Los monjes y misioneros trajeron al sur del mundo su gusto por la arquitectura gótica y barroca, pero acá debieron adaptarla a los materiales existentes, por sobre todo ladrillos de adobe y piedras en el altiplano, hojas entrelazadas en el Amazonas y madera en la Patagonia. Así es como nace el barroco andino y el gótico austral.
En el sur del sur los templos fueron góticos en toda su expresión; llenos de verticalidad, en donde sus carpinteros al parece querían tocar el cielo, y luminosidad, con naves en donde los rayos de luz ingresan casi con un toque de divinidad.
Pero chilotes y huilliches en algo no fueron tan góticos. Acá las fachadas no son oscuras y de lo alto no cuelgan tétricas gárgolas; por el contrario, acá el color pareciera querer inundarlo todo, quizás para espantar o hacer olvidar los días grises que tanto abundan por aquellas latitudes.
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