Como muchas cosas en la vida esta fotografía no fue gratuita, a cambio de posar para ella estos parroquianos del Liberty, el más antiguo de los bares de “mala muerte” en Valparaíso, me exigieron invitarles los que seguramente eran a esa altura los undécimos vasos de pipeño, un vino blanco de extremo dulzor y bastante embriagador, que se tomaban en el día a la vez de acompañarlos algunos minutos en su amena conversación. Ambos, personas humildes, inocentes pero astutos, algo sino bastante dados a la bebida, sin rumbo fijo, amantes del tango y el bolero, bohemios de bajo presupuesto, corresponden a la perfección a lo que en Chile denominamos coloquialmente “Guachaca”.
Es interesante detenerse en la evolución que el término ha tenido en el tiempo. Derivado del quechua huajcha kay = ser pobre, era la forma en que los incas denominaban como es lógico suponer a las clases menos acomodadas, luego avanzada la modernidad el alcoholismo se convirtió en el principal problema social en los sectores marginales por los que el término fue heredado por los amigos de la bebida, finalmente hacia los años de represión durante la dictadura militar en Chile los intelectuales de izquierda hicieron de los clandestinos antros de venta de alcohol sus lugares de reunión transformándolos en refugio del libre pensamiento que combinado con el permanente ambiente de celebración que las copas de más suelen provocar terminó por constituir lo que hoy en mi país es la bohemia popular también llamada “Cultura Guachaca”.
Bastante se ha escrito del asunto, han surgido infinidad de defensores y detractores, más de algún sociólogo ha tratado de analizarlos, entenderlos y clasificarlos. Para muchos el Guachaca es aquel que con una botella de vino, dos vasos y una buena conversación es capaz de arreglar el mundo. Otros los consideran los legítimos herederos de la revolución francesa pues sus ideales se resumen en Libertad, Igualdad y Fraternidad, en tanto para otros es una forma de vida decadente, carente de ambición y en algunos casos bastante autodestructiva.
Personalmente, y obviando lo que respecta a los excesos con la bebida, me quedó con la forma en la que el cantor popular, poeta y renombrado guachaca Dióscoro Rojas los define: “los guachacas somos sencillamente almas humildes que sólo anhelamos tres cosas en la vida para ser felices: una mujer a la que amar, un amigo al que abrazar y una casa que pintar cada primavera”. Visto desde ese punto de vista soy un guachaca por esencia.
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