Es paradojal que en el mismo país que se precia, hasta la majadería a ratos, de contar entre sus hijos a uno de los máximos exponentes de la lengua hispana en el último siglo, me refiero a Pablo Neruda, las personas hagan un “break” pata tomar café con “muffin”, a la salida del trabajo algunos se dediquen al “running”, otros vayan de “shoping” al “mall”, otros opten por celebrar un ”after office” en algún local con “happy hour”, y en las vacaciones muchos las pasen en un “resort & spa”.
Nuestra necesidad de vender la marca Chile a mercados de mayor poder adquisitivo, ya sea para atraer inversionistas o turistas, ha hecho que de tanto mirar para allá hayamos dejado de morar hacia acá, y al parecer la hospitalidad se ha convertido en un querer hacerles sentir literalmente como en casa, con su mismo estilo de vida, sus mismas modas y su mismo idioma.
La pregunta es si es eso lo que un extranjero desea ver al visitar nuestro país y se me viene a la mente el caso de un importante empresario mexicano que contaba que cierta frustración que en su paso por Chile en cada reunión era recibido con mariachis, tacos y tequila. “De haber sabido que iba a ser así mejor hubiera hecho una video conferencia desde el DF” fue su comentario final.
En la actualidad la principal campaña de nuestro Servicio Natural de Turismo lleva por titulo “This Is Chile”, y como es lógico pensar está orientada casi exclusivamente a un público angloparlante. Cada video y cada afiche publicitario están repletos de imágenes de jóvenes caucásicos dedicados a “walk on the steam of geysers”, “view the miracle of flower in the desert”, “enjoy the best wines in the world”, “discover the magic of the Island”, “climb an ancient and snow covered volcano”, y asi un largo etcetera de sugerentes frases con su respective apoyo audiovisual.
No me mal interpreten, encuentro fantástico que nuestro país se dé a conocer en el exterior, pero cuando en época de vacaciones nuestros aeropuertos colapsan por la multitud de personas ansiosas de irse a otras latitudes quiere decir que algo estamos haciendo mal con nuestro mercado interno.
Alguien me dirá que las cifras demuestran que en la última temporada estival más de la mitad de nuestra población se trasladó dentro del país por motivos vacacionales, pero al analizar los números en detalle es fácil notar que la cifra se infló con personas que cada fin de semana durante todo el verano viajó a las playas cercanas a Santiago.
Lo cierto es que son porcentualmente pocos los chilenos que han caminado entre los vapores humeantes de los geyser del Tatio, que han visto millones de estrellas en lo alto del Elqui, que han navegado entre los témpanos desprendidos de un ventisquero o que al menos saben dónde queda específicamente Caleta Tortel, Cochamó, Curarrehue o Mamiña, y les aseguro que un europeo recién llegado sabe perfectamente como ubicarlos en un mapa y como llegar allí.
Nuevamente alguien dirá que el valor de los viajes es uno de los principales factores que inhibe el turismo interno y que es más fácil pagar un viaje al Caribe en las 48 cuotas que ofrecen las agencias de viaje pertenecientes al retail, pero poniéndonos la mano en el corazón lo cierto es que la gran mayoría de quienes aducen el tema costos ni siquiera han analizado detenidamente cuanto gastarían en recorrer algún punto de nuestro país y créanme que al hacerlo se sorprenderán por los resultados. Un viaje bien planificado no es más caro que una semana en Punta de Cana o Cancún.
Tengo la sensación que en un futuro próximo nos encontraremos en algún aeropuerto extranjero viendo casualmente alguno de los videos promocionales de nuestro país y terminaremos diciendo “¿Is this Chile?”
Paradojalmente uno de los poemas más famosos de Neruda, conocido popularmente como “Amo el amor de los marineros que besan y se van”, lleva por titulo “Farewell”.