Recuerdan ustedes la película “Up”, me refiero a ese filme animado que aparentemente habla de un anciano que desea trasladar su casa hasta el Salto del Ángel en Venezuela, pero que en realidad habla de los sueños y también de la creciente e insoportable presión ejercida por las inmobiliarias ávidas de terrenos céntricos donde levantar sus torres de departamentos.
Como resistirse entonces a esa presión y poder conservar nuestras antiguas casas patrimoniales? La solución en la mayoría de los casos ha sido el que ciertos barrios sean declarados zonas típicas, con lo que son inmuebles no pueden ser alterados, sin embargo en muchos casos el remedio termina siendo tan terrible como la enfermedad.
Es el estado el que declara una zona típica pero son los particulares dueños de las viviendas los que deben seguir manteniendo los costos de estas ahora además imposibilitados de poder vender a precio ventajoso su propiedad.
Un buen ejemplo es lo que ocurre con la “Casa de los Cuatro Vientos”, una de las postales más características de la ciudad de Valparaíso. Por encontrarse en la zona patrimonial no puede ser demolida y así su terreno ser usado para otros fines (y ojalá eso nunca cambie). Pero los costos de una antigua casona de finales del siglo XIX son un tema cada vez más creciente y el que en ocasiones resulta difícil de solventar por un particular.
En algún momento fue habilitada como hostal, pero es complicado adaptar un añoso edificio a los requerimientos de la hotelería moderna, partiendo por dotar de baños en cada dormitorio a una construcción que cuenta con una grifería casi centeneria. Dicho costo difícilmente puede ser absorbido por un particular más aún pensando en obtener al corto plazo el retorno de dicha inversión.
Luego funcionó como restaurant, y obviamente tiene una vista privilegiada para serlo, pero también lamentablemente Cuatro Vientos, enclavada en un peñón del Cerro Artillería, se encuentra demasiado alejada del circuito gourmet que hace florecer bares, cafés y locales de comida en los no tan vecino cerros Concepción y Alegre.
Actualmente funciona como centro de eventos y disco de fiestas electrónicas los fines de semana y de más está decir que una casona hecha íntegramente de madera, por más extintores que cuente, corre un serio peligro de terminar envuelta en las llamas provocadas por un cigarro mal apagado o un juego de luces desperfecto.
El punto es que la declaración de zonas típicas o de rescate patrimonial también debe ir acompañada de políticas de estado que permiten realmente reconvertir la actividad económica de quienes viven en dichos barrios, haciendo de la conservación un negocio sustentable y rentable y no tan solo una verdadera tarea quijotesca motivada en ocasiones tan solo por el amor a un legado familiar.
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