Cochayuyo y Merquén, eso es lo que se aprecia en la fotografía, dos ingredientes heredados desde la época prehispánica y que han permanecido en la gastronomía chilena hasta nuestro días. El primero es un alga presente en buena parte de nuestras costas y que es usada en guisos y ensaladas, en tanto el Merquén es un ají extremadamente picante fácil de cultivar y que luego de ser deshidratado es utilizado como condimento en toda suerte de preparaciones.
Ambos tienen algo en común: son fáciles de obtener y de preservar, estos elementos han marcado a la mayoría de los principales ingredientes de la tradición gastronómica en cualquier parte del mundo. El cebiche peruano, la paella española, los tamales mexicanos, el sushi japonés, la fejoada brasilera, el hagis escocés, la hamburguesa alemana, por nombrar algunos son platos que han nacido en la más completa y absoluta humildad, usando cereales como el trigo, el arroz o el maíz cultivados en la huerta familiar; peces, mariscos y algas extraídos libremente desde las costas; interiores de animales como el hígado, corazón o estomago que usualmente eran desechados por los patrones de antaño cuando mandaban a faenar un animal. De esa forma con sobras de la comida de otros y aquellos elementos de libre disposición las abuelas de nuestras abuelas crearon platos que fueran nutritivos y económicos a la vez.
Los años han pasado y estas humildes preparaciones, consideradas en alguna época como comida de pobres y menesterosos, se han convertido en algunos casos en platos de la más alta gastronomía a la vez de ser valorados por médicos y nutricionistas que destacan sus cualidades alimenticias por sobre el moderno fast food. ¡Qué sabias fueron entonces nuestras abuelas!, ¡De que maravillosa forma lograron alimentar con poco a numerosas familias! ¡Cuánta dedicación y abnegación hay en estos platos hechos con manos repletas de amor!
Ya no nos internamos en el oleaje buscando el cochayuyo ni cultivamos merquén en una huerta para secarlo durante todo el verano al sol, hoy día fácilmente podemos adquirirlos en cualquier mercado; por otro lado ya no están con nosotros nuestras abuelas indígenas, tampoco nuestras abuelas mestizas que cocinaban para el patrón ni nuestras abuelas campesinas que se preocupaban de alimentar a sus once hijos, pero ya sea siguiendo una receta o comprando un plato en un restaurant podemos saborear su infinito amor, sencillez y sabiduría que de alguna forma siempre las mantendrá a nuestro lado.
Ambos tienen algo en común: son fáciles de obtener y de preservar, estos elementos han marcado a la mayoría de los principales ingredientes de la tradición gastronómica en cualquier parte del mundo. El cebiche peruano, la paella española, los tamales mexicanos, el sushi japonés, la fejoada brasilera, el hagis escocés, la hamburguesa alemana, por nombrar algunos son platos que han nacido en la más completa y absoluta humildad, usando cereales como el trigo, el arroz o el maíz cultivados en la huerta familiar; peces, mariscos y algas extraídos libremente desde las costas; interiores de animales como el hígado, corazón o estomago que usualmente eran desechados por los patrones de antaño cuando mandaban a faenar un animal. De esa forma con sobras de la comida de otros y aquellos elementos de libre disposición las abuelas de nuestras abuelas crearon platos que fueran nutritivos y económicos a la vez.
Los años han pasado y estas humildes preparaciones, consideradas en alguna época como comida de pobres y menesterosos, se han convertido en algunos casos en platos de la más alta gastronomía a la vez de ser valorados por médicos y nutricionistas que destacan sus cualidades alimenticias por sobre el moderno fast food. ¡Qué sabias fueron entonces nuestras abuelas!, ¡De que maravillosa forma lograron alimentar con poco a numerosas familias! ¡Cuánta dedicación y abnegación hay en estos platos hechos con manos repletas de amor!
Ya no nos internamos en el oleaje buscando el cochayuyo ni cultivamos merquén en una huerta para secarlo durante todo el verano al sol, hoy día fácilmente podemos adquirirlos en cualquier mercado; por otro lado ya no están con nosotros nuestras abuelas indígenas, tampoco nuestras abuelas mestizas que cocinaban para el patrón ni nuestras abuelas campesinas que se preocupaban de alimentar a sus once hijos, pero ya sea siguiendo una receta o comprando un plato en un restaurant podemos saborear su infinito amor, sencillez y sabiduría que de alguna forma siempre las mantendrá a nuestro lado.
