Todo siempre ocurre de la misma manera; primero cierto aventurero solitario descubre algún lugar fascinante perdido en medio del desierto, la selva o las montañas, a los cinco años dicho lugar se encuentra convertido en sitio de culto para mochileros, a los diez años aparece en Lonely Planet, a los quince años abre el primer hotel de lujo, hasta que a los veinte años y luego de aparecer en el listado de los imperdibles de Travel & Living aquel misterioso y oculto lugar se ha transformado en una pequeña urbe cosmopolita.
Lo anterior no es una crítica sino una simple constatación de hechos: el turismo masivo termina privando a ciertos lugares del encanto que los hizo famosos.
Una cosa es transitar los cañones que conducen al Valle de la Muerte, en las proximidades de San Pedro de Atacama, a primeras horas de la mañana cuando se muestran fascinantes, misteriosos y cautivantes; y otra cosa es hacerlo a media tarde cuando arriban las visitas de un docena de agencias de turismo y el lugar resulta tan transitado como Time Square.
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