Creo que fue gracias a Soda Stereo que descubrí la magia detrás de un concierto. Lo sorprendente que resulta ver como las voces a las que estás familiarizados por la radio se convierten en seres de carne y hueso, usualmente más altos, bajos, gordos o delgados de lo que los habías visto en televisión; la adrenalina desbordante de oir a cientos o miles de personas corear una canción; la suerte de verdadero trance en la que se entra al escuchar la música a todo volumen; y por sobre todo lo distinto, para bien o para mal, que resultan las versiones en vivo de los temas de una banda.
Cuando poco más de una década atrás internet acabó con las ganancias millonarias de los sellos y los artistas por concepto de venta de discos trajo como resultado que bandas y solistas debieran volver a los escenarios para poder, legítimamente, lucrar de su música. Aquello trajo como consecuencia la desaparición de las creaciones de laboratorio que solo se escuchaban bien con la ayuda de emuladores y sintetizadores.
En alguna medida un concierto es una suerte de hora de los “qué hubo” para un músico, el momento en el que realmente se ve su calidad interpretativa y por sobre todo se pone a prueba el nivel de comunión con su público, y en ello solemos llevarnos gratas sorpresas o tremendas decepciones.
1 comentario:
Así es, los conciertos son la prueba de fuego de los artistas. Y cuando te decepcionan, escucharlos “enlatados" ya no es lo mismo.
Un abrazo
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