Debió haber tomado en serio el chirrido que salía desde el motor de su viejo Citroën. La correa del alternador optó por cortarse avanzada la tarde y cuando aún le faltaban algunos kilómetros para llegar a Valdivia.
Lo bueno es que mediante un conocido pudo conseguir una grúa, lo malo es que no vendrían a remolcarlo antes de tres horas.
En parte para matar el predio de la espera y en parte porque necesitaba evacuar líquidos, cruzó la carretera y se internó entre unos matorrales hasta llegar al borde de un lo que a primera vista parecía un horrible pantano.
En la medida que sus ojos se acostumbraron a la poca luz notó que en realidad era un pantano de amenazantes aguas más negras, pero también notó que en ese poco grato lugar florecía el más grande jardín de nenúfares que alguna vez haya visto o imaginado.
(Basado en una historia muy real).
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