jueves, 10 de septiembre de 2009

Nicolino

La poca habitual coincidencia de una soleada mañana de invierno y uno de mis días de descanso laboral fue una ocasión perfecta para dedicarla a mi pasión por fotografiar Valparaíso. Estando en lo alto de un mirador con magnífica vista al Pacífico se me acercó un anciano, después supe sumaba más de ochenta años, que me preguntó si era turista y si me gustaba contemplar el mar, a lo primero dije no y a lo segundo si. Inmediatamente y sin pedir ningún permiso previo comenzó a entonar una bella y simple canción acerca de la belleza de las costas. Lo poco inusual de su presentación me convenció de que se trataba o de un viejo loco o de un anciano sabio, cualquiera fuera la respuesta estaba más que justificado detenerme a conocer más del amistoso personaje.
Nicolino nación en Nápoles, cuando tenía trece años sus padres decidieron abandonar Sicilia y cambiar las vistas del Vesubio por las del Pacífico Sur, quizás buscando una nueva vida en las costas americanas quizás huyendo de alguna vendetta, sea como fuere arribaron a Valparaíso a finales de 1939.
Las cosas no comenzaron bien, a los pocos meses de llegado murió su padre. Nicolino se vio obligado a convertirse en Nicolás y asumir como el sostén familiar. Extranjero, con problemas con el idioma, sin educación, todo parecía estar en contra. Debió comenzar por recoger los desechos de telas en las manufactureras textiles los que después vendía como “guaipe” o paños de limpieza, en algún momento descubrió que estas sobras de género podían volver a hilarse y se inició en la venta de carretelas de hilo a las costureras y sastres de Valparaíso.
Previo a cada giro en su relato el hombre decía con tono solemne “La necesidad es la que crea al órgano” y su historia parecía darle la razón. Luego de algunos años vendiendo y trabando amistad con los sastres porteños se adelantó a su época iniciándose en el outsourcing y contratando servicios externos terminó instalando la tienda más fina y exclusiva de corte y confección del Valparaíso de los años cincuenta. En las décadas siguientes incursionó en la venta de automóviles, la gastronomía y el negocio inmobiliario.
Comentando mi encuentro con otras personas supe que Nicolino llegó a ser dueño de una hacienda de varias miles de hectáreas y de un par de edificios en la zona más exclusiva de la Viña del Mar de la época. Incluso hasta el día de hoy uno de los más prestigiados restaurantes de comida italiana lleva su nombre.
Solo regresó a Sicilia en una ocasión a finales de los cincuenta a dejar flores en la tumba de su abuelo. La no despreciable fortuna que logró reunir es ahora administrada por sus nietos. Actualmente a sus ochenta y algo espera los días soleados para poder observar el mar sentado en lo alto de un mirador y ocasionalmente contar su historia de vida a algún desconocido.
Al momento de despedirnos comenzó a entonar quietamente el “O Sole mío” y finalizado agregó “es que los napolitanos somos así le cantamos al mar, al sol, a las flores, porque solo nos interesan las cosas simples”.
Nicolino ¿viejo loco o anciano sabio? Creo yo que una mezcla de ambos, pero decidan ustedes.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Es que para hacer lo que hizo no se puede estar cuerdo del todo, hay que tener la suficiente locura para poder atreverse a todo.




John W.

Anónimo dijo...

Maravilloso relato. Todo tu blog emana un delicioso perfume de sinceridad. Puede que hay radique el genio.

Patricia González Palacios dijo...

Me encantan esos encuentros casuales, le dejan al alma un saborcito especial. Es bueno conversar con gente mayor, tiene tanto que contar, me recordó a mi abuela romana, no creo que sea loco, para mi es sabio, toma la vida con alegría a pesar de todo. paty

Unknown dijo...

nada por decidir, un excelente relato bien contado y con la veracidad del que sabe contar,
te agradezco esta historia que tiene tanto que ver con todos los que habitamos aquí abajo,
un abrazo

Rembrandt dijo...

Precioso relato , yo me inclino a pensar que se trata de un anciano sabio , será que me gusta escuchar a los mayores , siento que siempre se puede aprender algo de ellos.

Lindísimo tu blog me encantó!

Saludos
REM

Anónimo dijo...

Salte de un blog acá
y me encontré con esta historia
que tiene para mí el condimento que corre por mis venas.

Bellamente contada,
y un anciano sabiamente loco
que me llenó de una extraña nostalgia, una añoranza profunda
e inexplicable de lo desconocido.
El llamado de la sangre.
Muy Agradecida

poetadesterrado dijo...

Que genial!,me hizo acordar, en parte, a mi abuelo que lo recuerdo con ese estado de animo tan armonioso, lleno de alegría de vivir.
Quizás tenga que ver el ritmo con que bailan esas mentes y por no cantar canciones demasiado complicadas o aquellas que se las aprenden, solo por cantar.
Gracias Luis por el pan nuestro de cada entrada.

Anónimo dijo...

Amigo Luis...
Al leerte me hago parte de tu historia.

Cada uno se hace un pedacito de tu bien hilado relato.
Me acuerda la canción de Joan Ma Serrat que dice ¨No me siento extranjero en ningún lugar...¨

Gracias por tu evocación
Saludos siempre, siempre

pepa mas gisbert dijo...

Nicolino o la alegría de vivir.

Un abrazo

P.D. me recuerda a mi madre, que sin haber tenido casi infancia y menos adolescencia, ahora con más de ochenta años, le sonríe a la vida

mabel casas dijo...

tu pasión por la fotografía, tiene la plabra incorporada y la foto se vuelve vida vivida...
Luis es tan dulce tu modo de contar
loco y sabio
un ejemplo para estos tiempos
se puede , el lo dijo "La necesidad es la que crea al órgano”
vos creas la belleza del paisaje unido a las personas, doble valor
mis cariños