Supongo que no es tan fácil ser arquitecto en la actualidad. Quizás Niemeyer fue el último, al menos en Latinoamérica, en poder dejar volar su creatividad a la par de gozar de presupuestos prácticamente ilimitados. Todos esos idealistas recién egresados de la facultad se topan con una realidad en donde el ahorro de materiales, la escasez de superficie utilizable y por sobre todo la imperiosa necesidad de maximizar la eficiencia energética los obliga a repetir una y otra vez la misma fórmula: la torre, máximo emblema de la arquitectura urbana contemporánea; y en un rectángulo hecho de hormigón y cristal las opciones de ser creativos e innovadores son pocas. Convengamos que en la antigüedad los constructores de pirámides tampoco se caracterizan por marcar grandes diferencias entre una y otra.
Sin embargo en ese andamiaje urbano tan monótono y monoforme aún podemos dejar volar nuestra imaginación si hacemos el esfuerzo de abstraernos del ruidoso entorno, de esa forma podemos encontrar puntos en donde el cristal se funde con el cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario