Corrían inicios de 1988 cuando Alejandro junto a quien escribe y una treintena de quinceañeros ingresábamos al primer año de “Ventas y Publicidad” en el Liceo Comercial de Quilpué. De seguro cuando entramos a esa sala no nos dimos cuenta que en ese momento comenzaban a formarse amistades que durarían toda la vida y que en algunos casos se extenderían en nuestros hijos.
Fue cosa solo de semanas para que nuestros nombres desaparecieran y es así como Claudio pasó a ser el Negro, Christián pasó a ser el Chino, Jorge el Flacucho, yo el Santi (diminutivo de mi apellido) y Alejandro, que conservó el apodo que arrastraba desde la niñez, siguió siendo conocido como el Many.
Aunque en las radioemisoras juveniles de la época, como Galaxia o Concierto, aún se repetían los temas de Soda Stereo y Enanitos Verdes hacía ya un tiempo que el Rock Latino comenzaba a vivir su ocaso. Por otra parte álbumes como “The Joshua Three” de U2 o “Slippery When Wet” y sobre todo “New Jersey” de Bon Jovi marcaban el renacer del gusto por la música anglo.
En ese contexto fue que a los pocos días de iniciar las clases el Many nos preguntó: “¿Se saben alguna de Silvio?”
Faltaban casi tres años para el fin de la dictadura militar en Chile, así que nombres como los de Silvio Rodriguez, Jean Manuel Serrat y Pablo Milanes se encontraban absolutamente vetados de la radiofonía nacional. Aún así varios habíamos escuchado Ojalá y Unicornio Azul en versiones de otros intérpretes que contaban con el beneplácito del régimen.
Cuando en Marzo de 1988 el Many tomó su guitarra y comenzó a interpretar, si mi memoria no me falla, “Mariposas”, todos lo miramos con cara de extrañados. Casi tres años después la mayoría de nosotros podía recitar la discografía de Silvio completa con más rapidez y facilidad que el Padre Nuestro.
El Many fue el primero de los nuestros en casarse y ser padre, por lo mismo el primero en entrar al mundo de las responsabilidades adultas (aunque yo lo seguí de cerca). Así que mientras para otros la rumba arreciaba para él había otras preocupaciones.
Y así fue como llegamos a la cercanía de los cuarenta; los antiguos reyes de la bohemia ahora convertidos en padres preocupados de dividendos y colegiaturas, pero en un giro inesperado Alejandro se terminó de convertir en el Many, se dejó crecer el cabello, dio rienda suelta a su inspiración y hoy, al igual que su ídolo de adolescencia, es un trovador que va de bar en bar o peña en peña compartiendo su poesía acompañada por la guitarra.
Supongo que en la vida cada cual encuentra su camino o el camino encuentra al que ha de transitarlo.
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