A lo largo de la historia siempre ha existido una suerte de capital mundial, una megalópolis a la cual el resto de sus provincias, directas o tácitas, sigue. En un comienzo fue Roma y desde las islas británicas al medio oriente el mundo conocido se llenó de coliseos, hipódromos y anfiteatros.
Para quienes somos sudamericanos este imitar a la metrópolis nació junto con la Conquista y era lógico esperar que los recién llegados quisieran revivir en el Nuevo Mundo las calles de Sevilla. Hacia finales de la Colonia la idea era parecerse a Marsella, luego vino la Reina Victoria y cada barrio aristocrático era un pequeño Londres.
El primer centenario de la emancipación americana llegó casi en conjunto con la Belle Epoque. Con un siglo de vida independiente las naciones consideraron que había llegado el momento de darle forma y cuerpo a su institucionalidad motivando que las construcciones neoclásicas al más puro estilo parisino se adueñaran de las urbes americanas.
Más tarde vendría la supremacía de Chicago, y díganme si es que al andar por el centro de Santiago o Valparaíso no se sienten inmersos en una película de gangster, hasta llegar a nuestros días donde cada rincón aspira a convertirse en un nuevo Manhattan.
Como siempre la arquitectura va de la mano con la economía, como siempre queremos hacer sentir en casa a los dueños del fundo, y así como van las cosas quizás sería bueno que nuestros diseñadores y arquitectos empiecen a aprender a levantar pagodas.
1 comentario:
Very nice picture! And you are right: buildings can have enormous impact on people...
Greetings from The Netherlands,
DzjieDzjee
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