Cuenta la leyenda que los navegantes de siglo XIX daban a Valparaíso el nombre de “Pancho” porque lo primero que reconocían de la ciudad al acercarse desde el mar era la torre de la iglesia San Francisco en lo alto del Cerro Barón.
El templo fue levantado por la comunidad franciscana en 1846 y remodelado con su forma actual en 1890. A diferencia de otras construcciones de la época resistió estoicamente la media decena de terremotos que asolaron Valparaíso durante el siglo XX, en especial los de 1906 y 1985.
Pero lo que no pudieron hacer los movimientos telúricos si lo hicieron los incendios, el primero de ellos en 1983 que obligó a reconstruirla y el segundo en 2010 que hasta la fecha la mantiene en restauración haciéndola ver como un paciente vendado que convalece de sus quemaduras.
Ciertamente hace décadas que la torre de la iglesia no es la principal altura de la ciudad y de hecho en la actualidad, particularmente desde el mar, cuesta distinguirla entre los edificios habitacionales de altura que pueblan el Baron, pero ello no quita su vital aporte al patrimonio de la ciudad.
El sino porteño es así, cada cierto tiempo perdemos parte de nuestra historia derribada por un sismo o devorada por un incendio. Ya nos hemos acostumbrado a ello.
Por ahora solo nos queda esperar que una nueva elección de diputados o alcaldes apure los trabajos de restauración y pronto podamos volver a disfrutar de la fina y elegante estampa de la Torre San Francisco, al menos hasta el próximo incendio o terremoto.
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