¿Cuántos leñadores habrán tenido igual fin? Una cruz perdida en medio de los fiordos patagónicos devorada por la selva austral, emparentados con los pirquineros que yacen con bajo una cruz en medio del desierto de Atacama, con los arrieros perdidos en lo alto de Los Andes o con los pescadores recordados solo por un ramo de flores arrojado al Pacífico.
Pero quizás volver en paz a la tierra, ser devorado por la naturaleza hasta hacerte parte de ella, es un mejor descanso que permanecer atrapado en una prisión de mármol y bronce.
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