Hace unos días quebré un plato. Era un plato blanco y redondo de loza, obviamente fue sin querer, pero hice lo que se hace cuando quiebras un plato blanco y redondo de loza: tomas los restos y lo botas al tacho de la basura; luego vas a la tienda y compras otro plato blanco y redondo de loza que seguramente algún tiempo después también terminará estrellado contra el piso, Usualmente es el intrascendente final de los platos blanco y redondos de loza.
Distinto era el caso de esos tazones de fina cerámica labrada y pintada a mano que mi madre heredó de la suya. En ese caso cada quebrazón dolía en el alma, incluso en la medida de lo posible se trataban de reparar con algún adhesivo líquido aunque después solo sirvieran como adorno.
Pero hoy usamos platos blancos y redondos de loza que nadie lamenta perder, así es la vida moderna… en todo.
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