Supongo que siempre nos situamos al oriente de nuestros recuerdos. De esta forma cuando aún es temprano la luz nos obliga a apreciarlos con completa nitidez, pero conforme pasan las eternas horas comienzan a ser invadidos por las sombras hasta hacer imposible distinguir en ellos los más básicos detalles, y así el proceso continúa hasta que se funden en la oscuridad como el evanescente humo de un cigarrillo.
Un día, hace algún tiempo, me desperté por la mañana y haciendo cálculos me di cuenta que los días de tu ausencia suman por largo mucho más que los días de tu compañía, y también me di cuenta que aquello hace rato no me importaba.
Es extraño, sé que fui inmensamente feliz pero ahora no recuerdo las verdaderas causas de esa alegría, también sé que sufrí pero ahora no tengo claro cual fue la raíz de ese dolor, y así como el eterno debate sobre el huevo y la gallina ya se me confunde en el ocaso que fue lo que provocó todo.
Alguna vez dije que te esperaría a la vuelta del camino pero creo mi amiga que esa será una promesa que no podré cumplir.
Hace tiempo me despedí, hace menos tiempo te dije (sin que lo supieras) adiós. Suerte.
4 comentarios:
Y la vida sigue sumando experiencias...
Un abrazo
Así es Jan, la vida sigue sumando experiencias.
Decir adiós, parece fácil, incluso a veces lo es. Nos empeñamos en atesorar recuerdos que no facilitan la tarea, pero con el tiempo, los recuerdos o se difuminan o devienen extraños, y decir adiós se convierte en una necesidad.
Así es mi amiga, en algún momento es necesario plasmar ese adiós de alguna forma.
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