imaginación lo era todo.
Hoy en día mi vida es lo suficientemente buena como para decir que encontré a mi principe y sabés que? no destiñe .... lo que no es poco.

Besos desde el otro lado.
REM

Rara Avis dijo...

La vida puede resultar de cualquier color extraoordinario si nosotros tenemos la voluntad de verla asi...

Bsss...