Tan solo la puerta de una casa antigua con un número en su costado, Londres 38 no pasa de ser una dirección más en medio del antiguo barrio Paris-Londres a pasos de la Iglesia San Francisco en pleno centro de Santiago, pero hay mucho detrás de esta simple trozo de madera.
Luego del golpe militar de 1973 la antigua casa de Londres 38 fue usada durante un año como centro de detención por la Dina (Dirección Nacional de Inteligencia). En este lugar eran "interrogadas" aquellas personas supuestamente participes de planes subversivos en contra del recientemente instalado gobierno militar. Estos interrogatorios consistían en torturar a los detenidos, usualmente aplicándoles electricidad, hasta que entregaran la información buscada por la Dina, muchos de ellos no sobrevivieron la "experiencia" y aún persiste un centenar de personas que entraron forzados por esa puerta y hasta el día de hoy, más de veinticinco años después, no se sabe dónde o de qué forma fueron ocultados sus cuerpos.
Pero mi reflexión no gira en torno a las atrocidades cometidas allí, con los años ya de sobra denunciadas, sino que tratar de entender cuál es la lógica detrás del torturador, detrás de quien da la orden de que esta sea ejecutada. Esa lógica no es otra que la que el supuesto bienestar de la patria estaba por sobre las vidas y los derechos de algunos pocos, en otras palabras la maquiavélica doctrina de que "el fin justifica los medios".
La pregunta es cuanta veces justificamos lo injustificable en nuestra vida diaria utilizando eufemismos como mentira piadosa, mal necesario o el sofisticado daño colateral?. Cuando el fin es proteger a nuestros hijos es justificable violar su privacidad? para afianzar nuestra posición en la empresa donde trabajamos se justifica exagerar más allá de lo prudente nuestros meritos y hacer notar los defectos de nuestros colegas? mentir a nuestra pareja para que "no sufra" es necesario? y así incluso en las situaciones más insignificantes solemos caer en la misma lógica de quienes establecieron los protocolos de la Dina.
Lugares como Londres 38 en el pasado o Guantánamo en la actualidad nos deben recordar que no importa cuál sea la situación o su contexto "el fin no puede justificar los medios".
Luego del golpe militar de 1973 la antigua casa de Londres 38 fue usada durante un año como centro de detención por la Dina (Dirección Nacional de Inteligencia). En este lugar eran "interrogadas" aquellas personas supuestamente participes de planes subversivos en contra del recientemente instalado gobierno militar. Estos interrogatorios consistían en torturar a los detenidos, usualmente aplicándoles electricidad, hasta que entregaran la información buscada por la Dina, muchos de ellos no sobrevivieron la "experiencia" y aún persiste un centenar de personas que entraron forzados por esa puerta y hasta el día de hoy, más de veinticinco años después, no se sabe dónde o de qué forma fueron ocultados sus cuerpos.
Pero mi reflexión no gira en torno a las atrocidades cometidas allí, con los años ya de sobra denunciadas, sino que tratar de entender cuál es la lógica detrás del torturador, detrás de quien da la orden de que esta sea ejecutada. Esa lógica no es otra que la que el supuesto bienestar de la patria estaba por sobre las vidas y los derechos de algunos pocos, en otras palabras la maquiavélica doctrina de que "el fin justifica los medios".
La pregunta es cuanta veces justificamos lo injustificable en nuestra vida diaria utilizando eufemismos como mentira piadosa, mal necesario o el sofisticado daño colateral?. Cuando el fin es proteger a nuestros hijos es justificable violar su privacidad? para afianzar nuestra posición en la empresa donde trabajamos se justifica exagerar más allá de lo prudente nuestros meritos y hacer notar los defectos de nuestros colegas? mentir a nuestra pareja para que "no sufra" es necesario? y así incluso en las situaciones más insignificantes solemos caer en la misma lógica de quienes establecieron los protocolos de la Dina.
Lugares como Londres 38 en el pasado o Guantánamo en la actualidad nos deben recordar que no importa cuál sea la situación o su contexto "el fin no puede justificar los medios".
9 comentarios:
absolutamente cierto,
nunca el fin puede justificar los medios,
excelente y real reflexión,
un abrazo
... ...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazon
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesia ...
AFECTUOSAMENTE
UNA IMAGEN PALABRAS MIL
jose
ramon...
Hay amigo, tienes mucha razón en tu reflexión, no hay nada que justifique los horrores, los abusos,las estupideces en cualquier cosa de los seres humanos. Ahora en mi alma romántica, pero no ciega, quisiera pensar que detrás de esa puerta, también hay historias más amables que calmen aquellos momentos tan brutales. un beso
Mi querido Luis, ten por seguro que cuando tenga la fecha, serás invitado especial, el cafecito no tiene que esperar la exposiciòn, un abrazo paty
Los latinoamericanos nos parecemos tanto. Todos tenemos nuestras puertas. La maquinaria nunca se ha detenido, le cambian los nombres.
Qué buena reflexión Luis.
Un texto muy reflexivo. Linda historia la que nos cuentas, tras cada puerta hay mucho para contar, te dejo un beso, cuidate.
Cuantas historias habrá detrás de esas puertas silenciosas, sencillas o imponentes, frágiles o duras, cuantas historias.
Un abrazo
Mi impresión, más allá de valores altisonantes, es la de que a esos hijos de puta, les gusta lo que hacen.
La puera es preciosa.
Sobre tu comentario Raúl, no sé si lo disfrutaran o no, sobre lo de hijos de puta no hay duda.
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