Recuerdo con especial cariño a Oscar Otárola, mi profesor de filosofía en mis años de secundaria, recuerdo sus debates en los que buscaba adentrar en las profundidades del pensamiento a un grupo de desordenados estudiantes cuya idea más elaborada hasta ese entonces había sido como conseguir pedir permiso a sus padres para asistir a la fiesta del fin de semana. Recuerdo en particular dos interesantes discusiones sobre qué cosas en nuestra vida cotidiana constituían una “causa y/o un efecto” y cuales podían ser determinadas como “un fin o un medio”.
En buena parte de mi vida consideré a los caminos, sean estos literales o simbólicos, tan sólo un medio para alcanzar un fin, una vía conducente a un lugar, una forma de obtener un resultado, un recorrido que alcanzaba su valor tan sólo una vez completado. Hace casi exactamente una década atrás me encontraba atravesando una época particularmente difícil, desempleado, sin dinero y con un matrimonio hecho trizas hacía poco. En aquellas poco gratas noches en las que el insomnio era una constante mis más leales compañeros eran el café y el tabaco, por lo mismo no era extraño que a altas horas de la madrugada me encontrara con que acababa de fumar el último cigarrillo de la cajetilla, en dichas circunstancias mi única alternativa era realizar una caminata de más de media hora hasta una estación de venta de combustible donde podía comprar mis ansiados Marlboro o Lucky Strike. A poco andar me di cuenta que no eran unos pocos más o menos miligramos de nicotina los que me calmaban, los que me hacían ver las cosas con mayor claridad y finalmente conciliar el sueño, sino que era en sí la caminata en compañía tan sólo de mis pensamientos escuchando a lo sumo el ladrido de un par de perros lo que resultaba terapéutico.
Supongo que desde aquellos años que he aprendido a disfrutar los caminos sin siquiera importarme a donde conducen, deleitándome sencillamente en el hecho de recorrerlos, aprovechando cada instante de caminata para depurar pensamientos. Es interesante cuantas ideas se pueden obtener usando el supuesto “tiempo perdido” en nuestros desplazamientos de la casa al trabajo o cuantos detalles pueden observarse en el camino que se recorre yendo al mercado.
De igual forma he aprendido a valorar aquellos caminos simbólicos, esos procesos que nos permiten obtener un resultado, a veces incluso sin lograr alcanzar las metas propuestas pero encontrando un alto grado de crecimiento personal en la senda recorrida. A fin de cuentas nos encontramos permanente “en camino” y cuando llegamos a algún lugar únicamente es para iniciar un nuevo viaje.
Tan sólo como dato informativo les contaré que el camino de la fotografía atraviesa entre campos y barrancas el extremo norte de la Isla del Sol en medio del Titicaca boliviano y finaliza en un conjunto de ruinas prehispánicas conocidas como el laberinto de Chikana, pero si algún día lo recorren no esperen llegar hasta el final para disfrutarlo.
En buena parte de mi vida consideré a los caminos, sean estos literales o simbólicos, tan sólo un medio para alcanzar un fin, una vía conducente a un lugar, una forma de obtener un resultado, un recorrido que alcanzaba su valor tan sólo una vez completado. Hace casi exactamente una década atrás me encontraba atravesando una época particularmente difícil, desempleado, sin dinero y con un matrimonio hecho trizas hacía poco. En aquellas poco gratas noches en las que el insomnio era una constante mis más leales compañeros eran el café y el tabaco, por lo mismo no era extraño que a altas horas de la madrugada me encontrara con que acababa de fumar el último cigarrillo de la cajetilla, en dichas circunstancias mi única alternativa era realizar una caminata de más de media hora hasta una estación de venta de combustible donde podía comprar mis ansiados Marlboro o Lucky Strike. A poco andar me di cuenta que no eran unos pocos más o menos miligramos de nicotina los que me calmaban, los que me hacían ver las cosas con mayor claridad y finalmente conciliar el sueño, sino que era en sí la caminata en compañía tan sólo de mis pensamientos escuchando a lo sumo el ladrido de un par de perros lo que resultaba terapéutico.
Supongo que desde aquellos años que he aprendido a disfrutar los caminos sin siquiera importarme a donde conducen, deleitándome sencillamente en el hecho de recorrerlos, aprovechando cada instante de caminata para depurar pensamientos. Es interesante cuantas ideas se pueden obtener usando el supuesto “tiempo perdido” en nuestros desplazamientos de la casa al trabajo o cuantos detalles pueden observarse en el camino que se recorre yendo al mercado.
De igual forma he aprendido a valorar aquellos caminos simbólicos, esos procesos que nos permiten obtener un resultado, a veces incluso sin lograr alcanzar las metas propuestas pero encontrando un alto grado de crecimiento personal en la senda recorrida. A fin de cuentas nos encontramos permanente “en camino” y cuando llegamos a algún lugar únicamente es para iniciar un nuevo viaje.
Tan sólo como dato informativo les contaré que el camino de la fotografía atraviesa entre campos y barrancas el extremo norte de la Isla del Sol en medio del Titicaca boliviano y finaliza en un conjunto de ruinas prehispánicas conocidas como el laberinto de Chikana, pero si algún día lo recorren no esperen llegar hasta el final para disfrutarlo.
11 comentarios:
como siempre un placer,
un abrazo
En mi tierra es el poema de Antonio Machado.Quien lo describe muy bien-
" Caminante no hay camino, se hace camino al andar.........."
Querido amigo, comparto plenamente tu reflexión, desde estudiante muchas veces caminé por el centro de Santiago, como una forma de aclarar pensamientos propios de la adolecencia, ahora con más años acostumbro en lo posible no ocupar los medios de transporte, sino mis patitas para recorrer el barrio y ahi aclarar mis problemas, o llenarme de inspiración, espero que con más años pueda hacer lo mismo, es una sana terapia, un beso paty
Tuve una experiencia parecida, o parecidas, con el tabaco y tener que salir a comprar a las tantas de la madrugada.
Me ha encantado este post, el poner, en este caso, blanco sobre negro unas ideas que tenía por ahí medio desordenadas medio aparcadas, me ha venido muy bien.
John W.
Quizás nos cruzamos en la Isla del Sol, no lo sabemos, para encontrarnos ahora. Celebro que que seas parte de mi viaje, que me acompañes hasta cuando sea. Celebro, también, estar en tu camino y que sea hasta cuando quiera.
Un abrazo.
Cada vez mejor lo tuyo Luis.
No se porque por momentos me hizo acordar a la canción de silvio rodriguez, Qué hago ahora(dónde pongo lo hallado).
Un abrazo
Es la idea...
Saber aprovechar!! Disfrutar de cada paso.
Muy bueno !!
Saluda Liliana desde Argentina.
Ese "tiempo perdido" recorriendo el camino de nuestros pensamientos es un tiempo ganado a nuestra salud mental, sin duda.
Un abrazo, lástima que a veces ese descubrimiento llega tarde, aunque quizás nunca es tarde para encontrarnos.
Me siento identificado con lo que escribes.
Hay paseos que no se encuentran en cualquier camino.
Lo disfruté plenamente.
Una belleza y como dice tu post, un simbolo de muchas cosas.
Seguir caminando como sea, ese es el lema.
Beso
PEtra
Aquí quizá vendría bien echar mano del verso consabido, y decir aquello de que "caminante no hay camino...", pero entonces nos cargaríamso el sentido simbólico de tu hermosa entrada.
Un saludo.
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