Hace un par de años tuve la oportunidad de visitar Asunción durante algunos días. Fue uno de estos típicos viajes laborales en donde el anfitrión de turno se encarga de la recogida en el aeropuerto, la acomodación en el hotel, las comidas en restaurantes y las visitas comerciales; por lo mismo poco fue lo que realmente conocí de la capital del Paraguay, sin embargo hay varias cosas que me llamaron poderosamente la atención.
Las antiguas calles de adoquines en pleno centro de la urbe, la ausencia de edificios de alturas, los guardas fuertemente armados en centros comerciales y casas de cambio, los vendedores ambulantes presentes incluso entre los counter del aeropuerto, la descarada y abundante venta de falsificaciones en las aceras, y por sobre todo el que la gran mayoría de los avisos publicitarios y letreros indicativos estén escritos en dos idiomas, pero no en español e inglés como suele ocurrir en otras latitudes con el fin de hacer sentir en casa al turista extranjero sino que en español y guaraní, su vernácula lengua indígena.
Cuando las naciones sudamericanas declararon su independencia San Martín, O’Higgins, Bolivar, Sucre y otros recurrieron al imperio británico y los nacientes Estados Unidos no solo para conseguir entrenamiento militar sino también sino también encontrar capitales frescos que ayudaran a construir los nacientes estados. Pero esta ayuda no fue gratuita y junto con la independencia surgió la deuda externa, de esa forma las riquezas americanas que los ingleses no pudieron poseer a través del colonialismo las consiguieron a través de usureros tratados comerciales y de explotación.
El único país que no recurrió a la ayuda externa fue Paraguay y por lo mismo sin recursos que destinar al pago de deudas, dueño y señor de su capacidad productiva, no tardo en convertirse en la nación más avanzada del conosur. Pero los intereses británicos y estadounidenses no tardaron en actuar convenciendo a Argentina, Uruguay y Brasil en formar un pacto y declarar la guerra al rebelde estado paraguayo.
La guerra de la Triple Alianza ha sido la más sangrienta que ha visto el suelo sudamericano provocando la muerte de casi el 70% de la población del Paraguay. Además la nación guaraní perdió gran parte de su territorio, fue obligada a pagar una indemnización que hipoteco su futuro, se puso fin a la educación gratuita, se abolieron las “estancias de la patria” que alimentaban a la población; y el ferrocarril y teléfonos, los más avanzados al sur del Ecuador, fueron confiscados y entregados a administración extranjera.
Del glorioso y rebelde Paraguay tan solo quedó el fuerte respeto por sus pueblos indígenas, lo único que las balas financiadas desde allende el atlántico no les pudieron arrebatar.
1 comentario:
Y no es poco. Cuando mantienes el respeto por tus raíces y tu historia, resistes mejor los ataques de los colonizadores, los antiguos y los modernos.
Interesante lo que cuentas de Paraguay, país del que sólo conocía su ubicación y el nombre de su capital.
Un abrazo
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