Los mapuches los consideraban bárbaros por su vida nómade pero reconocían su coraje y los llamaron Tehuelches (la gente bravía); los españoles los consideraban bárbaros por adorar a la naturaleza y los llamaron Patagones por las enormes huellas dejadas en la nieve. Pero ellos se conocían a sí mismo como Aonikenk, el pueblo del sur.
Durante siglos habitaron la comarca que va desde el Chelenko, el Lago de las Tormentas, aquel mismo que los argentinos hoy conocen como Buenos Aires y que los chilenos llaman General Carrera, hasta la montaña sagrada del Chaltén, aquella que los europeos renombraron como Fitz Roy.
También durante siglos en sus aiken se dedicaron a cazar guanacos y beber el licor de calafate guachacay y también durante siglos vieron a sus dioses en los gigantes de mármol al interior del lago sagrado. Gigantes tallados por el agua turquesa y el viento patagónico.
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