Mamerto sabe que su ruca es un oasis de ilusión momentánea, un recuerdo de tiempos idos.
De seguro mientras carga sus dardos recordará sus días de niñas cuando efectivamente usaban las cerbatanas para cazar animales y no solo para dar una demostración de destreza a los turistas.
Sabe que a la tarde él y su familia se quitaran las pinturas rituales, los trajes amerindios y dormirán en casas modernas con tantas comodidades y modernidad cómo es posible tener en el curso alto del Amazonas (las que por cierto no son muchas).
La forma de vivir de los Yaguas se extinguió hace mucho, hoy solo quedan sus artesanías y sus danzas rituales, pero su mundo, su verdadero mundo hace tiempo está afuera, más allá de su ruca.
¿Cuánto de nuestra vida es real y cuanto es tan solo un papel, un rol, perfectamente actuado?
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