Los sicuris son cofradías musicales y danzantes propias del altiplano andino y en especial de la región del Lago Titicaca. A diferencia de las animados bailes chinos y diabladas carnavalescas, acá la música y la danza son más próximos a una sentida letanía donde todo el colorido es aportado por la indumentario de sus participantes.
Los hombres llevan un tocado de un fuerte tono fucsia adornado con plumas multicolores y del cual desciende un también multicolor velo que cubre el rostro; pero quizás lo que más me llamo la atención es que todos estos músicos danzantes llevaban un espejo en medio del plumaje.
Preguntando sobre el asunto recibí varias respuestas pero la que me pareció más creíble y lógica es que en alguna época los espejos eran considerados objetos de alto valor y belleza.
Todos hemos escuchado o leído historia de como los conquistadores europeos engatusaron a por doquier a los nativos americanos cambiando espejos y otras baratijas por el oro, plata y piedras preciosas de los indios.
En defensa de los aparentemente ingenuos nativos hay que decir que de seguro en aquellos años un espejo resultaba ser un elemento de sobra más atractivo y sorprendente que el oro al que estaban acostumbrados ver; y también ese actuar nos es muy distinto al de nosotros, sus criollos y mestizos descendientes.
Los nuevos conquistadores no nos ofrecen espejos ni vienen en nombre del rey de España o Portugal; los nuevos conquistadores rinden cuentas a sus gerencias corporativas en Seúl o Silicon Valley.
"Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco" (Eduardo Galeano)
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