El amor es cosa de dos pero la amistad usualmente viene en tríos.
En la básica el trío de compinches lo conformábamos Alexis, “el Novoa” y yo; en el barrio mis compadres eran “el Cabezón” y Pepe, en la media “el Negro” y el Chino”, en mis correrías juveniles Waldo y Esteban, en cierto trabajo Leo y Allan, y así la lista continua con una infinidad de trium viratos en los distintos ámbitos de la vida.
La amistad en trío tiene sus ventajas: es difícil enojarte con tus dos amigos, normalmente lo haces con uno y el otro actúa como mediador; si hay algún desacuerdo de ideas siempre habrá uno que dará el desempate; también usualmente existe uno más alocado, otro más prudente y el tercero que marca el punto medio; y por sobre todo cuando te caes es más fácil que te levanten entre dos personas, no en vano versa el proverbio “cordel de tres hilos no se rompe”.
De seguro los de la foto son un trío de compinches que decidieron descansar su farra en la rivera del Calle Calle.
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