Aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” resulta más cierto que nunca cuando te encuentras con lugares que son sencillamente imposibles de describir.
Torres del Paine es uno de ellos.
¿Cómo describir las aguas turquesa del Pehoe a los pies del macizo y los cuernos? ¿Cómo explicar la interminable paleta de colores por la que transita el lugar desde el amanecer hasta que se pone el sol? ¿Cómo expresar en términos concretos la potencia del viento austral, la magnificencia del lugar? ¿Cómo traspasar esa sensación de ser pequeño, el más pequeño de todos, frente al poder de la naturaleza?
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