Hace quinientos años las terrazas levantadas el altiplano andino fueron capaces de alimentar a un imperio de más de quince millones de personas. Un par de siglos después, a raíz de las guerras y enfermedades originadas por la conquista europea, la población nativa había disminuido en algunos lugares casi en un noventa por ciento.
En esas circunstancias tantas hectáreas dedicadas a la agricultura y por sobre todo el flujo de agua para alimentarlas parecía un despropósito, por lo mismo y en busca de usos más rentable paulatinamente el curso de los ríos andinos fue intervenido para usar sus aguas en la actividad minera.
La minería fue creciendo hasta convertirse en la principal fuente de riqueza de las naciones con participación en la meseta de Los Andes, entonces los cursos fluviales siguieron siendo intervenidos, el desierto continuó su avance, las terrazas se continuaron secando hasta en algunas regiones como San Pedro de Atacama desaparecer casi por completo.
En tiempos en los que la crisis de alimentos se vaticina como la uno de los grandes problemas futuros la solución pareciera estar a la mano en una receta milenaria que nunca necesitó de manipulación genética. Sin embargo usarla requiere abandonar nuestro culto por la riqueza.
1 comentario:
Cada vez estoy más convencida de que las nuevas tecnologías y todos los nuevos avances de la actualidad tienen sus días (décadas) contados y que en el futuro, si queremos sobrevivir, tendremos que recurrir a los conocimientos de nuestros antepasadados, estar más cerca de la naturaleza (si logramos que quede algo) para reconciliarnos con la vida. Y nos va a resultar difícil.
Un abrazo
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