13 comentarios:
Me ha venido a la cabeza el "POTAJE" que cocinaba mi abuela, excepto por esos dos ingredientes pareciera que lo estabas describiendo.
¡Cuantos recuerdos!
John W.
Pócimas mágicas. Machis alquimistas. Aún hoy, esparciendo condimentos y algunas hierbas sobre los platos que llevamos a la mesa logramos convertir un sencillo plato de fideos blancos, quizás sólo lo que tenemos, en un amoroso manjar.
Que no falten los frasquitos en nuestros estantes. Que no falten las hierbas colgando secas de nuestros techos. Que siempre haya alguien que las reconozca. Para seguir dando gracias a la Pachamama.
No creo que lo haya probado, pero me apetece bastante!
Besicos
Me encanta la sonoridad de los nombres de Cochayuyo y Merquén, solo decirlos se paladean.
Y bueno, teniendo en cuenta que aquí en la tierra de la paella y mi tierra (Valencia) decimos que la mejor que hemos comido nunca ha sido la que nos ha hecho nuestra madre o nuestra abuela, no puedo dejar de estar totalmente de acuerdo contigo.
Un abrazo
me encanta el merquén, pero odio el cochayuyo, cuando niña me dieron mucho y ahora no lo puedo ver, pero una salsita con merquén y sopaipillas umm! un besito paty
Mmm...mi abuela es especial en la cocina. Adoro su arroz con leche y cositas ricas que hace para mi :D
Las abuelas son un encanto, creo, cocinen lo que cocinen, pero si encima te dan esas cositas...
:D
Este verano hemos tenido en el patio plantas de esos pimientos rojos, aunque por lo picantes los gastamos muy poco. Pero qué bonitos son! Y las algas!
Un besito con aliño
Lala
Luis...
cuántas nostalgias... mi abu hace el pan dulce mas rico del mundo... tiene un horno de barro y alli cocina para todos... no sabés lo ricos que son... tienen nueces... avellanas... castañas... y frutas secas en pedacitos...
gracias por darme la oportunidad de saborear anticipadamente su especialidad!!!
hermosos días!!
beso!!
hola Luis
me gusta el siempre se aprende que encuentro por acá
y si tiene el tono del amor en cocinar
y además el valor agregado de recordar a las mujeres que desde siglos legaron sus manos su inventiva
más sabrosa la lectura
lo que más rinde homenaje es que aún en cada tierra conservemos ingredientes usados por pueblos originarios del mundo....no los han dejado ser en muchos casos pero paradojalmente están en lo que no puede dejar de ser que es alimentarse...
cariños
Uhmmmmmm Exquisito!!
Me fascina la ensalada de Cochayuyo, es curioso, porque la primera vez que la probé fue en casa de Ivonne, en la ciudad de las rosas (Puerto Varas).Mi abuela lo preparaba guisado, o frito con queso. El merquén no lo podía ver!jejej por lo picante, ella mi bueli, después de secar el ají, lo molía en una maquina de moler carne.
Vaya, no sólo traes esos exquisitos manjares, sino que también nos impregnas de nostálgicos recuerdos.
Gracias!
besitos
soni
La sabiduría de la cocina de la abuela. Extraño el churrasco suramericano e invito a conocer la fabada, especialmente para los días fríos de Europa en estos momentos. Cordiales saludos.
Entretienes e ilustras. Y esta vez no sólo con la fotografía, sino con esas dos palabrejas que inician tu relato. Me encantan los nombres propios de las cosas que no conozco.
Amigo mío, como el tiempo por estas fechas es poquito, aprovecho para dejarte un abrazo, que tengas una linda navidad con los tuyos y que el próximo año este lleno de nuevas ideas y proyectos, besitos navideños paty
como los sabores se unen en un rito junto con sus aromas y nos dejan una huella imborrable,
también son indelebles los recuerdos que tienen que ver con nuestro interior,
es así que vengo solo a saludarte,
un abrazo
Publicar un comentario