Nunca comprendió como quedó atrapada en medio de la pampa. Mientras trasladaba toneladas de caliche a través del desierto solía escuchar conversaciones de cómo los ingleses se habían vuelto millonarios, de la guerra civil desatada más al sur por los impuestos que no pagaban los nitratos, de los miles masacrados en una escuela de Iquique por exigir condiciones sólo un poco más dignas.
Un día las calderas se apagaron, en los siguientes desapareció la gente, poco a poco los rieles se llenaron de óxido hasta finalmente ser tragados por el desierto.
Hoy el último tren con destino a ninguna parte quizás es el único que recuerda de cuánto dolor e injusticia se tiñó la pampa.
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