Hace algunos meses me interné en las profundidades de la Cordillera de Nahuelbuta con la idea de tener durante el día un estrecho contacto con la naturaleza en estado casi virginal y por las noches el que mi hijo pudiera contemplar el maravilloso espectáculo de un cielo completamente estrellado usualmente oculto para sus ojos por la contaminación lumínica de nuestras ciudades. Lamentablemente unas porfiadas nubes y una rabiosa Luna llena nos obligaron a dejar la vista de las constelaciones para otra ocasión. Aún así la naturaleza nos regaló el magnífico espectáculo ofrecido por los rayos lunares descendiendo en medio de los bosques, perfectamente plateados y tan delicados que es imposible captarlos con una cámara fotográfica.
No sé ustedes pero en mi caso la acción de la naturaleza incide directamente en mis estados de ánimo. Las soleadas mañanas primaverales me energizan, los días de lluvia copiosa me sosiegan, las puestas de sol en verano me evocan romanticismo, y los preciosos claros de Luna me provocan una extraña sensación de nostalgia, una suerte de tranquila tristeza o dulce melancolía, y al parecer no soy el único.El escritor Edmond Rostand decidió que fuera en un “Claro de Luna” que el Cyrano encontrara la muerte mientras la misma pálida luz iluminaba las lagrimas de su amada prima Roxana quien ya demasiado tarde había descubierto quien era el verdadero autor de las letras de las que se enamoró.
Como “Claro de Luna” es comúnmente conocida la hermosa Sonata 14 en Do# de Beethoven compuesta en medio de la tristeza de verse privado del amor de Constantina Gullietta Guicciardi por razones sencillamente sociales además de comenzar a sobrellevar su sordera. Según la tradición en el primer movimiento describe calmo su amor platónico, en el segundo describe sus encuentros y en el tercero libera toda su melancolía con una vehemencia casi inusitada.
“Claro de Luna” también se llama el cuento de Guy de Maupassant en donde el testarudo cura Marignan descubre en una visión bajo la plateada luz lunar el verdadero significado del amor romántico.
Casi cien años después de que lo hiciera Beethoven el compositor francés Claude Debussy bautizó como “Claire de Lune” a una de las obras de su soñadora juventud y aunque deseo que está no se publicará por encontrarla demasiado triste y melancólica terminó convirtiéndose hasta la fecha en su creación más reconocida.
Finalmente en 1974 el cantautor cubano Silvio Rodríguez dio un respiro a sus cantos a la revolución y en contra del imperialismo para componer “En el Claro de la Luna”, una de sus más delicadas melodías y una de sus poesías mejor lograda.
De más está decir que la presente entrada la reflexione fumando un cigarrillo bajo la melancólica luz de un claro lunar y como sería largo transcribir las obras de Rostand o Maupassant y las bellas melodías de Beethoven y Debussy son imposibles de traspasar a letras les dejo los versos de Silvio.
“En el Claro de la Luna donde quiero ir a jugar
Duerme la Reina Fortuna que tendrá que madrugar.
Mi guardiana de la suerte, sueña cercada de flor,
Que me salvas de la muerte con fortuna en el amor.
Sueña, talismán querido, sueña mi abeja y su edad;
Sueña y si lo he merecido sueña mi felicidad.
Sueña caballos cerreros, suéñame el viento del sur,
Sueña un tiempo de aguaceros en el valle de la luz.
Sueña lo que hago y no digo, sueña en plena libertad,
Sueña que hay días en que vivo, sueña lo que hay que callar.
Entre las luces más bellas duerme intranquilo mi amor
Porque en su sueño de estrellas mi paso en tierra es dolor.
Mas si yo pudiera serle miel de abeja en vez de sal.
¿A qué tentarle la suerte que valiera su soñar?
Suéñeme, pues, cataclismo, sueñe golpe largo y sed,
Sueñe todos los abismos que de otra vida no sé.
Sueñe lo que hago y no digo, sueñe en plena libertad,
Sueñe que hay días en que vivo, sueñe lo que hay que callar.
Sueñe la talla del día, -del día del que fui y del que soy-
Que el de mañana alma mí lo tengo soñado hoy.”
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